31 de mayo de 2013

El exceso decelos del PRD

César Medina

lobarnechea1@Hotmail.com

Los perredeístas más fanatizados no se conforman con sus pleitos internos. Como si les faltaran

enemigos adentro, salen a buscarlos afuera y se pelean hasta con su sombra.

Como ahora tienen un mecanismo digital que les permite replicar, acusar, agredir a quienes

consideran sus contrarios, han creado grupos de interactivos que mantienen muy activas las

redes sociales.

Creo que a todo el que escribe en los diarios o comenta en televisión le han puesto un gardeador que no le deja paz... El mío se llama Joseito.com. Y ya hasta lo echo de menos cuando pasa algunas horas sin enviarme algún insulto.

Lo ideal fuera mandarlo directo al zafacón digital. Pero entonces me perdería el encanto de la genialidad de sus “argumentos” en defensa de Hipólito.

O cuando el “tolete perredeísta” me acusa de traicionar “a tu hermano Miguel” por defender a Leonel, o los seguidores de Abinader atiborran mi correo culpándome de motejar a su líder con el nombrete que le puso Hipólito, La Tayota.

Los perredeístas son pródigos en suponerles malas intenciones a quienes opinan o escriben en los medios sin coincidir con sus posiciones grupales.

Esa actitud, sin embargo, no es nueva en la relación histórica del PRD y la prensa.

Por años la niña bonita

El PRD fue por muchos años la niña bonita de la prensa nacional. La explicación es su virginidad en el ejercicio del poder y porque era la única alternativa que tenía el país de salir del régimen de Balaguer por la vía electoral.

Por eso la identificación casi generalizada de la prensa hacia el profesor Bosch se transfiere a Peña Gómez cuando el PRD se divide en 1973.

Los periodistas de la época en proporción muy mayoritaria se identificaban con el PRD y particularmente con Peña Gómez, pero entonces no  existían los grupos internos en ese partido y el canibalismo de hoy era simplemente impensable en el partido “de la esperanza nacional”.

Las llamadas tendencias o grupos con cabezas propias que se disputaban la candidatura en el PRD, comenzaron a partir de 1975 cuando el partido se asoció a la Internacional Socialista con la premisa clara de ir a las elecciones de 1978 desafiando la represión del régimen balaguerista, después de dos abstenciones seguidas, en 1970 y 1974.

Para entonces el Partido de la Liberación Dominicana y su líder Juan Bosch habían perdido el apoyo casi total de la prensa y sus rebatiñas con periódicos y periodistas se hicieron antológicas.

La prensa se dividió

La mayoría de los periodistas se apandillaron en aquellos años... Unos apoyaban a Guzmán, otros a Jorge Blanco, a Peña Gómez, a Majluta... Así  como se dividió el PRD, en similar proporción se dividieron las simpatías de la mayoría de los periodistas que ejercíamos entonces en los periódicos y emisoras de radio.

En las salas de Redacción se expresaba esa división de forma desenfadada y unos y otros conocían las orientaciones de los demás. Eran contadas las excepciones, porque pocos disimulaban sus simpatías.

En mi caso particular, lo he dicho muchas veces, ese perredeísmo me llegó en el ADN, por mis padres. Mientras crecía, en mi casa paterna de San Cristóbal había dos adornos en la pared de la sala: Un Corazón de Jesús y el Jacho del PRD...

Apenas estaba alfabetizado cuando escribí mi primer letrero perredeísta en las elecciones de 1962, que ganó Juan Bosch, en una enorme pared de una fábrica de tubos que había en mi barrio: ¡Desde la montaña se ve el triunfo del PRD!

Es ese, el PRD, el único partido político en que he estado inscrito... Y no me arrepiento. Tal vez por eso lo conozco tan bien por dentro.

Me aparté para siempre en el ‘86, con la traición a Jacobo... ¿Cómo admitir semejante canibalismo?


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