31 de mayo de 2013

El exceso decelos del PRD

César Medina

lobarnechea1@Hotmail.com

Los perredeístas más fanatizados no se conforman con sus pleitos internos. Como si les faltaran

enemigos adentro, salen a buscarlos afuera y se pelean hasta con su sombra.

Como ahora tienen un mecanismo digital que les permite replicar, acusar, agredir a quienes

consideran sus contrarios, han creado grupos de interactivos que mantienen muy activas las

redes sociales.

Creo que a todo el que escribe en los diarios o comenta en televisión le han puesto un gardeador que no le deja paz... El mío se llama Joseito.com. Y ya hasta lo echo de menos cuando pasa algunas horas sin enviarme algún insulto.

Lo ideal fuera mandarlo directo al zafacón digital. Pero entonces me perdería el encanto de la genialidad de sus “argumentos” en defensa de Hipólito.

O cuando el “tolete perredeísta” me acusa de traicionar “a tu hermano Miguel” por defender a Leonel, o los seguidores de Abinader atiborran mi correo culpándome de motejar a su líder con el nombrete que le puso Hipólito, La Tayota.

Los perredeístas son pródigos en suponerles malas intenciones a quienes opinan o escriben en los medios sin coincidir con sus posiciones grupales.

Esa actitud, sin embargo, no es nueva en la relación histórica del PRD y la prensa.

Por años la niña bonita

El PRD fue por muchos años la niña bonita de la prensa nacional. La explicación es su virginidad en el ejercicio del poder y porque era la única alternativa que tenía el país de salir del régimen de Balaguer por la vía electoral.

Por eso la identificación casi generalizada de la prensa hacia el profesor Bosch se transfiere a Peña Gómez cuando el PRD se divide en 1973.

Los periodistas de la época en proporción muy mayoritaria se identificaban con el PRD y particularmente con Peña Gómez, pero entonces no  existían los grupos internos en ese partido y el canibalismo de hoy era simplemente impensable en el partido “de la esperanza nacional”.

Las llamadas tendencias o grupos con cabezas propias que se disputaban la candidatura en el PRD, comenzaron a partir de 1975 cuando el partido se asoció a la Internacional Socialista con la premisa clara de ir a las elecciones de 1978 desafiando la represión del régimen balaguerista, después de dos abstenciones seguidas, en 1970 y 1974.

Para entonces el Partido de la Liberación Dominicana y su líder Juan Bosch habían perdido el apoyo casi total de la prensa y sus rebatiñas con periódicos y periodistas se hicieron antológicas.

La prensa se dividió

La mayoría de los periodistas se apandillaron en aquellos años... Unos apoyaban a Guzmán, otros a Jorge Blanco, a Peña Gómez, a Majluta... Así  como se dividió el PRD, en similar proporción se dividieron las simpatías de la mayoría de los periodistas que ejercíamos entonces en los periódicos y emisoras de radio.

En las salas de Redacción se expresaba esa división de forma desenfadada y unos y otros conocían las orientaciones de los demás. Eran contadas las excepciones, porque pocos disimulaban sus simpatías.

En mi caso particular, lo he dicho muchas veces, ese perredeísmo me llegó en el ADN, por mis padres. Mientras crecía, en mi casa paterna de San Cristóbal había dos adornos en la pared de la sala: Un Corazón de Jesús y el Jacho del PRD...

Apenas estaba alfabetizado cuando escribí mi primer letrero perredeísta en las elecciones de 1962, que ganó Juan Bosch, en una enorme pared de una fábrica de tubos que había en mi barrio: ¡Desde la montaña se ve el triunfo del PRD!

Es ese, el PRD, el único partido político en que he estado inscrito... Y no me arrepiento. Tal vez por eso lo conozco tan bien por dentro.

Me aparté para siempre en el ‘86, con la traición a Jacobo... ¿Cómo admitir semejante canibalismo?


El exceso decelos del PRD - listindiario.com

26 de mayo de 2013

Carta, elegía a mi madre



Escrito por: JOSÉ SILIÉ RUIZ

Hoy celebramos el “Día de las Mad re s”, el primero que nos toca celebrar sin tu presencia física terrenal, lo hago un día para mi memoria personal como queriendo recuperar años en el territorio de la feliz infancia donde tú, con tantos mimos y cariños nos brindaste en vida, en el recordatorio de la cotidianidad amorosa vividos en un hogar de un convivir casi sagrado.

Hoy en mi memoria no quiero aliarme a la melancolía y prefiero “filosofar” sobre lo que es la vida, esa unidad que consiste en dos cosas: la primera, “mater ia” sorprendente en su falta de perpetuidad, su transitoriedad, lo efímero y frágil de la subsistencia misma.

Así podemos hablar de la vida en términos de finalidad, adaptación y de función social. Pero no hemos encontrado en las cosas vivientes artificios y trampas que logren burlar las leyes físicas de la temporalidad.

Lo segundo, es el “espír itu”, encontramos y espero que sigamos encontrando una coincidencia en que el amor es el bálsamo más reconfortante para el alma, aceptamos que el amor de madre, este es el superior de todos los amores terrenales, el más efectivo para: curar heridas, desamores, desencuentros, tristezas y desenmarañar los misterios del vivir, desde que ese embrión humano está en el antro materno hasta que esa madre viaja a ignotas esferas siderales acompañada de una lluvia de estrellas sagradas.

He tratado en estos meses de tu ausencia terrenal madre querida hacerte presente diariamente, y ante los amables lectores me atrevo y pidiéndoles una venia gramatical compartir un acróstico a tu nombre.

El nombre de mi madre no es común, según la leyenda era el de una virgen indígena, Vaganiona: “Verte partir fue el mayor desgarro de mi Alma, drama que inició en mí el sufrir como un Galeote, pues como nunca Antes había padecido tanto el alma mía, esto hizo Nesgar las fibras de mi corazón creándose entonces, un Intersticio entre esa triste realidad y el yo negarme, que cual Ojiva que enlaza ese No querer aceptar que ya no estás y sí te has ido con todo tu Amor y tu inmensa dulzura de una madre buena”.

En este filosofar sobre la vida y los misterios de este tránsito terrenal, efímero, indescifrable y encarnado sobresale un nombre: ¡madre! Inicio de la vida y del amor, ellas nos dejan la herencia ineludible de venerarlas siempre, aún después de haberse ido a territorios de sacrosantos cielos, iniciándose un diálogo intimista que no termina nunca.

Ante la parca se pregunta uno como el inglés en Hamlet, “To be or not to be”. ¿Ser qué? Pregunta de poeta, qué pregunta porque la respuesta -su respuestava incluida en la pregunta y porque lo que busca es que el lector -el hombre- responda conociéndose, en virtud del signo que la poesía le hace “ser o no ser”, frase inmortal: lugar común o base de todo pensar del hombre, porque esa fue y será la cuestión.

Quiere decirse: Shakespeare expresó claramente la inquietud que todo hombre lleva dentro, y al evidenciarlo con el famoso verso, dijo también otra cosa que sólo saben los poetas de verdad: que la poesía es un frente a la muerte.

En Celeste, Carol y doña Ingrid, un abrazo a todas las madres del mundo. ¡En paz querida Nona! El amor de madre es el superior de todos los amores terrenales Carta, elegía a mi madre No quiero aliarme a la melancolía y prefiero “filosofa r” s ob re lo que es la vid

Juan Bosch analiza Panorama político de América Latina en 1961

BOSCH: "EL PASADO ES EL ESPEJO DEL PORVENIR"

REFLEXIONAR SOBRE EL PASADO DE CARA AL PRESENTE 

A mediados del año 1961, la situación política de la América Latina es tan grave como lo era en 1809, y por razones semejantes. Los sucesos que se produjeron desde 1810 en las colonias de España y Portugal y terminaron, hacia 1824, con esas colonias transformadas en repúblicas.
¿Están llamados los que se produzcan a partir de ahora a terminar, digamos en 1975, con un nuevo orden político y social en la mitad meridional del Nuevo Mundo?
Muchas personas piensan que sí, y las lecciones de la historia confieren un valor especial a esa tajante afirmación.
                    Paralelo de los antecedentes
En 1809, la escasa conciencia política de América Latina se hallaba sacudida por un cambio tan serio en el Hemisferio Occidental, que de él habían surgido dos repúblicas –Estados Unidos y Haití–, símbolos de los tiempos antimonárquicos que se avecinaban. Además, en todo el Continente se sentía el impacto de las fuerzas que desde hacía veinte años lanzaba sobre el mundo la Revolución Francesa.
En 1961, la amplia conciencia política de América Latina se encuentra conmovida por una serie de sacudimientos sociales que se inició en México hacia 1910, renació con la revolución cubana en 1933, apareció de nuevo hacia 1944-1948, y culminó al fin en la profunda revolución fidelista de 1959.
En 1809, las ideas revolucionarias tenían como vehículo principal las logias masónicas, cortas en número y cortas en afiliados; en 1961, abundan los partidos revolucionarios y por todo el Continente se extiende uno de organización férrea y dedicado profesionalmente a organizar la revolución. Obviamente, nos referimos al Partido Comunista.
En 1809, la lentitud en las comunicaciones entre continentes y países y la pequeñez de los círculos latinoamericanos que tenían interés en las noticias políticas, hacían que la influencia de acontecimientos.
Tan importantes como las revoluciones de América del Norte, de Haití y Francia, se redujera mucho en nuestros pueblos.
En 1961, la velocidad y la agresividad de los medios modernos de difusión han acortado el tiempo hasta reducirlo a su mínima expresión. Al acortar el tiempo han contraído el espacio, de manera que en todos los países latinoamericanos se viven simultáneamente las experiencias de cualquiera de ellos. Un discurso de Fidel Castro, por ejemplo, se oye en Guatemala o en Venezuela en el momento en que está siendo dicho en La Habana; se oye, y se siente a la multitud que aplaude al orador. La técnica publicitaria ha aumentado a grados insospechados el poder agitador de los medios modernos de difusión, y, a la vez, el aumento de la sensibilidad política de las masas multiplica la fuerza comunicativa de los acontecimientos.
A principios del siglo XIX, a pesar del alto porcentaje de la población sometida a la esclavitud, y a pesar del movimiento de Túpac Amaru en 1780 y de la rebelión haitiana que acabó con el establecimiento de una república en enero de 1804, las masas no tenían verdadera inquietud política.
En 1961, las grandes mayorías de nuestros pueblos están afiliadas a movimientos izquierdistas y millones de hombres y mujeres tienen no solo inquietud, sino
 también actividad política.


Paralelo de los grupos directores

No puede haber cambio revolucionario de las formas o de las estructuras políticas y económicas si no hay, por lo menos, un grupo o una clase social que necesita y desea ese cambio.
En 1809, los grandes terratenientes y algunos sectores mercantiles de América Latina necesitaban y deseaban un cambio. Los hombres que encabezaban esos sectores fueron quienes dirigieron las guerras de independencia, o los que lograron la independencia sin necesidad de guerras costosas, como sucedió en el Brasil. Y la historia de Venezuela nos enseña que tales jefes batallaron y alcanzaron sus miradas sobre nuestra América.
Propósitos aún contra la voluntad de la masa popular, allí donde la masa prefirió pelear bajo la bandera del Rey.
En 1961, la mediana y la pequeña clase media de América Latina, necesitan, y desean, una transformación de la sociedad. De estos dos grupos sociales han salido los líderes revolucionarios de nuestros países, por lo menos los que han iniciado en este siglo la marcha hacia un cambio en el estado político y económico; y puede asegurarse que sin una sola excepción, de ahí han salido también los fundadores y las principales figuras de los partidos comunistas de América Latina.
En 1809, los terratenientes y sectores de comerciantes de las colonias necesitaban y deseaban asegurar con el poder público las riquezas que habían acumulado. La formación de los primeros era antigua, pero su ascenso al más alto nivel del poderío económico había tenido lugar sobre todo en los últimos cincuenta o sesenta años, a favor de la política liberal de los Borbones españoles. Con los cambios que estaban operándose en el mundo, los grandes terratenientes veían en peligro ese poderío económico si no controlaban por sí mismos el poder político; y se lanzaron a conquistarlo.
En 1961, la mediana y la pequeña clase media latinoamericanas necesitan y desean apoderarse de los mandos de la sociedad, pues a pesar de que sus hombres más conscientes se hallan técnicamente preparados para ascender, la alta clase media y la burguesía no les abren paso y su destino inmediato es caer en la categoría de proletarios intelectuales. Estas mediana y pequeña clase media han venido formándose en los últimos cuarenta o cincuenta años, y han alcanzado un alto nivel técnico en tiempos recientes gracias al mejoramiento de los centros de estudios que han estimulado precisamente los gobiernos revolucionarios posteriores a 1910. En la actualidad, hay en cada país de América Latina decenas de millares de jóvenes bien preparados que se quedan sin destinos, y sus perspectivas inmediatas son emigrar a países más prósperos –que en nuestro caso quiere decir, casi siempre, Estados Unidos– o lanzarse a la conquista del poder total.
                            El vacío de poder en 1809
En la sociedad organizada no puede haber vacíos de poder prolongados. Si los hay, la sociedad se descompone: y la sociedad tiene que sobrevivir; se resiste a ser disuelta. El camino adecuado para la supervivencia es que siga a los que le ofrecen un tipo nuevo de organización, o que se someta a ellos aunque no desee esa nueva organización.
Es natural que al producirse un vacío de poder, acudan a llenarlo los que necesiten o desean el poder, y es también natural que al desplazarse de su lugar social hacia el mando político, el grupo que corre a ocuparlo se comporte con violencia y desate en torno suyo una tormenta de hierro y sangre. Pues si procediera con cautela, otros podrían llegar al poder antes que él, y siempre hay posibilidad de que suceda esto último en un ambiente de conmoción y de miedo.
En 1809, nuestros pueblos se hallaron lanzados en un vacío de poder; en 1961, hay un semivacío que puede transformarse cualquier día en vacío total, como sucedió ya en Cuba el 1 de enero de 1959.
El de 1809, se produjo cuando la prisión de Fernando VII y de sus padres, llevada a cabo por Napoleón en 1808, dejó al imperio español sin su jefe tradicional. El imperio pasó a ser un cuerpo sin cabeza, que se movía en el campo de la historia con la incertidumbre de un tronco perdido en medio del océano. Los terratenientes y ciertos sectores mercantiles de las colonias españolas acudieron a llenar el vacío, y cosa parecida sucedió en Brasil cuando el rey portugués volvió a Lisboa, pasado el huracán napoleónico. Hubo países americanos donde las grandes masas siguieron a sus nuevos jefes, como en el Brasil, por ejemplo; y allí la lucha no fue costosa. Pero los hubo donde combatieron contra ellos, y al cabo de largos años de guerras, acabaron sometiéndose.
A ningún estudioso de la historia de América Latina puede caberle duda de que la gran crisis que terminó con el establecimiento de repúblicas en nuestro Continente fue precipitada por la conjunción de dos hechos históricos: la existencia de grupos sociales que necesitaban y deseaban el poder político, y la aparición de un vacío político en el imperio español, determinado por la prisión de Fernando VII y de sus padres.
El semivacío de poder en 1961

Ahora bien, en 1961, hay un semivacío de poder en América Latina; y hay también un grupo social –el compuesto por la mediana y pequeña clase media– que necesita y desea el poder público. Allí donde el semivacío quede convertido, aunque sea momentáneamente, en vacío total –como sucedió en Cuba hace dos años y medio–, la revolución brotará con fuerza irresistible, y tomará el poder.
Desde principio de este siglo XX, América Latina ha sido un satélite político y económico de Estados Unidos. La alianza de los sectores imperialistas de Estados Unidos con los gobernantes oportunistas y antinacionales de nuestros países ha formado durante más de media centuria el núcleo de poder en las tierras latinoamericanas. Esa alianza ha fijado el centro gobernante en un eje que une a Washington con la capital de cada uno de nuestros países; y así como antes de 1810 el poder estaba en Madrid y en la persona del rey; desde hace más de medio siglo está repartido entre los gobiernos criollos y el presidente de Estados Unidos.
Y sucede que a partir de 1953, hay en Washington un intermitente vacío de poder, por lo menos en relación con América Latina. Durante algunos años de la Administración Eisenhower, el poder estuvo en manos de Foster Dulles, y el señor Dulles reforzó la alianza de los grupos imperialistas de su país con los sectores más inescrupulosos de América Latina; de manera que su ejercicio de la parte de poder norteamericano en lo que toca a la América Latina fue decididamente anti histórico. A la muerte del señor Dulles se reprodujo el vacío de poder norteamericano en relación con nuestro países; y donde ese semivacío se complete con el abandono del poder por los asociados criollos –como sucedió en Cuba a la fuga de Batista–, se hizo presente la revolución, esto es, el paso de un grupo social necesitado del poder hacia el comando de la vida pública.
 Desde la muerte de Foster Dulles, el semivacío en la porción de poder sobre América Latina que ejercía Estados Unidos se ha hecho patente. La Administración Kennedy ha tratado de llenarlo con palabras, pero no ha alcanzado todavía el terreno firme de los hechos. Más aún, la Administración Kennedy ha dado muestra de que es intrínsecamente débil; de que oscila entre el llamamiento de los sectores antiimperialistas de su propio país; que desearían ver al gobierno norteamericano libre de la influencia de los negociantes colonialistas, y la presión casi irresistible de estos últimos.

La reacción juega su carta

Al promediar el año 1961, América Latina es el campo de la batalla política más enconada del mundo. La reacción –no sólo continental, sino hemisférica– se ha lanzado con todas sus armas a una lucha sin cuartel. So pretexto de que la revolución de Cuba es comunista, todos los medios de expresión, que están en manos de las oligarquías terratenientes, financieras y comerciales, golpean día y noche a las masas con el terror psicológico. Su plan es lograr que se desate en América la persecución contra los comunistas; y después, como es claro, perseguirán a los revolucionarios no comunistas.
¿Por qué actúan así esos grupos? ¿Por pureza ideológica? ¿Es que su amor a la democracia resulta tan sincero que no pueden aceptar la menor amenaza contra los regímenes democráticos?
Pues sucede que no. Los mismos que hoy agitan sin descanso el espantajo comunista fueron los que iniciaron la campaña de descrédito contra líderes democráticos como Haya de la Torre, José Figueres y Rómulo Betancourt; ellos sembraron la semilla de insultos y calumnias que los comunistas cultivan ahora con tanto esmero. Estos ardientes defensores del mundo libre eran, hasta hace poco, panegiristas de Trujillo, de Pérez Jiménez y de Somoza.
La reacción juega su carta anticomunista, no por amor a la democracia, sino para defender sus privilegios. Si logra asociar todo cuanto se ha hecho en Cuba con el color rojo de la bandera soviética, pondrá sus fortunas a salvo de la revolución social latinoamericana. Para esos sectores el anticomunismo es negocio que rinde beneficios.
¿Puede decirse lo mismo de las grandes masas de nuestros países?

La incógnita por millones

Seguramente no. Nadie sabe a ciencia cierta qué piensan esas grandes masas. De hecho, ellas son una incógnita. Lo que puede afirmarse es que más de ochenta millones de latinoamericanos –entre los cuales hay cerca de cuarenta millones de adultos– no saben leer, y, por tanto, ignoran lo que dicen los diarios.
Los que leen, y convierten sus lecturas en hechos, son esos grupos de la mediana y la pequeña clase media que necesitan y desean el poder político. Leen también importantes núcleos de obreros, pero la revolución cubana demostró que los obreros con buenos jornales, organizados en sindicatos y asegurados socialmente, reducen su actividad política a conservar su posición. Leen también la alta clase media y la alta burguesía; leen, sobre todo, sus propias campañas anticomunistas y las noticias que se refieren a precios, mercados y leyes favorables a las nuevas inversiones.
Demasiado ocupados en adquirir Cadillacs, en llevar a sus mujeres a cabarets y casas de modas, en hacer viajes de negocios a Nueva York y a Europa, los hombres de la alta clase media y de la burguesía latinoamericana, considerarán que van a detener la revolución social con propaganda anticomunista. Sus antepasados de hace ciento cincuenta años creyeron también que podían evitar la liquidación de la esclavitud hablando de los horrores que desató la rebelión de los esclavos de Haití.
La propaganda reaccionaria está creando la atmósfera de la batalla continental. En esa batalla, ¿qué partido va a tomar la gran masa latinoamericana?  
Necesariamente, el de la revolución; aunque es muy probable que no le importe que esa revolución sea comunista o democrática. Para la gran masa será lo mismo con tal de que le proporcione bienestar. La diferencia entre la primera y la segunda es que la última ofrece libertad, pero hasta ahora, ¿qué libertad ha conocido la gran masa?
La parte más consciente de la masa distingue solo entre una revolución sangrienta y una que no lo sea; sucede que la revolución sin sangre solo puede ser realizada si se acude hoy, no mañana, a resolver los problemas agudos que tenemos ante nosotros; los económicos, los sociales y los políticos; los de hambre, los de desigualdad en todos los órdenes y los que nos plantea la supervivencia de tiranías espantosas, como la dominicana, la de Nicaragua y la de Paraguay.
Ahora bien, entre una revolución sin sangre, pero demorada, y una con sangre, pero inmediata, ¿qué han de preferir nuestros pueblos?
Sería osado hacer vaticinios. Las conmociones sociales se dan cuando las condiciones apropiadas hacen acto de presencia en la historia. No son materia de selección ni pueden prefabricarse.
Lo único que nos es dado ver es que al promediar el año 1961, nos hallamos en una situación muy parecida a la que teníamos en 1809, un año antes de que se iniciaran nuestras guerras de independencia. Las diferencias no aplacan, sino que acentúan la inclinación a pensar que hoy, como en 1809, estamos en vísperas de grandes cambios en la estructura profunda y en las formas visibles de nuestra vida social.
JUAN BOSCH

[Política: Teoría y Acción, Año 12, No. 130, enero-marzo de 1991. Escrito en Costa Rica el 15 de julio de 1961 y publicado en Cuadernos (París), No. 53, octubre de 1961]

23 de mayo de 2013

Presidente de Rusia obsequia busto de Chávez a Maduro ( Video) | Correo del Orinoco


Este jueves

Presidente de Rusia obsequia busto de Chávez a Maduro (+Video)


El busto fue creado por el artista ruso Igor Sechien, y fue mostrado por Nicolás Maduro durante una entrega de viviendas, en el municipio Guanta del estado Anzoátegui

VER VIDEO http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/presidente-rusia-obsequia-busto-chavez-a-maduro-video/#.UZ7UaxfqM-I.blogger
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, obsequió a su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, un busto del comandante supremo, Hugo Chávez, como símbolo de hermandad con el pueblo bolivariano.
La escultura creada por el artista ruso Igor Sechien, fue mostrado por el jefe de Estado durante una entrega de viviendas, en el municipio Guanta del estado Anzoátegui.
La pieza, que será colocada en el Palacio de Miraflores según anunció Maduro, estaba acompañada por una misiva del presidente Putin, en la que ratifica la alianza de Rusia con el pueblo venezolano, en pro del desarrollo de los pueblos de ambos países.
Asimismo, el primer mandatario ruso resaltó que nadie  nadie podrá contra la legitimidad de la victoria electoral de los pasados comicios del 14 de abril, donde Nicolás Maduro resultó electo como presidente constitucional de Venezuela.

http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/presidente-rusia-obsequia-busto-chavez-a-maduro-video/

Texto/Jessica Medina V.

¿Cuál es el nombre de nuestra isla?

POR JUAN DANIEL BALCÁCER


Dos artículos anteriores, uno que versa sobre el nombre de la ciudad capital de República Dominicana, que es Santo Domingo (sin el Guzmán), y el otro que aborda el tema del gentilicio de los dominicanos, han suscitado entre algunos amigos lectores la interrogante que intitula el presente escrito.

En efecto, al igual que acontece respecto de los nombres de la ciudad y de los dos gentilicios con los que indistintamente somos conocidos los habitantes del pueblo de Santo Domingo, dominicanos y quisqueyanos, hay quienes consideran que tal diversidad de nombres genera confusión entre el ciudadano común. Estimo, sin embargo, que si echamos una breve ojeada a la evolución histórica del pueblo dominicano estaremos en capacidad de comprender la cuestión de los diferentes nombres que ha tenido la isla que hoy comparten las naciones haitiana y dominicana.

Nombres primitivos y europeos

Cristóbal Colón, en su Diario de Navegación, al referirse al nombre que los taínos daban a la isla, reiteradas veces consignó que éstos la llamaban Bohío. En efecto, el miércoles 5 de diciembre de 1492, tras su arribo a nuestra demarcación isleña, Colón reveló que mientras se hallaba en Cuba, los aborígenes le hablaron de la existencia de una isla abundante en oro, que llamaban el Baneque o el Babeque. Decidió, por tanto, continuar la expedición en busca de dicha isla, pero en cambio llegó a la que él denominó Española, maravillado por su belleza natural que, a su entender, semejaba algunas regiones de España.

En el Diario se lee que "Tampoco pudo ir al Baneque, porque el viento que llevaba era Nordeste. Yendo así miró al Sueste y vido tierra y era una isla muy grande, de la cual ya tenía dizque información de los indios, a que llamaban ellos Bohío, poblada de gente". Varios días después, el 9 de diciembre de 1492, el Almirante resolvió bautizar la isla Bohío con el nombre de Española. Hay en ella -escribió-, "unas vegas las más hermosas del mundo y cuasi semejables a las tierras de Castilla, ante estas tienen ventaja, por lo cual puso nombre a la dicha isla Española".

Fray Ramón Pané, sacerdote Jerónimo que vino al Nuevo Mundo en el segundo viaje de Colón, y quien fue el primero en aprender el idioma de los indios macorixes de la Española, en su Relación acerca de las antigüedades de los Indios dice que "la isla llamada Española, que antes llevaba el nombre de Haití y así la llaman los habitantes de ella; anteriormente, ésta y las otras islas se llamaban Bouhí". Emiliano Tejera, en su libro Indigenismos, nos dice que el vocablo tenía varias formas de escritura: Bohío, Buhío o Boío.

Bartolomé de Las Casas nos dice en su Historia de las Indias que: "Yendo pues así, mirando las tierras, puso los ojos al Sueste, y vido tierra muy grande y ésta es la grande y felicísima isla Española, de la cual tenían nuevas muy frecuentes de los indios, que como cosa muy fastuosa se la nombraban, llamándola Bohío, no supe por qué tal nombre le pusiesen, siendo toda una lengua de los de Cuba y de la Española, pues no se llamaba sino Haytí, la última sílaba aguda... Así que, miércoles, a 5 días de diciembre, descubrió el Almirante la isla de Haytí, a la cual puso después, como luego aparecerá, la Española".

El vocablo Quisqueya

Acaso el cronista que mayor controversia ha creado en relación con los nombres de la isla fue Pedro Mártir de Anglería. De este autor puede decirse que fue el primero, hacia el 1556, en publicar una historia sobre el descubrimiento de América. Si bien es cierto que nunca estuvo en América, también es verdad que abrevó en valiosas fuentes primarias, entre éstas el propio Cristóbal Colón. En su Décadas del Nuevo Mundo Anglería escribió: "Los nombre que los primitivos habitantes pusieron a la Española primero Quizqueia y luego Haití. Tales denominaciones no fueron hijas del capricho, sino de la significación que según ellos tenían…"

Anglería es, pues, el primer cronista de Indias en mencionar el vocablo Quisqueya como nombre aborigen de la isla. También consignó que los indios denominaban la isla Cipango. A este autor es al que debemos la invención del vocablo Hispaniola que, según algunos entendidos en cuestiones lingüísticas, se trató de una equivocada traducción de Española, una "caprichosa latinización del legítimo nombre de la Española, que fue el que realmente ostentó la isla a raíz de su colonización por los europeos", según Leónidas García Lluberes.

José Gabriel García sostiene en su Compendio de la Historia de Santo Domingo que "El nombre principal que le daban los aborígenes a la isla en que habitamos era Haití, que entre ellos significaba tierra alta; pero a más de este nombre tenía en la parte oriental el de Quisqueya, que equivalía a madre de la tierra; y en la occidental el de Babeque o Bohío, cuya traducción era tierra de oro". En cuanto a Babeque, sabemos por Cristóbal Colón que ese nombre no correspondía a la isla de Bohío o Haití.

Entre los historiadores dominicanos, sin embargo, no existe consenso respecto del vocablo Quisqueya. Hay quienes se inclinan -como Jorge Tena Reyes- por la tesis de que el nombre primitivo de la isla era solo uno: Haití. Otros, empero, prefieren adherirse a la tesis de que a la llegada de los europeos, la isla tenía varios nombres y que Quisqueya era uno de ellos. César Nicolás Penson, en Cosas Añejas, escribió que Quisqueya no era voz indígena, pero reconocía ser de los primeros autores en usarlo como distintivo de lo dominicano. Posteriormente, el canónigo Apolinar Tejera escribió un enjundioso artículo titulado "¿Quid Quisqueya?" en el cual tildó de apócrifo el referido vocablo demostrando que el mismo no existió en la terminología taína y que fue una invención del cronista Pedro Mártir de Anglería.

Al parecer, no existe documento fidedigno -a no ser la versión ofrecida por Anglería- que evidencie a Quisqueya como nombre autóctono de la isla, aunque Anglería consignó que en tiempos del descubrimiento dicho vocablo ya estaba en desuso. En cuanto se refiere al sustantivo Quisqueya (del cual Colón nada dice en su Diario), existen dudas en torno de su autenticidad como voz taína. Sin embargo, una realidad lingüística insoslayable nos fuerza a aceptar dicho vocablo, debido a que el mismo ha resultado de uso preferido por poetas e incluso con el tiempo devino en el otro gentilicio con el que también se identifica a los dominicanos. El historiador Emilio Rodríguez Demorizi sostuvo que "el gentilicio quisqueyano apenas ha pasado de la literatura, de la poesía y de la oratoria, Es nuestro nombre poético, como borinqueño en Puerto Rico".

Las Relaciones de la época parecen indicar que los taínos habían bautizado diversas regiones de la isla con los nombres antes señalados. En el Manual de Historia Dominicana, Frank Moya Pons prefirió eludir la confusa tradición de emplear varios vocablos indígenas y llama Haití a la isla poblada por los taínos. Roberto Cassá, en su Historia Económica y Social de la República Dominicana, también emplea la voz Haití para referirse a la isla; Franklin Franco, por su parte, en su Historia del Pueblo Dominicano, consigna los nombres de Haití o Babeque. Respecto a este último nombre puede afirmarse que los taínos denominaban otra isla, diferente de la nuestra.

Española o Santo Domingo

Se recordará que hacia 1498 (no hay seguridad en torno del día ni del año) Bartolomé Colón -hermano del Almirante-, fundó una ciudad, sobre la margen oriental del río Ozama, que llamó Santo Domingo.

La ciudad de Santo Domingo no tardó en convertirse en el principal puerto de la isla Española y cuando en 1502 fue destruida por un huracán, el gobernador de la colonia, que lo era Frey Nicolás de Ovando, dispuso su traslado a la margen Occidental del río Ozama, que es donde actualmente se encuentra.

Antonio del Monte y Tejada y José Gabriel García en sus respectivas obras consignaron que el 6 de diciembre de 1508, mediante Real Cédula, el rey de España extendió a toda la isla el nombre de Santo Domingo. Sin embargo, se desconoce esa Real Cédula y se cree que el nombre de Santo Domingo fue aplicado a la isla por uso general, tal vez por parecerles más simpático y cómodo a europeos y criollos.

¿A qué se debió la adopción del nombre de Santo Domingo para la isla entera? Entre varias razones al hecho de que la isla Española se convirtió en el más importante y lucrativo centro de actividades comerciales del Nuevo Mundo. Tal circunstancia determinó que el nombre de la ciudad principal y asiento del gobierno colonial primara sobre el de Española. Varias de las instituciones de importancia que fueron establecidas en la ciudad Primada de América, pero que tuvieron jurisdicción más allá de los límites isleños, ostentaron el nombre de Santo Domingo, tales como la Real Audiencia de Santo Domingo y el Arzobispado de Santo Domingo.

El nombre de Isla Española prevaleció durante los primeros tres decenios del siglo XVI; pero ya en 1550 a todo el territorio insular se le aplicaba el nombre de Santo Domingo o se combinaba con el de Española de esta manera: isla Española de Santo Domingo, tal y como se evidencia en un libro que data de 1730, escrito por el padre jesuita Pedro Javier Francois de Charlevoix titulado Historia de la isla Española o de Santo Domingo; y en otro del publicista francés Moreau de Saint Mery, publicado hacia 1796, que se intitula Descripción topográfica y política de la parte española de la Isla de Santo Domingo.

¿Santo Domingo o Hispaniola?

Desde el siglo XVIII nuestra isla fue siempre conocida con el nombre de Santo Domingo. Sin embargo, cuando los esclavos del Santo Domingo francés se rebelaron contra el imperio napoleónico, y proclamaron la República de Haití, en la Constitución de 1806 consignaron que: "La isla de Haití (antes llamada Santo Domingo) con las islas adyacentes que de ella dependen, forman la República de Haití." A partir de entonces, hasta 1867, los legisladores haitianos continuaron insistiendo en la tesis louverturiana de la una e indivisible, ya que consideraban que Haití solo tenía por límites el mar. El tema del nombre de la isla reapareció en la reforma constitucional de 1996 en cuyo Art. 8, leemos que "El territorio de la República de Haití comprende la parte Oriental de la isla de Haití, así como las islas adyacentes…"

Los dominicanos, en cambio, tras la proclamación de la República Dominicana en 1844, cuando sancionaron la primera Carta Sustantiva de la nación, al referirse al territorio de la República, consignaron lo siguiente en el Artículo 2: "La parte española de la isla de Santo Domingo y sus islas adyacentes, forman el territorio de la República Dominicana." De entonces acá, todas las reformas constitucionales que han tenido lugar en nuestro país han mantenido inalterable la cuestión del nombre de la isla. El Pacto Fundamental vigente, que data del 26 de enero de 2010, Art. 9. "El territorio de la R.D. es inalienable. Está conformado por la parte oriental de la isla de Santo Domingo, sus islas adyacentes y el conjunto de elementos de geomorfología marina."

Debido a esa circunstancia en que dos Estados que comparten la misma isla, la identifican con nombres diferentes, fue que durante la primera Ocupación Militar Norteamericana de nuestro país, los generales norteamericanos J.H. Pendleton (Jefe interino del Gobierno Militar) y W.W Russell, Ministro de Estados Unidos en la República Dominicana, recomendaron a la Sociedad de Geografía de Estados Unidos aplicar a nuestra isla el nombre de Hispaniola.

Cuando esa sugerencia se hizo, mediante una circular del 8 de junio de 1918, la intelectualidad dominicana de inmediato elevó su protesta y rechazó tal proposición en virtud de que Hispaniola nunca había sido nombre oficial de la isla y porque, además, aún prevalecía el nombre original de Santo Domingo, consignado en nuestra Carta Sustantiva desde 1844 a la fecha. Sin embargo, no pocos académicos norteamericanos todavía utilizan el vocablo Hispaniola para referirse a nuestra isla y debe quedar claramente establecido que el territorio ocupado por Haití y República Dominicana sólo tiene un nombre: Santo Domingo.

En cierta ocasión alguien sugirió el nombre de la isla Colombina. Sin embargo, algún día llegará en que habrá que enfrentar la cuestión de Hispaniola, nombre que en el pasado siglo, como se indicó, fue impuesto por la Sociedad de Geografía de Estados Unidos. Pero esta decisión tendrá que ser abordada de manera conjunta por los gobiernos de Haití y República Dominicana, toda vez que es a ambos Estados a los que corresponde decidir sobre el nombre común que debe ostentar el territorio insular que compartimos haitianos y dominicanos.

EL PARTIDO CIVICO RENOVADOR, PARTIDO EMERGENTE CON PERSPECTIVA DE CRECIMIENTO.

EL PARTIDO CIVICO RENOVADOR, PARTIDO EMERGENTE  CON PERSPECTIVA DE CRECIMIENTO.

Palabras de   Domingo Núñez   Polanco  Acto de juramentación de más de mil nuevos renovadores en la Provincia de San Fernando de Montecristi que vienen a apoyar y trabajar por el proyecto de República del General Zorrilla Ozuna

En esta tierra de San Fernando de Montecristi, tierra de grandes hombres y mujeres que han llenado de gloria el camino hacia las luchas libertarias en defensa de las causas más nobles y justas de la nación dominicana estamos convocados a una cita con la historia.  La historia esta pariendo una nueva generación de dominicanos y dominicanas, con ideas nuevas y renovadoras, llamada a transformar la forma de hacer política en la república Dominicana.
Los partidos políticos tradicionales ya no escuchan lo que la gente dice, quiere o necesita. No hay un diálogo real entre ellos y la sociedad.
Hemos olvidado discutir los principios fundamentales de carácter ético y filosófico; no tenemos ninguna propuesta seria y coherente ante el pertinaz empobrecimiento del pueblo dominicano.
El nuevo proyecto alternativo de nación que propone el General Jorge R. Zorrilla Ozuna a la nación dominicana  no solo plantea ser un ente político, también propone que debe ser una organización signada por un ejemplo de vida, por un compromiso serio, real y coherente en la construcción de una sociedad, de un país verdaderamente democrático e incluyente, un proyecto alternativo de  país acorde con los intereses del pueblo, visionario y realista.

EL FIN ESTRATÉGICO QUE SE HA PROPUESTO PCR, ES QUE CADA DOMINICANO Y DOMINICANA VIVA EN DIGNIDAD, EN UN MUNDO DE BIENESTAR Y JUSTICIA SOCIAL.

LLEGAR A ESA META REQUIERE MUCHOS ESFUERZOS DE TODOS Y CADA UNO DE NOSOTROS  Y LOS ESFUERZOS QUE SE HACEN CADA UNO POR UN LADO, SIN QUE RESPONDAN A UNA DISCIPLINA QUE LOS REÚNA Y LOS MANTENGA UNIDOS EN UNA SOLA DIRECCIÓN, “PODRÁN SER ESFUERZOS PERO NO SE CONVERTIRÁN NUNCA EN UNA FUERZA. 

LA FUERZA ES EL RESULTADO DE LA UNIÓN ESTRECHA DE TODOS LOS ESFUERZOS” Y LA UNIÓN ESTRECHA DE TODOS LOS ESFUERZOS, EN EL CASO DEL PCR DEBE  NACER DE LA ORGANIZACIÓN Y FORMACIÓN POLÍTICA DE CADA UNO DE SUS MIEMBROS, MILITANTES Y DIRIGENTES,  POR LO QUE SE HACE NECESARIO  LA IMPLEMENTACIÓN DE UNA METODOLOGÍA ORGANIZATIVA Y DE FORMACIÓN Y CAPACITACIÓN POLÍTICA ADAPTABLE A LA REALIDAD DEL PCR Y A LAS PROPIAS CONDICIONES POLÍTICAS, ECONÓMICAS Y SOCIALES DE LA REALIDAD DOMINICANA.

Ahora bien,   ¿Para qué debemos organizarnos?
Debemos organizarnos para varias cosas, según sean las etapas que debemos recorrer para llegar a nuestra meta.
Debemos organizarnos para:
a)      El crecimiento y desarrollo del PCR
b)       asegurar la existencia de un partido fuerte
c)       un partido bien organizado, disciplinado y Consciente.
d)       Un Partido donde sus dirigentes, militantes  y miembros adquieran la necesaria formación política para que el PCR pueda cumplir sus planes estratégicos y metas políticas.

 “Cuando tengamos un partido fuerte ideológicamente y en número y en organización, habremos cumplido la primera parte de nuestras obligaciones, y entonces podremos lanzarnos a la conquista de nuestras metas políticas.
Mientras no llegue ese día debemos vivir probándonos en la teoría y en la práctica, y en esa prueba diaria probaremos nuestro método de trabajo y nuestras estructuras orgánicas.
La vida diaria es la que nos dirá si el método de trabajo es bueno o es malo o si se aplica bien o se aplica mal (porque puede ser bueno y aplicarse mal). La prueba nos dirá en qué medida debemos mejorar nuestro método de trabajo y también en qué medida debemos mejorar o cambiar nuestras estructuras orgánicas, pero esas estructuras orgánicas deben partir  de una plataforma de acción”. JB
Plataforma de acción que debe partir de los comités renovadores (CR9) y de las mesas electorales.
En este momento lo más importante para nosotros es que construyamos un partido que actúe en todo el país.
Para lograr esta meta tenemos que organizar en cada campo, en cada pueblo, en cada ciudad o barrio del país a las mujeres y a los hombres que simpaticen con la propuesta renovadora de nación del General Zorrilla Ozuna

La actual  necesidad del PCR  son obvias: ganar peso político, objetivo que pasa por una estrategia electoralista. Lo que implica que hay que subordinarlo todo, en materia organizativa, a tal estrategia.

 El PCR hoy debe de ser una estructura electoral con capacidad de organización y movilización.
El PCR  deberá mostrar su dureza, su coherencia, su valor para liderar la autodefensa de las grandes mayorías defendiendo el voto en cada mesa electoral, con la  consigna: VOTA 11 PCR.

Hoy estamos aquí juramentando  más de cien CR9, es decir, que hoy están ingresando al Partido más de mil nuevos renovadores. Estos nuevos renovadores vienen a trabajar por la Patria, están aquí  por que aman esta tierra Quisqueyana y por demás por que están consciente en lo absoluto que el líder y conductor del PCR, General Zorrilla Ozuna no va a fallarle a este pueblo. 

Y hablando de Comité Cívico Renovador (CR-9) decimos que:
Un Comité Renovador (CR-9) es un organismo formado por hombres y mujeres  que desean adquirir una formación teórica y práctica con el trabajo social y político en su espacio territorial.
También, los miembros de un Comité  Renovador (CR9) tendrán por tarea, en coordinación con los dirigentes del PCR en la circunscripción, municipio o distrito municipal  correspondiente, formar  núcleos  electorales, tomando como guía la estructura organizacional de la JCE: Recintos, Colegios electorales (mesas) y circunscripciones.
Todos los hombres, mujeres, jóvenes, estudiantes, discapacitados, tanto de la zonas rurales como de la urbana que entran en el Partido por la puerta de los Comités Renovadores (CR9) comienzan su tarea aprendiendo a ver desde un punto de vista científico como ha ido produciéndose la historia de nuestro pueblo, pues si la finalidad estratégica del PCR es alcanzar una sociedad con justicia social y vivir en dignidad, lo primero que tienen que conocer a fondo y seriamente los hombres y mujeres renovadores  es como se ha producido su historia, que fuerzas lo han formado o deformado. 

FORMACION Y DESARROLLO (CR-9) 
Para formar un Comité Renovador (CR-9) del PCR  los compañeros elegirán fundamentalmente a los hombres y  mujeres de probada sensibilidad social y política, y a personas que ejerzan influencia en sus comunidades y tengan vocación patriótica y de servicio al pueblo.

Después de constituido el CR-9, deberá recibir o  empezar con las orientaciones que establece el programa de formación política, e impartir las tareas que puedan ser asimiladas por los compañeros, sobre todo el trabajo en las mesas electorales.   Estas labores deberán ser evaluadas a fin de ir corrigiendo errores y evitar de ese modo, desde el principio, las deformaciones o confusiones.
Los compañeros que alcancen la más alta categoría política del PCR, es decir, la de dirigente, sean promovidos en base al cumplimiento de un conjunto de actividades rigurosamente establecidas por la dirección.
Para garantizar que la evaluación cumpla su función de corregir a tiempo la falla detectada durante el proceso de desarrollo de formación política es necesario que se realice una evaluación continua y permanente de las actividades desarrolladas por el CR-9, monitoreando y asignando responsabilidades individuales y orgánicas.
La unificación de criterios en todos los procesos de evaluación es básica para lograr el mismo resultado político en cada uno de los organismos tanto de los CR-9 como del  Partido en sentido general.
Es absolutamente necesario definir todas las tares prácticas que deben ser evaluadas.
Finalmente terminamos esta participación citando un texto del profesor Juan Bosch que dice:
 “Un partido puede estar compuesto por infinito número de miembros y de simpatizantes, pero sólo puede ser fuerte si todos sus miembros y sus simpatizantes actúan de manera organizada. (…) la organización requiere grandes esfuerzos de parte de sus dirigentes, una atención constante y, sobre todo, mucha conciencia (…) y mucha responsabilidad. Ahora bien, esa conciencia sólo puede ser producto del estudio, y del estudio de los fenómenos políticos, puesto que para aprender la ciencia política no vamos a ponernos a estudiar medicina o arquitectura o mecánica; y el estudio de la ciencia política es cosa muy difícil en un país como el nuestro.
Organizarse y estudiar para darle conciencia a la organización exige ahora, en la República dominicana, valor y mucha firmeza”. JB
¡VIVA EL PARTIDO CIVICO RENOVADOR!
¡EL PCR LA VIA Y EL GENERAL ZORRILLA LA VIA!
¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE HERMANOS Y COMPAÑEROS!

19 de mayo de 2013

JUAN BOSCH OTEANDO A NUESTRA AMÉRICA



Por Jorge Núñez Sánchez

Hay hombres que resumen en su vida las luchas y esperanzas

de todo un pueblo. Uno de ellos fue el profesor Juan Bosch, notable

intelectual y político dominicano, que nació en La Vega, en 1909, y

falleció en Santo Domingo, en 2001, después de una larga vida de

combates por la democracia y contra las diferentes fuerzas opresivas

que afectaban a nuestra América.

Para las gentes de mi generación, su nombre fue todo un

símbolo de la dignidad nacional dominicana y latinoamericana,

puesto que había liderado la lucha contra los males que azotaban

a los pueblos del Caribe: las dictaduras, la marginalidad social y las

intervenciones extranjeras.

Nacido en una época marcada por la presencia omnipotente

de tiranos y dictadores, su vida pública se inició precisamente

denunciando a esas tiranías y luchando contra ellas. En su país se

había instalado la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo a raíz de la

ocupación militar norteamericana de 1916 a 1924 y como parte del

nuevo sistema de dominación continental, en el que ocupaban lugar

protagónico ciertos oficiales de las guardias nacionales formadas por

los EE. UU. en cada país ocupado: era el caso de Trujillo, en su país,

pero también el de Anastasio Somoza, en Nicaragua.

Juan Bosch, como otros muchos dominicanos, se empeñó en la

lucha contra esa dictadura "sangrienta y fecal", para usar el calificativo

creado para el género por el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón.

Ello lo llevó a la cárcel y después a un largo exilio de casi un cuarto

de siglo, que marcó definitivamente su vida y le puso en el camino

de la reflexión sobre la realidad pasada y presente de su pueblo y de

los demás pueblos de América Latina. En esa circunstancia escribió

en Chile, en 1955, su estremecedor libro Póker de espanto en el Caribe,



en el que desnudaba a las brutales dictaduras de Trujillo, Somoza, Pérez

Jiménez y Batista, impuestas conjuntamente por el poder norteamericano

y las oligarquías locales, dentro de un plan continental de mantenimiento

del statu quo y el inmovilismo social.

Para nuestro personaje, su principal interés estribó siempre en el

análisis denunciador de la tiranía que asolaba a su patria, como lo reflejan

sus varios libros y múltiples artículos sobre Trujillo y el trujillismo escritos

en esos años de ostracismo. Así nació, entre otras producciones, aquella

obra titulada Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo, publicada en Caracas

en 1959, mientras gobernaba Venezuela el doctor Rómulo Betancourt,

principal abanderado de la oposición continental contra el trujillismo y a

quien el tirano caribeño intentó asesinar mediante un audaz atentado, el

24 de junio de 1960.

Eso provocó, al fin, la reacción indignada de los gobiernos

democráticos del continente, a la que se sumaron los Estados Unidos

luego de la llegada de Kennedy al poder, en enero de 1961, por considerar

que la continuación política de Trujillo podía dar lugar al surgimiento de

"otra Cuba". En ese marco, un grupo de militares y civiles dominicanos

vinculados a los EE. UU. ejecutó al "Generalísimo" el 30 de mayo de

1961, en busca de dar paso a una democratización formal del país y evitar

un estallido revolucionario a la cubana. Con una mezcla de pragmatismo

y cinismo, el presidente Kennedy había definido poco antes las posibles

salidas a la situación dominicana, diciendo: "Hay tres posibilidades que son,

en orden de preferencia: un régimen democrático honrado, una continuación del régimen

de Trujillo y un régimen castrista. Debemos apuntar a la primera posibilidad, pero

realmente no podemos renunciar a la segunda, hasta que estemos seguros de que

podemos evitar la tercera".

En realidad, los EE. UU. buscaron desde el comienzo un “trujillismo

sin Trujillo”. De ahí que toleraran de mala gana esas elecciones de diciembre

de 1962, en las que triunfó Juan Bosch con un 60% de los votos, y que

luego apoyaran a la torpe dictadura que puso fin, en septiembre de 1963,

a ese ensayo democrático. Y, en fin, la descarada y brutal invasión militar

que ejecutaron en 1965, cuando el pueblo reaccionó contra esa dictadura

con la revolución popular del 24 de abril.en el que desnudaba a las brutales dictaduras de Trujillo, Somoza, Pérez Jiradas sobre nuestra América 3

Cabe señalar que Juan Bosch fue el abanderado de una

democracia de nuevo tipo, que buscaba asentarse en las reformas

sociales y el fervor popular antes que en el viciado sistema político de

los viejos partidos. Por lo mismo, puede considerársele un adelantado

de las nuevas formas de democracia que hoy se ensayan en América

Latina.

Para luchar contra la tiranía trujillista, Bosch había fundado

en 1939, junto con algunos compañeros de ideas, el Partido de la

Revolución Dominicana (PRD). Más tarde, tras el ajusticiamiento

del tirano, Bosch fue candidato de ese partido a la Presidencia de su

país y resultó electo abrumadoramente como el nuevo gobernante

de su patria. En tal condición, le tocó la dura tarea de iniciar la

democratización y moralización de un país que durante tres décadas

había vivido bajo una oprobiosa tiranía.

Durante los siete meses que duró su gobierno, promulgó

una nueva Constitución Política, en la que se fijaron los derechos

laborales, la libertad sindical, de cultos y de acción política. También

se esforzó en cobrar impuestos para financiar un vasto programa de

obras públicas y suspendió contratos lesivos al interés nacional, como

uno suscrito con la petrolera norteamericana Esso Standard Oil para la

construcción de una refinería.

Esas medidas golpearon a los rezagos del viejo régimen y en

especial a la corrupta jerarquía militar trujillista, que, siguiendo un plan

intervencionista gestado por los poderes imperiales, derrocó a Bosch

en septiembre de 1963 e impuso un Triunvirato Civil, que terminó

teniendo solo dos miembros. El gobernante derrocado marchó al

exilio en Puerto Rico, donde entonces actuaba como Gobernador su

amigo Luis Muñoz Marín, un político de tibio corte socialdemócrata.

Ahí escribió Bosch, en 1964, un formidable libro de denuncia titulado

Crisis de la democracia de América en la República Dominicana, publicado

en México ese mismo año y cuya traducción francesa fue publicada

al año siguiente por la editorial parisina Cujas. En esta obra analizaba

la resistencia de la estructura de poder oligárquico–imperialista a

toda apertura democrática, como lo probaba su derrocamiento y lo

confirmaría la posterior intervención militar de los Estados Unidos



Entre tanto, a comienzos de 1965 se alzó contra el gobierno

dictatorial la oficialidad no contaminada del ejército dominicano, en

busca de restaurar a Bosch en el poder. De inmediato, el pueblo tomó

las armas en apoyo de los militares constitucionalistas, estallando

la “Guerra de abril”, en que las fuerzas democráticas derrocaron

al gobierno usurpador y arrinconaron a los sectores militares que

opusieron resistencia al proyecto de restaurar a Bosch en la Presidencia

de la República. Entonces, cuando todo anunciaba el triunfo de los

rebeldes, el gobierno de los EE. UU., presidido por Lyndon Johnson,

envió 45 mil soldados para ocupar la República Dominicana y evitar,

según dijeron, el surgimiento de “otra Cuba”.

Bosch inició un nuevo exilio, esta vez en España y Francia, que se

extendería de fines de 1966 hasta el inicio de la década de los setentas,

y donde se dedicaría a investigar y escribir con su conocido impulso

intelectual y político. En ese periodo reflexionaría profundamente

sobre la realidad de su país y de nuestra América. Es también el periodo

en que Bosch visita varios países y se entrevista personalmente con

gobernantes como Tito, de Yugoeslavia, y Norodom Sihanouk, de

Camboya. Como consecuencia de todo ello, inició un giro político

hacia la izquierda, reflejado en sus nuevos libros.

El maestro estuvo siempre muy claro respecto de las fuerzas a las

que combatía y que lo combatían y eso le ayudó a profundizar, durante

este periodo de residencia en Europa, en el análisis de la dimensión

internacional de la política, la evolución histórica del capitalismo y la

división del mundo capitalista en un espacio central y otro periférico,

dominante el uno y dependiente el otro. Estudió también el fenómeno

del capitalismo hiperdesarrollado en los Estados Unidos, que había

dado lugar a la formación de esa estructura de poder que Eisenhower

llamara “el complejo militar–industrial”, la que, según apreció Bosch,

se expresaba políticamente en el “pentagonismo”. También estudió la

evolución histórica de la composición social dominicana y concibió la

tesis de un nuevo régimen político para los países dependientes o de

capitalismo subdesarrollado: la tesis de la dictadura con respaldo popular o

de la hegemonía política del pueblo.

Precisamente de esa época es su importante ensayo El pentagonismo,

sustituto del imperialismo, terminado en 1967, en plena época de la guerra

ituto del imperialismo, terminado en 1967, en plena época de la guerra



York). Además, ese mismo año vio la luz su libro Composición social

dominicana, antes mencionado, bajo el sello editorial de la Impresora

Arte y Cine, de Santo Domingo.

Salvando tiempo y circunstancia, este libro de Bosch sobre el

Caribe me parece el equivalente intelectual americano de ese brillante

estudio de Fernand Braudel titulado El Mediterráneo y el mundo del

Mediterráneo en la época de Felipe II. No solo que ambos libros tienen

un largo título, que más bien parece una breve descripción del tema

que enfocan, sino que también se asemejan en su afán totalizador

de análisis sobre unos grandes horizontes geográficos que son, a su

vez, grandes espacios civilizatorios y grandes escenarios históricos.

Además, ambos enfocan los diversos planos en que se desenvolvía

la historia regional, de modo paralelo o entrecruzado, planos que en

el libro del dominicano son tres, como él mismo se ha encargado de

precisar: uno, la lucha de los imperios coloniales por despojar de sus

tierras y riquezas a los pueblos del Caribe; dos, la lucha entre esos

imperios por prevalecer e imponerse a sus similares en esas tareas

de rapiña; y, tres, la lucha de resistencia o liberación de los pueblos

caribeños contra esas fuerzas colonialistas o neocolonialistas que los

acosaban.

En las décadas posteriores, Bosch volvería a la lucha electoral,

esta vez para enfrentar a Joaquín Balaguer, el heredero político de

Trujillo, y para buscar una elevación de la conciencia política nacional.

Para ello, rompió con el Partido Revolucionario Dominicano (PRD),

formación que él mismo fundara, pero que había perdido su rumbo

en medio de las aguas agitadas de la política contingente, y fundó

el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), al que concebía

como un instrumento indispensable para la toma del poder y la

transformación social de su país. Sobre ese mar de fondo, Bosch

triunfó en las elecciones de 1990, pero Balaguer, con respaldo de

los Estados Unidos, la gran burguesía dominicana y hasta la Iglesia

Católica, manipuló el conteo de votos y alteró los resultados,

autoproclamándose finalmente vencedor en la contienda.

Aunque no volvió a ejercer el poder, don Juan formó a una

generación de nuevos líderes políticos, de la que saldrían los futuros



gobernantes de su país. Por otra parte, se empeñó en utilizar las

nuevas técnicas de comunicación, como la radio y la televisión, para

educar políticamente al pueblo, hablándole de sus deberes y derechos

e instruyéndole en los mecanismos y recursos de la acción política en

democracia.

A la vez que enfrentaba políticamente al seudo-democrático

y corrupto régimen balaguerista, heredero directo del trujillismo,

Bosch, en plena madurez vital, volvería a investigar y escribir sobre

sus temas fundamentales: aparecieron de este modo sus libros La

fortuna de Trujillo (Santo Domingo, 1985), La pequeña burguesía en la

historia de la República Dominicana (Santo Domingo, 1985), El capitalismo

tardío en la República Dominicana (Santo Domingo, 1986) y Las dictaduras

dominicanas (Santo Domingo, 1988).

Pero, más allá de la lucha vital e intelectual contra los

dominadores de su país, Bosch también elaboraría profundos estudios

sobre la historia de las ideas en República Dominicana y en nuestra

América. Ahí están sus obras sobre Eugenio María de Hostos, el

precursor de la liberación intelectual y educativa dominicana, y sus

libros sobre el Libertador Simón Bolívar (uno de ellos para jóvenes),

que revelan la admiración de este luchador y pensador de hoy por los

luchadores y pensadores de ayer.

En fin, todas estas nuevas obras de ciencia social vendrían a

sumarse a sus varias y ya afamadas obras literarias. Porque hay que

precisar que Juan Bosch fue, además de un gran luchador por la

democracia, un notable literato y en especial un maestro del cuento.

Su carrera literaria se inició en 1933 con el libro de

cuentos Camino Real, recreación de sus experiencias vitales en

su pueblo natal. Poco después dio a luz su novela breve La

Mañosa (1936), que tiene por personaje central a una mula.

De aquellos primeros tiempos son también sus cuentos La mujer,

recogido en innumerables antologías, Dos pesos de agua y El abuelo.

Al regresar a su país, luego de un largo ostracismo, recogió sus

escritos en dos volúmenes titulados: Cuentos escritos en el exilio y Má...(Continuara)