20 de septiembre de 2013
15 de septiembre de 2013
Putin impone a Obama la salida a la crisis siria
Damasco debe entregar en el plazo de una semana toda la información relacionada con su arsenal
eldiario.es
El acuerdo de Washington y Moscú para la localización y destrucción del arsenal de armas químicas sirias es un triunfo diplomático indudable para el Gobierno ruso y un gran alivio, al menos temporal, para el régimen de Asad. Ni en los Balcanes ni en Irak, Rusia pudo interferir en los planes de EEUU y Europa. Todo lo que consiguió fue hacer valer su derecho de veto e impedir que las intervenciones militares tuvieran la sanción del Consejo de Seguridad de la ONU. En la práctica, eso no fue un problema irresoluble para los norteamericanos.
Esta vez ha sido diferente. Obama acepta básicamente los principios clave de la posición rusa en relación a las armas químicas sirias. Ambos países exigen a Damasco que entregue en el plazo de una semana toda la información relacionada con su arsenal (localización de las instalaciones de producción y almacenamiento, características y cantidad). Si es posible, las armas químicas serán trasladadas fuera de Siria para su destrucción. Se marca la primera mitad de 2014 como fecha límite de un proceso que será complejo al tener que realizarse en un país en guerra.
EEUU y Rusia convertirán este acuerdo en un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Ahí se establecerá el derecho de la ONU a inspeccionar cualquier lugar de Siria para garantizar que se cumple la misión. En el caso de que alguien vulnere esa resolución, “incluida la transferencia no autorizada o cualquier uso de armas químicas por cualquier bando en Siria, el Consejo de Seguridad de la ONU deberá imponer medidas bajo el Capítulo VII de la Carta de la ONU”.
Ese capítulo VII incluye el uso de la fuerza, pero el texto restringe la posibilidad de una intervención al Consejo de Seguridad, donde hasta ahora Rusia se ha opuesto de forma tajante a cualquier tipo de acción militar. El ministro Lavrov ha dejado claro que no hay nada en el texto “que acepte el uso de la fuerza ni la adopción de sanciones automáticas”.
Con independencia de las amenazas que puedan surgir de Washington en los próximos días sobre lo que pasará si Asad se niega a entregar todo el arsenal químico, lo cierto es que en esta negociación se ha retirado el recurso específico al uso de la fuerza con el fin de obtener el acuerdo.
Washington ha ido de más a menos en toda esta crisis. Hay que recordar que el 31 de agosto cuando Obama anunció que pedía al Congreso la autorización para la intervención militar, también dijo que EEUU había decidido responder con la fuerza al ataque con armas químicas del 21 de agosto. Unos días después en Londres, y a preguntas de un periodista, Kerry dijo de pasada que Asad podía entregar su arsenal químico para solventar el enfrentamiento, aunque de inmediato dijo que eso no iba a suceder. Rusia le tomó la palabra, presionó a Damasco para que aceptara esa salida y convenció a EEUU de que esa opción era perfectamente viable. A partir de ese momento, la iniciativa estaba del lado de Putin.
¿Es una derrota para Obama? Desde luego lo parece, aunque no sé si se puede considerar derrota si te impiden hacer lo que en el fondo no quieres hacer. El presidente norteamericano puso un listón muy alto a la intervención militar cuando aceptó dar la palabra al Congreso. La realidad se ocupó de elevarlo aún más cuando se comprobó que la mayoría de los miembros de la Cámara de Representantes, y un porcentaje nada desdeñable del Senado, estaban dispuestos a votar en contra, una posición similar a la que mostraban las encuestas. La habilidad diplomática rusa se ocupó de cerrar el círculo.
A lo largo de estas semanas, ha quedado patente el escaso interés de Obama por implicarse en la guerra civil siria. Las acciones de su Gobierno nunca estuvieron a la altura de la retórica empleada por Kerry en sus primeras intervenciones. Con los buques de guerra preparados para atacar, se esperó a que el Congreso volviera de sus vacaciones. Cuando Moscú anunció que la negociación era posible, Obama envió a Kerry a Ginebra para conseguir el acuerdo. No para viajar a escuchar lo que Lavrov tenía que decir, sino para negociar como mínimo de jueves a sábado (esas fueron las fechas que se dieron a conocer antes del viaje de Kerry), lo que revela la intención de que el desplazamiento sirviera para algo.
Se temía que un ataque norteamericano se produciría antes de que la ONU informara al Consejo de Seguridad sobre su investigación del ataque con armas químicas del 21 de agosto. Ahora hay un acuerdo que se produce antes de que se conozca esa información. Ban Ki-moon informará el lunes al Consejo de los resultados de esa inspección. No hay nada en el acuerdo que quede condicionado a lo que Ban tenga que decir la próxima semana.
Hace unos días, en lo que es algo más que una coincidencia, se ha conocido que la CIA comenzó en las dos últimas semanas a enviar ayuda militar a los rebeldes, básicamente armas ligeras, munición, equipos de comunicación y raciones de combate. Lo más significativo es la ayuda que no aparece y que es la que más necesitan los enemigos de Asad: armas antitanque y antiaéreas con las que compensar la superioridad de medios del Ejército sirio.
Es un pequeño intento de comunicar a los rebeldes que no los han abandonado. Lo que en realidad han visto es que esta crisis de las armas químicas se ha cerrado con el triunfo de Rusia, un aliado tradicional del régimen al que combaten.
Fuente: http://www.guerraeterna.com/putin-impone-a-obama-la-salida-a-la-crisis-siria/
Esta vez ha sido diferente. Obama acepta básicamente los principios clave de la posición rusa en relación a las armas químicas sirias. Ambos países exigen a Damasco que entregue en el plazo de una semana toda la información relacionada con su arsenal (localización de las instalaciones de producción y almacenamiento, características y cantidad). Si es posible, las armas químicas serán trasladadas fuera de Siria para su destrucción. Se marca la primera mitad de 2014 como fecha límite de un proceso que será complejo al tener que realizarse en un país en guerra.
EEUU y Rusia convertirán este acuerdo en un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Ahí se establecerá el derecho de la ONU a inspeccionar cualquier lugar de Siria para garantizar que se cumple la misión. En el caso de que alguien vulnere esa resolución, “incluida la transferencia no autorizada o cualquier uso de armas químicas por cualquier bando en Siria, el Consejo de Seguridad de la ONU deberá imponer medidas bajo el Capítulo VII de la Carta de la ONU”.
Ese capítulo VII incluye el uso de la fuerza, pero el texto restringe la posibilidad de una intervención al Consejo de Seguridad, donde hasta ahora Rusia se ha opuesto de forma tajante a cualquier tipo de acción militar. El ministro Lavrov ha dejado claro que no hay nada en el texto “que acepte el uso de la fuerza ni la adopción de sanciones automáticas”.
Con independencia de las amenazas que puedan surgir de Washington en los próximos días sobre lo que pasará si Asad se niega a entregar todo el arsenal químico, lo cierto es que en esta negociación se ha retirado el recurso específico al uso de la fuerza con el fin de obtener el acuerdo.
Washington ha ido de más a menos en toda esta crisis. Hay que recordar que el 31 de agosto cuando Obama anunció que pedía al Congreso la autorización para la intervención militar, también dijo que EEUU había decidido responder con la fuerza al ataque con armas químicas del 21 de agosto. Unos días después en Londres, y a preguntas de un periodista, Kerry dijo de pasada que Asad podía entregar su arsenal químico para solventar el enfrentamiento, aunque de inmediato dijo que eso no iba a suceder. Rusia le tomó la palabra, presionó a Damasco para que aceptara esa salida y convenció a EEUU de que esa opción era perfectamente viable. A partir de ese momento, la iniciativa estaba del lado de Putin.
¿Es una derrota para Obama? Desde luego lo parece, aunque no sé si se puede considerar derrota si te impiden hacer lo que en el fondo no quieres hacer. El presidente norteamericano puso un listón muy alto a la intervención militar cuando aceptó dar la palabra al Congreso. La realidad se ocupó de elevarlo aún más cuando se comprobó que la mayoría de los miembros de la Cámara de Representantes, y un porcentaje nada desdeñable del Senado, estaban dispuestos a votar en contra, una posición similar a la que mostraban las encuestas. La habilidad diplomática rusa se ocupó de cerrar el círculo.
A lo largo de estas semanas, ha quedado patente el escaso interés de Obama por implicarse en la guerra civil siria. Las acciones de su Gobierno nunca estuvieron a la altura de la retórica empleada por Kerry en sus primeras intervenciones. Con los buques de guerra preparados para atacar, se esperó a que el Congreso volviera de sus vacaciones. Cuando Moscú anunció que la negociación era posible, Obama envió a Kerry a Ginebra para conseguir el acuerdo. No para viajar a escuchar lo que Lavrov tenía que decir, sino para negociar como mínimo de jueves a sábado (esas fueron las fechas que se dieron a conocer antes del viaje de Kerry), lo que revela la intención de que el desplazamiento sirviera para algo.
Se temía que un ataque norteamericano se produciría antes de que la ONU informara al Consejo de Seguridad sobre su investigación del ataque con armas químicas del 21 de agosto. Ahora hay un acuerdo que se produce antes de que se conozca esa información. Ban Ki-moon informará el lunes al Consejo de los resultados de esa inspección. No hay nada en el acuerdo que quede condicionado a lo que Ban tenga que decir la próxima semana.
Hace unos días, en lo que es algo más que una coincidencia, se ha conocido que la CIA comenzó en las dos últimas semanas a enviar ayuda militar a los rebeldes, básicamente armas ligeras, munición, equipos de comunicación y raciones de combate. Lo más significativo es la ayuda que no aparece y que es la que más necesitan los enemigos de Asad: armas antitanque y antiaéreas con las que compensar la superioridad de medios del Ejército sirio.
Es un pequeño intento de comunicar a los rebeldes que no los han abandonado. Lo que en realidad han visto es que esta crisis de las armas químicas se ha cerrado con el triunfo de Rusia, un aliado tradicional del régimen al que combaten.
Fuente: http://www.guerraeterna.com/putin-impone-a-obama-la-salida-a-la-crisis-siria/
Cuarenta años después del “otro 11 de septiembre”
Cuarenta años después del “otro 11 de septiembre”, gran parte del sueño de Allende se ha cumplido
Mark Weisbrott, AlJazeera
El 40 aniversario del “otro 11 de septiembre” no fue gran cosa para los medios estadounidenses, con excepción de medios más abiertos de mente como Democracy Now. Ciertamente, los ataques terroristas del 11 de septiembre en EE.UU. hace 12 años cambiaron el mundo; incluso quizás más de lo que los mismos autores de los ataques habían imaginado. Pero el cambio no se dio directamente a través de las muertes o la destrucción que provocaron estos ataques. Más bien, se debió al pretextoque sirvió para que surgiera una organización de yihadistas más violenta conocida como el gobierno de EE.UU., el cual lanzó dos guerras que resultaron en la muerte de más de un millón de personas y contribuyeron a la inestabilidad y a la violencia que persisten hoy en día y que parecen no tener fin. Los ataques del 11 de septiembre también sirvieron como excusa para lanzar un ataque en casa en contra de las libertades civiles y, como sabemos ahora, para que se diera un nivel de vigilancia sin precedentes.
Mark Weisbrott, AlJazeera
El 40 aniversario del “otro 11 de septiembre” no fue gran cosa para los medios estadounidenses, con excepción de medios más abiertos de mente como Democracy Now. Ciertamente, los ataques terroristas del 11 de septiembre en EE.UU. hace 12 años cambiaron el mundo; incluso quizás más de lo que los mismos autores de los ataques habían imaginado. Pero el cambio no se dio directamente a través de las muertes o la destrucción que provocaron estos ataques. Más bien, se debió al pretextoque sirvió para que surgiera una organización de yihadistas más violenta conocida como el gobierno de EE.UU., el cual lanzó dos guerras que resultaron en la muerte de más de un millón de personas y contribuyeron a la inestabilidad y a la violencia que persisten hoy en día y que parecen no tener fin. Los ataques del 11 de septiembre también sirvieron como excusa para lanzar un ataque en casa en contra de las libertades civiles y, como sabemos ahora, para que se diera un nivel de vigilancia sin precedentes.
El gobierno estadounidense fue uno de los principales organizadores y autores del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 en Chile, y los autores de ese golpe también cambiaron el mundo – cambio que claramente fue para mal. El golpe le dio fin a un experimento de democracia social latinoamericana, estableció una dictadura militar que resultó en el asesinato, la tortura y la desaparición de decenas de miles de personas y, durante un cuarto de siglo, fue un gran impedimento para que los latinoamericanos mejoraran sus condiciones de vida y el liderazgo de sus países a través de las urnas.
El presidente Richard Nixon fue claro, al menos en conversaciones privadas, sobre las razones por las cuales quería que se diera el golpe que destruyó una de las democracias de más larga duración en el hemisferio, según su punto de vista:
La principal preocupación en Chile es que [el presidente Salvador Allende] pueda consolidarse, y que se proyecte esa imagen al mundo sería un éxito para él… Si dejamos que los posibles líderes de Sudamérica piensen que pueden actuar como en Chile y salirse con la suya, vamos a tener problemas.
Lo irónico, y algo por lo que el mundo puede celebrar ahora, 40 años después, es que la “teoría del dominó” sobre Latinoamérica de Nixon resultó ser cierta. Cuando EE.UU. intentó y fracasó en derrocar al gobierno democráticamente electo de Venezuela en 2002, terminó perdiendo el control sobre la mayor parte de la región, especialmente de Sudamérica. Allende murió en el golpe, pero su sueño perduró y gran parte de ese sueño se ha hecho realidad.
Cuando se trata de la política exterior, la región es ahora independiente de Estados Unidos. De los 35 países que han firmado la declaración sobre Siria del presidente Obama, ninguno es de America del Sur. En cuanto a Siria, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) publicó esta semana una declaración con un llamado para que se diera una “solución política negociada” y que indicaba que cualquier acción en contra de Siria debe ser aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
A diferencia de 1973, la mayoría de la población en Latinoamérica y el Caribe tiene ahora el derecho de elegir gobiernos de izquierda sin que esos gobiernos sean derrocados por una alianza entre las élites tradicionales y Washington, y lo ha estado haciendo continuamente desde 1998 en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Haití. Desafortunadamente, algunos de los países más débiles, y especialmente aquellos que están “muy lejos de Dios y muy cerca de Estados Unidos” aún no tienen esa libertad: Washington pudo deshacerse de gobiernos izquierdistas democráticamente electos en Honduras con un golpe militar (2009), en Paraguay (en donde contribuyó al “golpe parlamentario” el año pasado) y en Haití (cuyo gobierno electo fue derrocado por Washington y sus aliados a plena luz del día en 2004).
Pero la mayor parte del sueño de Allende de una Latinoamérica independiente se ha cumplido. Hoy en día, tomar la ruta electoral hacia la democracia social (a la cual él, al igual que los líderes actuales de Ecuador, Bolivia y Venezuela, por ejemplo, llamaba “socialismo”) es una posibilidad.
Éste es un logro enorme no solamente para la región, sino para el mundo entero, como Allende sabía que así lo sería. Los nuevos líderes democráticos de izquierda han tomado muchas acciones para asegurarse de que estos cambios sean permanentes, creando nuevas organizaciones regionales como UNASUR y CELAC (la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe). Esta última incluye a todos los países del hemisferio, excepto Estados Unidos y Canadá, y esperemos que, poco a poco, desplace a la Organización de Estados Americanos (OEA). La OEA está muy corrompida por Washington, quien se apoderó de la organización, por ejemplo, durante el derrocamiento del gobierno de Haití y luego cuando revocó los resultados electorales en ese país, y la usó también para mantener a los gobiernos golpistas de Honduras y Paraguay.
El sueño de Allende de una democracia social que beneficie a los trabajadores y a los pobres también ha tenido grandes logros durante la era de la “segunda independencia” de Latinoamérica, la cual abrió más espacios para la implementación de políticas. Desde que Argentina se liberó del FMI, la pobreza y la pobreza extrema han caído por más del 70 por ciento, el gasto social real casi se ha triplicado y el país ha logrado niveles récord de empleo. Brasil, a pesar de su reciente desaceleración, ha tenido uno de sus mejores crecimientos y de mayor inclusión en décadas, logrando una reducción de la pobreza del 45 por ciento y alcanzando bajos niveles récord de desempleo durante la última década de gobierno al mando del Partido de los Trabajadores. Venezuela ha logrado una reducción de la pobreza de casi el 50 por ciento y de la pobreza extrema de más del 70 por ciento desde que el gobierno obtuvo el control sobre su industria petrolera hace diez años. Ecuador también ha logrado bajos niveles récord de desempleo, ha controlado e implementado impuestos al sector financiero y ha incrementado enormemente el acceso a la vivienda y la atención médica. Otros gobiernos de izquierda han tenido logros similares.
Salvador Allende y el movimiento que lo apoyó en 1973 mostró gran valor e integridad, pero el gobierno estadounidense aún era demasiado poderoso para que pudieran existir opciones democráticas en Sudamérica. Pero 40 años después, el mundo ha cambiado, y sus sueños se están haciendo realidad cada vez más.
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Caída del comercio mundial marca el fin del modelo basado en las exportaciones
A cinco años del estallido de la crisis financiera global la economía se mantiene en estado crítico y con un serio recrudecimiento en el declive del comercio mundial. Los temores a una década perdida se hacen muy reales cuando vemos esta gráfica de las importaciones y exportaciones europeas, que dan cuenta del estancamiento de la actividad comercial que pese a los vítores e inyecciones de dinero aún está por debajo de los niveles del año 2008. La caída del comercio mundial pronostica el fin del modelo basado en las exportaciones, y esto lo dice nada menos que la UNCTAD.
De acuerdo con el informe anual entregado este jueves por la UNCTAD (Organización para el Comercio y el Desarrollo de las Naciones Unidas) en Ginebra, la actividad del comercio internacional se ha estancado. Esto demuestra que ya no se trata solo de una crisis financiera, sino que es una crisis estructural que involucra toda la economía mundial. El informe de la UNCTAD afirma que los países deben introducir cambios fundamentales en sus estrategias de crecimiento, con el fin de adaptarse a este cambio estructural. En rigor, y gracias a la ayuda del sistema financiero, las economías se hicieron demasiado dependientes de las exportaciones (la demanda de divisas beneficia a la banca) y ahora deberán dar un paso atrás a este modelo y permitir un mayor protagonismo de la demanda interna y el comercio regional.
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12 de septiembre de 2013
JUAN BOSCH EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA FRIA.
JUAN BOSCH EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA FRÍA.
Domingo Nuñez Polanco
Queremos hacerle saber a nuestros amigos lectores, sobre todo, aquellos interesados en profundizar en el conocimiento del pensamiento social y político del profesor Juan Bosch, que presentaremos, a lo largo de este mes de junio(mes de su nacimiento) una serie de trabajos con fines de poner en conocimiento de ustedes la dimensión histórica del pensamiento social y político de uno de los patriotas y antiimperialistas mas consumado de esta América del pasado siglo XX, el Profesor Juan Bosch.
Juan Bosch nació (30 de junio 1909) en la ciudad de La Vega, enclavada en el fértil valle del Cibao. Vivió los primeros años de su vida en el campo, en Rio Verde y el Pino, parajes de la provincia de La Vega, donde recibió las primeras enseñanzas. El joven Juan Bosch, sobre un cuarto de siglo de vida, pero menos de veintinueve años se radica en Santo Domingo, capital de la República, donde hace varios oficios como empleado de algunas casas comerciales, también hace las veces de crítico de arte, en la sección literaria del Listín Diario; Va a la cárcel, acusado de actividades antitrujillistas, luego de liberado termina de Empleado público, en la oficina Nacional de Estadísticas. Es enterado que Trujillo quiere hacerlo diputado y comprometerlo con la Dictadura. Entendía que su camino era la literatura y no ser servil de un régimen oprobioso, no tuvo otra alternativa que enrumbarse por el largo camino del exilio. Su primera escala es Puerto Rico. Allí, el destino le depara una nueva ruta que será productiva y agitada y no terminará hasta el año 2001, donde expiro el último soplo de vida.
Bosch, para 1938, llega a Puerto Rico. Dejemos que sea el propio Juan Bosch que nos diga que paso allí en la tierra de Pedro Albizu Campos “El hecho más importante de mi vida hasta poco antes de cumplir 29 años fue mi encuentro con Eugenio María de Hostos, que tenía entonces casi 35 años de muerto. El encuentro se debía al azar; pues, buscando trabajo, lo halle como supervisor del traslado a maquinilla de todos los originales de aquel maestro de excepción… (…) Eugenio María de Hostos, que llevaba 35 años sepultado en la tierra dominicana, apareció vivo ante mí a través de su obra, de sus cartas, de papeles, que iban revelándome día tras día su intimidad; de manera que tuve la fortuna de vivir en la entraña misma de uno de los grandes de América, de ver cómo funcionaba su alma, de conocer –en sus matices más personales- el origen y el desarrollo de sus sentimientos. Hasta ese momento, yo había vivido con una carga agobiante de deseo de ser útil a mi pueblo y a cualquier pueblo, sobre todo si era Latinoamericano; pero, para ser útil a un pueblo, hay que tener condiciones especiales. ¿Y cómo podía saber yo cuales condiciones eran esas, y como se las formaba uno mismo sino las había traído al mundo, y como las usaba si las había traído?
La repuesta a todas esas preguntas, que a menudo me ahogaban en un mar de angustia, me la dio Eugenio María de Hostos, 35 años después de haber muerto. (…) la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos me permitió conocer que fuerza mueven, y como la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”, (Juan Bosch, Hostos el sembrador)
Muchos años después Juan Bosch elaboraría una repuesta para las preguntas que cualquier hombre, con buenas intenciones, se haría, tal como las que el mismo se hizo allá en la lejanía de 1938, después de su encuentro con Hostos “El gran hombre aparece en los momentos decisivos de la historia de su pueblo, esto es, cuando una crisis hace estallar los moldes sociales en que ese pueblo ha estado viviendo, a veces durante siglos; aparece entonces porque sus condiciones de carácter, que generalmente han permanecido ocultas para todo el mundo y a menudo hasta para él mismo, le permiten desarrollar una capacidad de acción u otras formas de expresión de su personalidad que resultan ser las más adecuadas para dirigir a las masas en esa hora de crisis, pero esas condiciones de carácter habían sido elaboradas en el héroe por fuerzas de origen natural, como, por ejemplo, una determinada conformación cerebral, combinada con las presiones de la sociedad en que se había formado. Entre tales fuerzas ocupa un lugar decisivo lo que ahora llamamos ideología, que es un producto neto de la sociedad, aún si se trata de una parte de ella, como es la clase social de la persona que la comparte. En suma, que el hombre no es producto de sí mismo, de tales o cuales condiciones psicológicas, sino que es el producto de su sociedad porque ésta es la fuente de la psicología de la persona; y a tal extremo esto es así que en la sociedad de clases resulta fácil distinguir, a través de sus expresiones psicológicas, al capitalista del obrero y a éste del que le queda más cerca en términos clasistas, que es el bajo pequeño burgués pobre y muy pobre.
En lo que se refiere a la vocación, todavía la ciencia no ha llegado al punto de determinar cuál es su origen, pero se sabe que son muchos los hombres y las mujeres que han sentido el llamado de una vocación, a veces desde los años más tempranos. Las personas que sienten ese llamado son capaces de hacer toda suerte de sacrificios para seguir el impulso que llamamos vocación. Unas abandonan a sus familias y se van a correr mundo en busca de ambientes en que puedan desarrollar las capacidades que les permitan ser lo que quieren ser; las hay que viven aventuras fabulosas y se juegan hasta la vida persiguiendo lo que creen que es su destino; y unas más, otras menos, todas tienen una convicción profunda, sin saber por qué, de que podrán hacer aquello que persiguen, y que haciéndolo se destacarán entre todos los seres humanos; alcanzarán la gloria o el poder, pasarán a ser personajes importantes e influyentes.”(Juan Bosch, CONSIDERACIONES ACERCA DEL POLÍTICO, LA VOCACIÓN Y EL OFICIO.)
Esa ruta productiva y agitada que le deparo el destino a Juan Bosch, desde el momento mismo que piso tierra Borinqueña por allá en aquel lejano 1938, que lo llevo desde un largo y errante exilio (24 años) a ser juramentado ante la asamblea nacional de su país, como primer presidente de la era democrática dominicana, el 27 de febrero de 1963.
Bosch desde el gobierno se proponía poner en marcha su proyecto democrático. Todavía creía que se podía hacer una revolución democrática en el marco de la “mentada democracia representativa” y hacer los cambios estructurales que la hicieran viable.
Frente a cuestionamiento de grupos y sectores políticos, económicos, sociales y la alta jerarquía de la Iglesia católica que le adversaban en su proyecto democrático y del proceso de cambios sociales, económicos y políticos vía la nueva y progresista constitución de 1963, Bosch hizo un llamado a esos sectores “Crear la democracia es un deber de todos los dominicanos y por tanto cada uno debe cargar con su parte de responsabilidad. Un hombre solo puede organizar y dirigir una tiranía, pero un hombre solo no puede construir y mantener un régimen democrático” (Juan Bosch)
La errática percepción de los sectores conservadores y antidemocráticos, de “una amenaza comunista” que avanzaba en el país como resultado de la tolerancia del gobierno de Bosch con los comunistas crearon el caldo de cultivo para las iniciativas de actividades conspirativas contra el gobierno de Bosch. Las primeras intrigas de esta acusación para justificar las innumerables actividades contra el primer ensayo democrático después de la muerte de Trujillo fueron recibidas primeramente por Rómulo Betancourt, antiguo aliado y amigo de Bosch, en relación a un supuesto documento anticomunista promovido por Betancourt, José Figueres (también antiguo amigo del Bosch) junto con otros líderes extranjeros, cuyo documento Juan Bosch se negó a firmar ;quizá por ahí comenzaron las diferencias entre los otroras amigos y aliados de Juan Bosch Figueres y Betancourt.
Lo que si no hay duda, es de que el ambiente anticomunista que se vivía en el mundo a raíz de la Guerra Fría, y particularmente en América Latina debido a el carácter socialista que adoptara la revolución cubana, que en la República Dominicana había encontrado eco entre los herederos de Trujillo, la oligarquía y sobre todo la Iglesia Católica, había generado las condiciones ideales para dar al traste con el proyecto democratizador de Bosch. El pretexto inmediato fue la nueva Constitución democrática y progresista de 1963.
La historia posterior, el golpe de Estado contra Bosch, la revuelta de abril y la ocupación militar por Estados Unidos a la República Dominicana, es historia patria. En ese sentido, vamos a permitirle al eminente catedrático dominicano, residente en México, Pablo Mariñez que nos haga un análisis en el contexto histórico en que se dieron estos acontecimientos.
En esta primera entrega amigo lector le dejamos con el acucioso y eminente investigador y profesor universitario Pablo Mariñez.
Pablo Mariñez: “(…) el capitalismo se expandía, sobre todo a lo largo del siglo XIX y primera década del siglo XX, vertiginosa y arrolladoramente, desde el centro –que era Europa y Estados Unidos, básicamente –hacia la periferia (lo que durante mucho tiempo se llamaría “Tercer Mundo”), sin impulsar necesariamente sus relaciones de producción correspondientes, y mucho menos del proceso de industrialización, este era reservado para los países del centro, donde a su vez se desarrollaba la democracia, mientras que en los países de la periferia el capitalismo apenas incursionaba a nivel del mercado, como países y regiones que proporcionaban -como colonias o neocolonias-, materias primas y fuerza de trabajo barata, a la vez que eran receptoras de cuantiosas inversiones de capital.
Este proceso daría lugar a que desde el centro del mismo sistema capitalista se produjera una gran asimetría entre los países del centro y los de la periferia; la que se expresaría en el producto interno bruto y muchos otros indicadores económicos, a la vez que sociales. Por lo mismo los países de la periferia carecían de la sustancia económica y social que demandaba una democracia, como si la había en los países del centro. Sin embargo, ello no fue impedimento para que los países de la periferia se intentaran impulsar proyectos democráticos, los cuales estaban llamados a fracasar, al menos en la mayoría de los casos, tanto por razones internas como externas.
Dentro de este contexto de asimetría entre el centro y la periferia, y en un país carente de la sustancia económica y social en su organización capitalista, como la República Dominicana a principios de la década de 1960, tras la caída de la dictadura de treinta y un años de Rafael Leónidas Trujillo, a Juan Bosch le correspondería impulsar un proyecto democrático, luego de ser electo Presidente constitucional, en diciembre de 1962. Ante el fracaso para lograrlo, a consecuencia del golpe militar que lo derroco, en septiembre de 1963, posteriormente por la ocupación militar de 1965, el país quedaría colocado en una compleja y difícil situación. Bosch lo expresaría de la siguiente manera: “Creo que en la República Dominicana, Latinoamérica ha recibido una lección. La lección de que no es posible establecer una democracia con la ayuda de los Estados Unido, y de que tampoco es posible establecer una democracia contra Estados Unidos…”. Trágica contradicción –un verdadero callejón sin salida-para un país como la República Dominicana, situado en la misma frontera imperial del Caribe, en pleno auge de la Guerra Fría.
Sin embargo, tratando de encontrar un salida a tan difícil y compleja situación, Bosch viaja a Europa a finales de 1966, en busca del espacio y las condiciones adecuadas para reflexionar y estudiar diversos tópicos políticos, sociológicos e históricos de la República Dominicana y el Caribe, lo mismo que a nivel internacional, que le permitiera dar una repuesta a la crisis dominicana. Después de una serie de estudios realizados, en 1969 Bosch desarrolla una nueva tesis política de gobierno, Dictadura con respaldo popular, que consistía, en esencia, en un revolución antioligárquica, que permitiera encontrar las vías del desarrollo, con una nueva organización política que garantizara la equidad y la justicia social en un Estado de derecho que asegurara la paz y la libertad; todo ello, después de haber logrado la recuperación de la soberanía nacional.
Esto quiere decir que la Dictadura con respaldo popular seria dada a conocer casi un siglo y medio después –ciento treinta y cuatro años para ser más precisos –de que Alexis de Tocqueville publicara La democracia de América; y ciento veinte y cinco años después de que la República dominicana lograra su independencia nacional,1844, y comenzara a organizarse políticamente como sistema democrático. Esa era la distancia cronológica y, por supuesto, económica, social, y política existente entre Estados Unidos, líder de la democracia representativa, y la República dominicana a finales de la década de 1960, país que sufría de una arritmia histórica, como lo definía Juan Bosch; es decir, esa era la distancia que había, en el mismo sistema capitalista, entre el centro y la periferia, al menos entre ambos países. (…) pero no debemos dejar de señalar que en realidad la distancia señalada entre ambos países es mucho mayor, pues La democracia de América no es un proyecto, sino el estudio de un caso concreto, de lo que Tocqueville había tenido la oportunidad de ver, vivir y analizar en estados Unidos durante su estancia en ese país en la primera década de 1830; en cambio, Dictadura con respaldo popular, apenas consiste en una tesis, como proyecto para instaurar un nuevo sistema político en República Dominicana, acorde con sus propias condiciones históricas, políticas y socioeconómicas; pero también el hecho revela que el país llevaba más de un siglo fracasando en su intento de organizarse económica y políticamente, si tomamos como punto de partida la independencia nacional de 1844, y casi quinientos años si se parte de 1492. Para Bosch, “lo que ha fracasado no ha sido el pueblo dominicano; ha sido el sistema en que ha vivido”.
El golpe de Estado de 1963 que derroco al presidente Juan Bosch, y la ocupación militar estadounidense de 1965 tuvieron tan fuerte impacto en su pensamiento político, que solo son comparables al que origino la lectura de la obra de Eugenio María de Hostos, cuando el joven Juan Bosch, a la edad de 29 años, llego a Puerto Rico en 1938.
Sin embargo, entre ambos acontecimientos hay una diferencia significativa, que bien vale la pena abordar, aunque sea muy sucintamente. Mientras el encuentro de Bosch con la obra de Hostos “le permitió conocer que fuerza mueven, y como la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”, y por lo tanto modifico su cosmovisión, definió su horizonte político y sentó las bases para lograr una solida formación intelectual, que lograría incluso consolidar en el curso de sus primeros años de exilio, en cambio, el golpe militar de 1963 contra su gobierno, pero fundamentalmente la ocupación armada de 1965,modificaría las condiciones materiales de producción existente, de las cuales Bosch no podía substraerse, por lo que el enfoque de sus análisis estaba conminado a tomar un curso diferente.
En efecto, a lo largo de los veinte y cinco años transcurridos entre 1938, al iniciar su exilio, y 1963, cuando llega a la Presidencia de la República Dominicana, se habían producido significativos cambios internacionales que se constituirían en verdaderos desafíos para Bosch llevar adelante el proyecto político democrático que muy cuidadosa y seriamente —asumiendo múltiples retos, que lo llevaría al exilio dentro del exilio, así como a la cárcel –había ido elaborando durante sus años de vida errante por diversos países, pero fundamentalmente en el Caribe, y el interior de este, en Cuba.
La región del Caribe, que Bosch había estudiado amplia y profundamente, también se había transfigurado, en particular a raíz del triunfo de la revolución Cubana en 1959. En suma, su proyecto político democrático, tal y como él lo había concebido, se enfrentaba a un escenario geopolítico distinto, mucho más complicado, que reducía la posibilidad de hacerse realidad.
Sin embargo, por la sagacidad político que lo caracterizaba, Bosch había alcanzado a comprender, muy tempranamente, el impacto de la Revolución Cubana en la región, cuya geopolítica había sido modificada; en cambio, las transformaciones que se habían ido produciendo, justamente alrededor de esos años en el imperialismo, es decir dentro de la economía capitalista, así como de los aparatos de poder de Estado Unidos, no fueron percibidos tan rápidamente; cambios que por lo demás ningún internacionalista o analista político había logrado comprender y analizar, al menos en profundidad.
Ciertamente, tendrían que producirse la ocupación militar de 1965 en la República dominicana -y un año antes, 1964, en Viet Nam–, para que el líder político dominicano hiciera una lectura de la historia de Estados Unidos, de sus sectores de poder, de su política internacional, y más que nada del capitalismo en su fase imperialista. Acontecimientos que le darían el privilegio, gracias a su solida formación intelectual y política, de ser un pionero en el análisis de los cambios que se estaban produciendo al interior de dicho sistema.
Como podemos observa, sería un simplismo, como han hecho algunos analistas, plantear que en Juan Boch se produjo un cambio radical en su pensamiento político –o incluso que se había convertido en un amargado y resentido-. Es cierto, se había producido un cambio en su pensamiento político, pero solo en algunas dimensiones, como la democracia y el partido político, pues en la demás dimensiones encontramos una continuidad… (…) Lo que no se puede perder de vista es que el verdadero cambio se había desarrollado en la estructura del capitalismo, y en la coyuntura de la región del Caribe, pues el orden geopolítico se había transformado. Y siendo Bosch un actor político de primer plano en los hechos que allí se producían, no podía quedarse aferrado a un viejo libreto, que partencia a una etapa de la historia que había sido modificada, al menos en la correlación de fuerzas económicas, militares, políticas y sociales. Desde una perspectiva metodológica de análisis del pensamiento político de Juan Bosch, lo correcto sería plantear un enfoque dialectico para una adecuada comprensión del mismo, dejando a un lado el simplismo de las subjetividades antes señaladas. Las condiciones de producción se habían modificado como resultado de los cambios políticos internacionales, y en consecuencia se tenía que producir un cambio en el enfoque y análisis políticos, incluso recurriendo a otras propuestas teóricas paradigmáticas, pues al modificarse la problemática objeto de estudio los viejos instrumentos teóricos no son suficientes para dar cuenta, de manera rigurosa, del curso que estaban siguiendo los nuevos acontecimientos.
Por lo que acabamos de plantear, nos parece un gran acierto que el Pentagonismo, sustituto del imperialismo (1967) y dictadura con respaldo popular(1969),formen parte de un mismo tomo para ser prologada… pues aunque la primera corresponde al campo de los estudios internacionales, y la segunda al de la sociología política, ambas se encuentran estrechamente relacionada entre sí, tanto porque corresponden a desafíos teóricos para el autor, como que pertenecen a una misma coyuntura política internacional, regional y nacional. Sin embargo, la vinculación es mucho más estrecha y profunda de lo que acabamos de exponer, pues sin la primera Bosch no hubiera podido desarrollar la segunda; a su vez, en lo que a las condiciones de producción se refiere, tendríamos que plantear, lapidariamente, que ambos libros son hijos de la ocupación militar estadounidenses de 1965 a la República dominicana. Sin esta última, Bosch se hubiera dedicado al ejerció de sus funciones de Presidente de la República, cargo para el que había sido elegido libre y soberanamente por el pueblo dominicano, y hubiera comenzado a impulsar su proyecto político de democracia representativa, o de democracia revolucionaria, como él prefería llamarla.
A finales de 1966, cuando Bosch emprende su viaje hacia España, que luego lo llevaría a ´Francia, y desde ahí a varios países europeos y asiáticos, apenas hacia un año y medio se había producido la ocupación militar estadounidenses en República dominicana, en abril de 1965. (…) ya había tomado posesión del gobierno el Dr. Joaquín Balaguer, candidato favorito de las tropas de ocupación; al momento de su salida todavía el olor a pólvora se respiraba en las calles dominicanas; las casas y edificios mostraban las perforaciones de los impactos de balas, proyectiles, morteros, bazucas y cañonazos que habían causado las armas estadounidenses, con un saldo de más de tres mil muertos; cientos de jóvenes habían tenido que abandonar el país –y lo seguirían haciendo durante varios años más, en un numero de miles–, (…) Apenas era el preámbulo de los doce años de crímenes y terror causado por las bandas paramilitares, que perseguían y asesinaban a líderes políticos, sindicales, estudiantiles, y a la ciudadanía en general; todo ello durante el gobierno del Dr. Joaquín Balaguer,1966 a 1978.
Por cuanto, Bosch no podía perder tiempo, tenía que actuar con rapidez para buscarle solución política al país, sobre todo para que recuperara, antes que nada, su soberanía nacional, de tener el crimen de las más tarde llamada “fuerzas incontrolables”, especie de escuadrón de la muerte que operaba impunemente en todo el territorio nacional, así como proponer un nuevo modelo económico y político de gobierno que garantizara el desarrollo nacional, la libertad, la paz social.
Dada las condiciones existentes en la región, había que ser muy creativo, audaz y decidido políticamente para encontrar tal solución, Bosch era absolutamente consciente de ello, el país posiblemente atravesaba por una de sus peores encrucijadas de toda su historia.
Eran los años de la guerra fría, políticamente difíciles y sumamente complejos, no solo para las pequeñas naciones del Caribe como República Dominicana; sino también a nivel internacional.
En suma, eran años convulsionados, de luchas anticoloniales, de movimientos de liberación nacional; de luchas antiimperialistas que recorrían por todo el mundo. Las aspiraciones, para algunos, eran de establecer un amplio frente de carácter tricontinental, donde se pudiera mancomunar las fuerzas revolucionarias del tercer mundo, es decir, de América Latina, África y Asia. Eran los años en que el Che Guevara había proclamado la consigna de crear “dos, tres…muchos Vietnam”, como lo plantearía a principio de 1967.
En ese complejo y tenso contexto internacional es en el que Juan Bosch se establece en España… (…) permanecería hasta 1969, (…) retornaría a la República Dominicana en abril de 1970. En esos tres años y medio escribiría sus más importantes obras, entre ellas, el Pentagonismo sustituto del imperialismo (1967), Dictadura con respaldo popular (1969), De Cristóbal Colon a Fidel Castro o Caribe Frontera Imperial, Composición Social dominicana, entre otros no menos importantes”. (Pablo Mariñez )
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JUAN BOSCH,
LA GUERRA FRIA
9 de septiembre de 2013
Derrocamiento de Allende, contado por Washington
Desde 1961, apenas posesionado, el presidente John F. Kennedy nombró un comité encargado de las elecciones que se desarrollarían en Chile tres años después. Según la investigación de la Comisión Church del Senado estadounidense[1], estuvo compuesto de altos responsable del Departamento de Estado, la Casa Blanca y la CIA. Este Comité fue reproducido en la embajada estadounidense en Santiago, capital chilena. El objetivo era impedir que el candidato socialista, Salvador Allende, ganara los comicios [2].Allende era un marxista convencido de que por la vía pacífica se podía llegar al gobierno, y, desde ahí, darle un vuelco a las estructuras del Estado en beneficio de las mayorías empobrecidas. Expresaba que para lograr tal objetivo se debía nacionalizar las grandes industrias, priorizando las que estaban en manos estadounidenses, al ser éstas las que explotaban los recursos estratégicos. Estos, y otros ideales sociales, lo convirtieron en un indeseable para Washington: podría servir de ejemplo para los pueblos de otras naciones latinoamericanas.
Para hacerle oposición, varios millones de dólares fueron distribuidos entre los partidos políticos de centro y de la derecha para que realizaran su propaganda. Al momento de elegir el candidato a la presidencia, Washington decidió apoyar a Eduardo Frei, del partido Demócrata Cristiano, un personaje que impuso a sus otros financiados.
En total, la operación costó unos veinte millones de dólares, una suma inmensa para la época, al punto de sólo poderse comparar con lo gastado en las elecciones presidenciales estadounidenses. Es que Washington no tanto invirtió en el candidato Frey, sino que realizó toda una campaña de propaganda anticomunista a largo plazo.
La Comisión del Senado dijo: “Se explotaron todos los medios posibles: prensa, radio, películas, volantes, folletos, correos, banderolas, pinturas murales.” La Comisión reconoció que la CIA realizó, por intermedio de sus partidos comprados y varias organizaciones sociales, una “campaña alarmista” donde el objetivo principal fueron las mujeres, a las cuales se les aseguraba que los soviéticos y los cubanos llegarían para arrebatarle a sus hijos si ganaba Allende. Afiches distribuidos masivamente mostraban a niños llevando en la frente un tatuaje con la hoz y el martillo. La tradición religiosa también fue manipulada al máximo para que se temiera al “comunismo ateo e impío.”
La operación psicológica funcionó por encima de las expectativas: Frei logró el 56% de votos, mientras que Allende el 39%. La CIA, según la Comisión del Senado, aseguró que “la campaña de inculcar miedo anticomunista había sido la más eficaz de todas las actividades adelantadas.”
Fue una operación psicológica, con carácter de guerra, cuya base eran los planes aplicados en Guatemala que terminaron derrocando al presidente Jacobo Arbenz, en junio de 1954 [3]. Una operación que en Chile no se desmanteló con el triunfo de Frei, porque, a pesar de todo, la cantidad de votos logrados por Allende fue alta. Y el vencido tenía todas las intenciones de presentarse a las futuras elecciones.
En sus Memorias William “Bill” Colby, jefe de la CIA entre 1973 y1976, cuenta que durante las elecciones presidenciales de 1970, “la CIA debió dirigir todos los esfuerzos contra el marxista Allende. Ella se encargó de organizar una vasta campaña de propaganda contra su candidatura.” [4] La operación se llamó “Segunda Vía”. Todo por orden directa del presidente Richard Nixon.
Henry Kissinger, el consejero para la Seguridad Nacional del presidente, expresaría durante una reunión del Consejo de Seguridad sobre Chile, el 27 de junio de 1970: “Yo no veo por qué debemos quedarnos indiferentes, mientras un país cae en el comunismo por culpa de la irresponsabilidad de su pueblo.” [5] O sea, la soberana decisión de los ciudadanos no podía ser válida si no estaba en concordancia con los intereses estadounidenses. Durante esta reunión se decidió sumar trescientos mil dólares a la operación de propaganda que ya se adelantaba.
Según la Comisión Church del senado, Richard Helms, jefe de la CIA desde 1966, envió a dos oficiales de la CIA, a los que conocía desde los primeros preparativos de invasión a Cuba, como responsables; ambos especialistas de la guerra psicológica y la desinformación; con importante participación en el golpe de Estado en Guatemala, y acababan de desembarcar de la guerra en Indochina: David Atlee Phillips y David Sánchez Morales. La Comisión del Senado dijo que una de las consignas que englobaba la campaña era: “La victoria de Allende significa la violencia y la represión estalinista.”
Pero el 4 de septiembre de 1970 Allende ganó las elecciones. Escribe Colby que “Nixon entró en cólera. Él estaba convencido de que la victoria de Allende haría pasar a Chile al campo de la revolución castrista y anti-americana, y que el resto de América Latina no tardaría en seguirle los pasos.” Prosigue el ex patrón de la CIA: Nixon convocó a Helms “y le impuso muy claramente la responsabilidad de evitar que Allende asumiera sus funciones.” En la misma reunión Nixon encargó a Kissinger darle un seguimiento estricto al complot.
Es que quedaba una posibilidad para evitar que Allende asumiera la presidencia: había triunfado pero con una mayoría relativa, debido a que las fuerzas de izquierda se habían dividido, carcomidas por la campaña mediática y/o el dinero que la CIA logró inyectar a ciertos grupos. Por tanto el Congreso chileno se debía reunir el 24 de octubre para decidir entre Allende y Jorge Alessandri, candidato del partido conservador y quien obtuviera la segunda votación. El plan de Washington era, entonces, comprar el voto de congresistas para que no confirmaran el triunfo del socialista. Helms envió a un “grupo de trabajo” que mantuvo una “actividad frenética” durante seis semanas”, según relata Colby. Esto tampoco funcionó y Allende sería declarado ganador de las elecciones.
Los operarios especiales de la CIA tomaron contacto con responsables políticos y militares para seleccionar aquellos que podrían estar listos para actuar contra Allende, “y determinar con ellos la ayuda financiera, las armas y el material que fuera necesario para barrerlo de la ruta hacia la presidencia”, según Colby.
La mayor esperanza se centró en las Fuerzas Armadas, pero todo dependía de su comandante, el general René Schneider. El problema que encontró la CIA es que este militar había expresado claramente que su institución respetaría la Constitución. Y Colby, en sus Memorias, reconoce con una naturalidad espeluznante: “Entonces era un hombre a matar. Se organiza contra él una tentativa de secuestro que termina mal: fue herido al oponer resistencia y muere poco después debido a las heridas.”
Según la Comisión Church el 22 de octubre, muy temprano en la mañana, la CIA entregó a conspiradores chilenos metralletas y municiones “esterilizadas”, denominadas así porque en caso de investigación no es posible determinar su origen. Horas después se produjo el atentado. Tres días después moriría Schneider, “el hombre a matar”. Inmediatamente el presidente Nixon envió un cínico mensaje a su homólogo chileno: “Yo quisiera hacerle parte de mi dolor ante este repugnante acto.” El sucesor de Schneider sería un tal general Pinochet.
El 3 de noviembre de 1970 Allende se posesionó como presidente: Nixon no le envió el regular mensaje de felicitación que exige el protocolo diplomático, ni el embajador estadounidense asistió a la investidura.
Ahora correspondía preparar la desestabilización del nuevo gobierno, lo cual se encargaría a la Dirección del Hemisferio Occidental de la Agencia. Una dependencia que desde 1972 tuvo como director a un oficial con gran experiencia en operaciones clandestinas: Ted Shackley. Y éste nombró a su hombre-sombra, Tom Clines, para que se concentrara en el “caso Allende”, teniendo bajo su responsabilidad a los viejos colegas Sánchez Morales y Atlee Phillips.
En marzo del siguiente año Bill Colby vuelve a ser el superior de Shackley y Clines como subdirector de Operaciones Especiales. Este trío regresaba de estar al frente de la guerra sucia en Indochina, muy particularmente en Vietnam.
Desde 1972 este equipo de la CIA, en Washington y Chile, fue desarrollando la operación más perfeccionada de desinformación y sabotaje económico que hasta ese momento se conociera en el mundo. Colby confesó que fue una “experiencia de laboratorio que demostró la eficacia de la inversión financiera para desacreditar y derrocar a un gobierno." [6]
No fue todo. Según la Comisión del Senado estadounidense, la estación de la CIA en Santiago se dedicó a recoger toda la información necesaria para un eventual golpe de Estado. “Listas de personas a detener; infraestructuras y personal civil que debían ser protegidos con prioridad; instalaciones gubernamentales a ocupar; planes de urgencia previstos por el gobierno si se diera un levantamiento militar.” [7]
Según el ex funcionario del Departamento de Estado, William Blum, esta información sensible de Estado fue obtenida a partir de la “compra” de altos funcionarios y de dirigentes políticos de la coalición partidaria de Allende, La Unidad Popular [8] . Mientras que en Washington los empleados de la embajada chilena se quejaban de la desaparición de documentos, no sólo de la sede diplomática sino de sus propios domicilios. Sus comunicaciones fueron sometidas a escucha. Un trabajo realizado por el mismo equipo que muy poco después se involucraría en el Watergate. [9]
La acción contra Allende necesitó de una campaña internacional de difamación e intrigas. Buena parte de ella fue encargada a un inexperto en política exterior y casi desconocido político, aunque viejo conocido del presidente Nixon y de los hombres que adelantaban la operación: George H.W. Bush. Esa tarea la realizó como embajador en la ONU, función que ocupaba desde febrero de 1971. Cuando fue nombrado para el cargo nadie quiso recordar que pocos meses antes había logrado, como representante a la Cámara de Texas, que se restableciera en ese Estado la pena de muerte para los “homosexuales reincidentes”.
El 11 de septiembre de 1973 se da el sangriento golpe de Estado contra el gobierno de Allende, encabezado por el general Augusto Pinochet, y se desata una terrible represión. Aunque Shackley había dejado su cargo poco antes de aquel fatídico día, fue la figura clave en el operativo. Su biógrafo afirma: “Salvador Allende murió durante el golpe. Cuando el humo se disipó, el General Augusto Pinochet, dirigente de la Junta Militar, estaba en el poder dictatorial, debido en parte al arduo trabajo de Shackley [...]” [10]
Casi un mes después, el 16 de octubre, Henry Kissinger recibiría el Premio Nobel de la Paz… Al año siguiente del golpe, mientras la dictadura seguía ensangrentando a la nación, el presidente Gerald Ford declaraba que los estadounidenses habían actuado “por los mejores intereses de los chilenos y, obviamente, para los de Estados Unidos." [11]
Mientras que en 1980 el ex presidente Nixon escribiría: “Los detractores se preocupan únicamente por la represión política en Chile, e ignoran las libertades fruto de una economía libre […] Más que reclamar la perfección inmediata en Chile, deberíamos apoyar los progresos realizados.” [12]
(* Con algunos pocos cambios, este es un capitulo tomado del libro “El Equipo de Choque de la CIA”. El Viejo Topo, Barcelona, 2010.)
Notas:
1- Comisión especial presidida por el senador Frank Church: “Alleged Assassination Plots Involving foreign Leaders.” November, 1975. U.S. Government printing office 61-985, Washington, 1975.
2- Cover Action in Chile, 1963-1973. The Select Committe to Study Governmental Operations with Respect to Intelligence Activities, US Senate. Washington, 18 décembre 1975.
3- El presidente estadounidense Dwight David Eisenhower autorizó a la CIA el derrocamiento de Arbenz, aplicando un plan integral, inédito hasta ese momento en el continente, que contenía acciones de guerra sicológica, mercenaria y paramilitar, cuyo nombre en clave fue PBSUCCESS. Ver: Cullather, Nick. "Secret History: the CIA Classified Accounts of its Operations in Guatemala, 1952-1954". Stanford University. 1999.
4- Colby, William. "30 ans de C.I.A." Presses de la Renaissance. París, 1978.
5- Newsweek. Washington, 23 septembre 1974.
6- New York Times. 8 septembre 1974.
7- Cover Action in Chile, 1963-1973. Ob. Cit.
8- Blum, William. "Les guerres scélérates". Parangon, París 2004.
9- Watergate se llamaba el edificio donde ese encontraban las oficinas del Partido Demócrata. Ilegalmente, en 1972 el presidente Nixon ordenó que fueran puestas bajo escucha. Ante las pruebas y el escándalo el presidente debió renunciar en agosto de 1974. Ver: Marchetti, Victor y Marks, John. "La CIA et le culte du renseignement". Ed. Robert Laffont. París, 1975.
10- Corn, David. Blond Ghost, "Ted Shackley and the CIA’s Crusades". Simon & Schuster. New York, 1994.
11- New York Times. 17 septembre 1974.
12- Nixon, Richard. "La vraie guerre". Albin Michel. París, 1980.
Para hacerle oposición, varios millones de dólares fueron distribuidos entre los partidos políticos de centro y de la derecha para que realizaran su propaganda. Al momento de elegir el candidato a la presidencia, Washington decidió apoyar a Eduardo Frei, del partido Demócrata Cristiano, un personaje que impuso a sus otros financiados.
En total, la operación costó unos veinte millones de dólares, una suma inmensa para la época, al punto de sólo poderse comparar con lo gastado en las elecciones presidenciales estadounidenses. Es que Washington no tanto invirtió en el candidato Frey, sino que realizó toda una campaña de propaganda anticomunista a largo plazo.
La Comisión del Senado dijo: “Se explotaron todos los medios posibles: prensa, radio, películas, volantes, folletos, correos, banderolas, pinturas murales.” La Comisión reconoció que la CIA realizó, por intermedio de sus partidos comprados y varias organizaciones sociales, una “campaña alarmista” donde el objetivo principal fueron las mujeres, a las cuales se les aseguraba que los soviéticos y los cubanos llegarían para arrebatarle a sus hijos si ganaba Allende. Afiches distribuidos masivamente mostraban a niños llevando en la frente un tatuaje con la hoz y el martillo. La tradición religiosa también fue manipulada al máximo para que se temiera al “comunismo ateo e impío.”
La operación psicológica funcionó por encima de las expectativas: Frei logró el 56% de votos, mientras que Allende el 39%. La CIA, según la Comisión del Senado, aseguró que “la campaña de inculcar miedo anticomunista había sido la más eficaz de todas las actividades adelantadas.”
Fue una operación psicológica, con carácter de guerra, cuya base eran los planes aplicados en Guatemala que terminaron derrocando al presidente Jacobo Arbenz, en junio de 1954 [3]. Una operación que en Chile no se desmanteló con el triunfo de Frei, porque, a pesar de todo, la cantidad de votos logrados por Allende fue alta. Y el vencido tenía todas las intenciones de presentarse a las futuras elecciones.
En sus Memorias William “Bill” Colby, jefe de la CIA entre 1973 y1976, cuenta que durante las elecciones presidenciales de 1970, “la CIA debió dirigir todos los esfuerzos contra el marxista Allende. Ella se encargó de organizar una vasta campaña de propaganda contra su candidatura.” [4] La operación se llamó “Segunda Vía”. Todo por orden directa del presidente Richard Nixon.
Henry Kissinger, el consejero para la Seguridad Nacional del presidente, expresaría durante una reunión del Consejo de Seguridad sobre Chile, el 27 de junio de 1970: “Yo no veo por qué debemos quedarnos indiferentes, mientras un país cae en el comunismo por culpa de la irresponsabilidad de su pueblo.” [5] O sea, la soberana decisión de los ciudadanos no podía ser válida si no estaba en concordancia con los intereses estadounidenses. Durante esta reunión se decidió sumar trescientos mil dólares a la operación de propaganda que ya se adelantaba.
Según la Comisión Church del senado, Richard Helms, jefe de la CIA desde 1966, envió a dos oficiales de la CIA, a los que conocía desde los primeros preparativos de invasión a Cuba, como responsables; ambos especialistas de la guerra psicológica y la desinformación; con importante participación en el golpe de Estado en Guatemala, y acababan de desembarcar de la guerra en Indochina: David Atlee Phillips y David Sánchez Morales. La Comisión del Senado dijo que una de las consignas que englobaba la campaña era: “La victoria de Allende significa la violencia y la represión estalinista.”
Pero el 4 de septiembre de 1970 Allende ganó las elecciones. Escribe Colby que “Nixon entró en cólera. Él estaba convencido de que la victoria de Allende haría pasar a Chile al campo de la revolución castrista y anti-americana, y que el resto de América Latina no tardaría en seguirle los pasos.” Prosigue el ex patrón de la CIA: Nixon convocó a Helms “y le impuso muy claramente la responsabilidad de evitar que Allende asumiera sus funciones.” En la misma reunión Nixon encargó a Kissinger darle un seguimiento estricto al complot.
Es que quedaba una posibilidad para evitar que Allende asumiera la presidencia: había triunfado pero con una mayoría relativa, debido a que las fuerzas de izquierda se habían dividido, carcomidas por la campaña mediática y/o el dinero que la CIA logró inyectar a ciertos grupos. Por tanto el Congreso chileno se debía reunir el 24 de octubre para decidir entre Allende y Jorge Alessandri, candidato del partido conservador y quien obtuviera la segunda votación. El plan de Washington era, entonces, comprar el voto de congresistas para que no confirmaran el triunfo del socialista. Helms envió a un “grupo de trabajo” que mantuvo una “actividad frenética” durante seis semanas”, según relata Colby. Esto tampoco funcionó y Allende sería declarado ganador de las elecciones.
Los operarios especiales de la CIA tomaron contacto con responsables políticos y militares para seleccionar aquellos que podrían estar listos para actuar contra Allende, “y determinar con ellos la ayuda financiera, las armas y el material que fuera necesario para barrerlo de la ruta hacia la presidencia”, según Colby.
La mayor esperanza se centró en las Fuerzas Armadas, pero todo dependía de su comandante, el general René Schneider. El problema que encontró la CIA es que este militar había expresado claramente que su institución respetaría la Constitución. Y Colby, en sus Memorias, reconoce con una naturalidad espeluznante: “Entonces era un hombre a matar. Se organiza contra él una tentativa de secuestro que termina mal: fue herido al oponer resistencia y muere poco después debido a las heridas.”
Según la Comisión Church el 22 de octubre, muy temprano en la mañana, la CIA entregó a conspiradores chilenos metralletas y municiones “esterilizadas”, denominadas así porque en caso de investigación no es posible determinar su origen. Horas después se produjo el atentado. Tres días después moriría Schneider, “el hombre a matar”. Inmediatamente el presidente Nixon envió un cínico mensaje a su homólogo chileno: “Yo quisiera hacerle parte de mi dolor ante este repugnante acto.” El sucesor de Schneider sería un tal general Pinochet.
El 3 de noviembre de 1970 Allende se posesionó como presidente: Nixon no le envió el regular mensaje de felicitación que exige el protocolo diplomático, ni el embajador estadounidense asistió a la investidura.
Ahora correspondía preparar la desestabilización del nuevo gobierno, lo cual se encargaría a la Dirección del Hemisferio Occidental de la Agencia. Una dependencia que desde 1972 tuvo como director a un oficial con gran experiencia en operaciones clandestinas: Ted Shackley. Y éste nombró a su hombre-sombra, Tom Clines, para que se concentrara en el “caso Allende”, teniendo bajo su responsabilidad a los viejos colegas Sánchez Morales y Atlee Phillips.
En marzo del siguiente año Bill Colby vuelve a ser el superior de Shackley y Clines como subdirector de Operaciones Especiales. Este trío regresaba de estar al frente de la guerra sucia en Indochina, muy particularmente en Vietnam.
Desde 1972 este equipo de la CIA, en Washington y Chile, fue desarrollando la operación más perfeccionada de desinformación y sabotaje económico que hasta ese momento se conociera en el mundo. Colby confesó que fue una “experiencia de laboratorio que demostró la eficacia de la inversión financiera para desacreditar y derrocar a un gobierno." [6]
No fue todo. Según la Comisión del Senado estadounidense, la estación de la CIA en Santiago se dedicó a recoger toda la información necesaria para un eventual golpe de Estado. “Listas de personas a detener; infraestructuras y personal civil que debían ser protegidos con prioridad; instalaciones gubernamentales a ocupar; planes de urgencia previstos por el gobierno si se diera un levantamiento militar.” [7]
Según el ex funcionario del Departamento de Estado, William Blum, esta información sensible de Estado fue obtenida a partir de la “compra” de altos funcionarios y de dirigentes políticos de la coalición partidaria de Allende, La Unidad Popular [8] . Mientras que en Washington los empleados de la embajada chilena se quejaban de la desaparición de documentos, no sólo de la sede diplomática sino de sus propios domicilios. Sus comunicaciones fueron sometidas a escucha. Un trabajo realizado por el mismo equipo que muy poco después se involucraría en el Watergate. [9]
La acción contra Allende necesitó de una campaña internacional de difamación e intrigas. Buena parte de ella fue encargada a un inexperto en política exterior y casi desconocido político, aunque viejo conocido del presidente Nixon y de los hombres que adelantaban la operación: George H.W. Bush. Esa tarea la realizó como embajador en la ONU, función que ocupaba desde febrero de 1971. Cuando fue nombrado para el cargo nadie quiso recordar que pocos meses antes había logrado, como representante a la Cámara de Texas, que se restableciera en ese Estado la pena de muerte para los “homosexuales reincidentes”.
El 11 de septiembre de 1973 se da el sangriento golpe de Estado contra el gobierno de Allende, encabezado por el general Augusto Pinochet, y se desata una terrible represión. Aunque Shackley había dejado su cargo poco antes de aquel fatídico día, fue la figura clave en el operativo. Su biógrafo afirma: “Salvador Allende murió durante el golpe. Cuando el humo se disipó, el General Augusto Pinochet, dirigente de la Junta Militar, estaba en el poder dictatorial, debido en parte al arduo trabajo de Shackley [...]” [10]
Casi un mes después, el 16 de octubre, Henry Kissinger recibiría el Premio Nobel de la Paz… Al año siguiente del golpe, mientras la dictadura seguía ensangrentando a la nación, el presidente Gerald Ford declaraba que los estadounidenses habían actuado “por los mejores intereses de los chilenos y, obviamente, para los de Estados Unidos." [11]
Mientras que en 1980 el ex presidente Nixon escribiría: “Los detractores se preocupan únicamente por la represión política en Chile, e ignoran las libertades fruto de una economía libre […] Más que reclamar la perfección inmediata en Chile, deberíamos apoyar los progresos realizados.” [12]
(* Con algunos pocos cambios, este es un capitulo tomado del libro “El Equipo de Choque de la CIA”. El Viejo Topo, Barcelona, 2010.)
Notas:
1- Comisión especial presidida por el senador Frank Church: “Alleged Assassination Plots Involving foreign Leaders.” November, 1975. U.S. Government printing office 61-985, Washington, 1975.
2- Cover Action in Chile, 1963-1973. The Select Committe to Study Governmental Operations with Respect to Intelligence Activities, US Senate. Washington, 18 décembre 1975.
3- El presidente estadounidense Dwight David Eisenhower autorizó a la CIA el derrocamiento de Arbenz, aplicando un plan integral, inédito hasta ese momento en el continente, que contenía acciones de guerra sicológica, mercenaria y paramilitar, cuyo nombre en clave fue PBSUCCESS. Ver: Cullather, Nick. "Secret History: the CIA Classified Accounts of its Operations in Guatemala, 1952-1954". Stanford University. 1999.
4- Colby, William. "30 ans de C.I.A." Presses de la Renaissance. París, 1978.
5- Newsweek. Washington, 23 septembre 1974.
6- New York Times. 8 septembre 1974.
7- Cover Action in Chile, 1963-1973. Ob. Cit.
8- Blum, William. "Les guerres scélérates". Parangon, París 2004.
9- Watergate se llamaba el edificio donde ese encontraban las oficinas del Partido Demócrata. Ilegalmente, en 1972 el presidente Nixon ordenó que fueran puestas bajo escucha. Ante las pruebas y el escándalo el presidente debió renunciar en agosto de 1974. Ver: Marchetti, Victor y Marks, John. "La CIA et le culte du renseignement". Ed. Robert Laffont. París, 1975.
10- Corn, David. Blond Ghost, "Ted Shackley and the CIA’s Crusades". Simon & Schuster. New York, 1994.
11- New York Times. 17 septembre 1974.
12- Nixon, Richard. "La vraie guerre". Albin Michel. París, 1980.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
8 de septiembre de 2013
Azua Noticia La Más Leída Del Sur: Imparten curso taller a los dirigentes del Partido Cívico Renovador (P C R) en Azua.
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