Discurso Universidad Autónoma
de Santo Domingo
Fernando
Alvarez Bogaert es uno de los más destacados hombres públicos dominicanos post
Trujillo. Fue secretario de Agricultura, director del Consejo Estatal del
Azúcar, embajador en Venezuela y en España y secretario de Finanzas. También
fue alto dirigente del PRSC y candidato vicepresidencial en la boleta del PRD
que encabezó el doctor José Francisco Peña Gómez. Alvarez Bogaert es un
académico, economista reconocido, con estudios en universidades norteamericanas.
A continuación el texto del discurso que pronunció el miércoles 30 de
septiembre del 2009 en la Sala Manuel del Cabral de la Biblioteca Pedro Mir de
la UASD, en ocasión de ser investido como profesor honorario de la Universidad
Autónoma de Santo Domingo.
La construcción del futuro
Expreso mi más profundo agradecimiento a la Universidad Autónoma
de Santo Domingo, institución educativa primaria del país desde su fundación en
el año 1538 por haberme otorgado esta distinción en este momento de mi
existencia. Únicamente mi yo profundo conoce el significado de la misma. Y
expreso mi agradecimiento a su Rector Magnífico, Doctor Franklin García Fermín,
amigo entrañable y a cada uno de los que hicieron posible este
reconocimiento que reconfortará mis días venideros.
El rol histórico de la
Universidad
Uno de los
roles más significativos, en el sector social y educativo en toda la historia
del país, le corresponde a la
Universidad Autónoma de Santo Domingo. Hay aspectos de este
rol que es evidente para todos: ha formado una cantidad de profesionales pertenecientes
a cada lugar del país, de modo que su ejercicio se derrama generosamente por el territorio nacional, Muchos de sus egresados han jugado
papeles estelares en los eventos de mayor significación de nuestra
historia. Pero el rol fundamental de esta universidad lo encontramos, en un país donde no existe una red social, en
haberse convertido, como lo planteamos en este recinto hace seis años, en la
gran niveladora social de la República
Dominicana.
Posee dos logros extraordinarios contrarios,
precisamente, al rumbo, profundamente equivocado que ha tomando el país. Nos
referimos a la creciente y excesiva concentración en la Capital en perjuicio de
los pueblos del interior y al escaso apoyo que se le da a la mujer para que
ocupe el lugar que le corresponde. Esta universidad ha enfrentado con decisión
estas dos aberraciones: mantiene abierto 14 centros regionales que han
permitido que decenas de miles de estudiantes de provincias pudieran graduarse,
que de otra manera no hubiera sido posible. Actualmente, en su matricula el 66% corresponde a las mujeres, algo insólito en
una nación en la que se les han impuesto tantos obstáculos de carácter
discriminatorio. Cuando, inevitablemente, se logre el triunfo de la equidad de
género la Universidad
Autónoma de Santo Domingo emergerá como agente protagónica de
esa hazaña
Significación de este acto
El día de hoy constituye
uno de los más importantes en mi carrera
pública que empezó en el 1966 cuando regresé al país, luego de ocho años de
ausencia. En ese lapso estudiaba economía, becado por dos importantes universidades
norteamericanas: la de Purdue y la de Columbia.
La caída de la
dictadura de Trujillo y la Revolución
de abril de 1965, sofocada por la
intervención norteamericana, ocurrieron en tiempo de mi ausencia. Sin embargo,
mi estadía en los Estados Unidos representó una época fundamental para mi
formación académica y humana.
Años tumultuosos en los Estados Unidos
Esos años
fueron tumultuosos en los Estados Unidos, dominados por tres eventos
esenciales: la lucha por los derechos de los ciudadanos de color, la lucha en
contra de la guerra de Vietnam y el asesinato del Presidente Kennedy. Para mí,
no obstante ser extranjero, las luchas a favor de los derechos civiles se convirtieron,
concomitantemente con los estudios, en la
parte fundamental de mi vida. Marché, como miles de estudiantes universitarios
de la época, junto al Dr. Martin Luther
King. De él aprendí, que en todos los momentos históricos hay, simultáneamente,
luces y sombras. Asimismo que había que ser pragmático y adoptar una actitud
conciliadora con todo el que fuera necesario,
que contribuyera a hacer más fulgurante las luces y, a la vez, ayudara a
mitigar los efectos negativos de las sombras.
Muchos de sus
seguidores, traumatizados por las grandes injusticias, a través de las décadas,
no compartían la actitud del Dr. Martin Luther King de aceptar la participación
de personas que en el pasado habían tenido actividades y actitudes negativas al
proceso. El insistió e impuso su posición en el movimiento. Para él todo ser
humano tenía el derecho de reparar sus errores, y que esa reparación constituía
un acto poderoso de liberación que contribuiría a hacer la causa cada vez más poderosa. El tiempo le dio la razón a la
actitud visionaria de ese gran hombre.
El tiempo le dio la razón a Martín Luther King
Lyndon Johnson,
sureño de perfil político muy conservador y con relaciones históricas con
figuras adversas a la causa de los derechos civiles, catapultado por el trauma
del asesinato del Presidente Kennedy, procedió a aprobar leyes radicales a favor de los derechos
civiles que demolieron todos los obstáculos legales que habían sostenido
durante 200 años la abominable segregación racial en los Estados Unidos.
Desafiando la verdad convencional
En lo
referente a lo académico, aprendí de
varios eminentes economistas que el estudio y la investigación eran muy
importantes, pero no suficiente. Que había actitudes que eran fundamentales en
el ejercicio de la economía, como por ejemplo, no conformarse con la verdad
convencional, sino analizar los problemas desprovistos de cualquier prejuicio
que pudiera contaminar los resultados. En adición, aprendí que los conceptos
de sobriedad, institucionalidad y,
transparencia eran decisivos para liberar a una nación del subdesarrollo. Y,
además, me enseñaron que el rol principal del liderazgo político y económico era,
y continúa siendo, el lograr conjugar, con eficiencia, ética y frugalidad, tres
aspectos esenciales: estudiar continuamente
las lecciones del pasado para aprender de los logros y errores,
gerencial el presente construyendo al mismo tiempo el futuro La posición
pragmática, pero ética de Martin Luther King y la actitud iconoclasta que me
enseñaron en Columbia marcaron para siempre mi posición hacia la vida.
Nacemos con un destino
Procedamos a
realizar, en líneas generales, una evaluación de las lecciones del pasado que
nos llevaron a crear un presente que ha impedido lograr el fin fundamental de
una nación: la construcción permanente del futuro. Al final, planteamos lo que
consideramos las acciones que hay que tomar para lograr ese objetivo
imprescindible.
Regresé al
país para escribir la tesis y retornar para enseñar e investigar en una
universidad norteamericana. Pero en el proceso de recuentro con el país, sucedió
un hecho importante en mi vida personal, conocí a la que hoy es mi esposa con
la cual contraje matrimonio a finales del año 1965. El otro evento
significativo fue que con 25 años de edad fui nombrado Secretario de Estado de
Agricultura en uno de los momentos más convulsionados de nuestra historia. Me
pregunté si podía ser al mismo tiempo un funcionario modernizador y un amortiguador de los excesos y la
intolerancia de la época. En mi respuesta, afirmativa, tuvo un peso
preponderante las relaciones de hermanos que tenía, desde niño, con José
Francisco Peña Gómez. Con él, especialmente, durante el período del año 1966 al
1978, salvamos muchas vidas, incluyendo la de él en incontables ocasiones. Juntos
fuimos protagonistas de muchas acciones, algunas conocidas, otras a ser reveladas
próximamente, que contribuyeron a evitar eventos que hubieran afectado
negativamente el proceso democrático dominicano. Esa identidad de propósito, y respetando
el hecho de que militábamos en partidos diferentes, duró, sin haber tenido
nunca una diferencia, hasta el mismo día
de su muerte en el 1998.
Un nuevo modelo económico
Concomitantemente
del 1996 al 1975 me tocó dirigir,
primero la Secretaría
de Agricultura y luego el CEA, después,
donde la gestión se caracterizó por la implementación de las prácticas más
avanzadas tanto en los aspectos operacionales como en los fabriles y en las siembras
y los cultivos, logrando esas instituciones su máximo esplendor histórico. Este
hecho, junto a las leyes de incentivo industrial y turístico, promovió un
vigoroso crecimiento económico balanceado con gran frugalidad, sin
endeudamiento externo, con una exportación creciente de bienes y servicios, dando
como resultado una impresionante creación de empleos.
Me siento
obligado a resaltar dos aspectos:
a. En el crecimiento explosivo de la producción del CEA jugaron un rol
preponderante los líderes de sindicatos libres que eran parte integral de la
operación del CEA.
b. Entre el 1968 al 1972 se enviaron más de 150 jóvenes a estudiar ciencias
agrícolas a prestigiosas instituciones del exterior para que luego fueran los principales
protagonistas en el proceso de convertir la agropecuaria dominicana en la más
eficiente de América Latina.
A mediados de
los años 70, llegó al país la Ley PL-480
mediante la cual los norteamericanos vendían a precios altamente subsidiados, a
diez años y casi sin interés, sus excedentes, lo que se constituyó en un caso
extremo de competencia desleal y de distribución social. Nosotros hicimos todo
lo posible, y lo indecible, para detener la aplicación de esa ley. Con la
eventual aplicación de esa ley se inició el calvario de la zona rural.
El modelo de
crecimiento balanceado con endeudamiento moderado fue continuado, pero con
algunas importantes modificaciones por los gobiernos de Don Antonio Guzmán
Fernández y el del Dr. Jorge Blanco. Ahora,
¿cuáles fueron esas modificaciones?, veamos:
1.
Empezó un aumento rápido en el número de empleados públicos.
2.
El uso de la PL-480
se generalizó, afectando gravemente el sector rural. Muy especialmente en la
zona fronteriza, donde existía, debido al cultivo de maní, una prosperidad moderada.
De hecho, la frontera. Jamás se recuperó de los efectos de la implementación de
esta ley.
Un cambio profundo de paradigma
A partir de
ese momento, se inició paulatinamente el proceso de cambios del modelo que
había funcionando bien. Se planteó que la agropecuaria no era competitiva y que
empobrecía a la población. La elite que se había formado en el exterior para
hacer la revolución agropecuaria fue relegada de una manera mal intencionada. La
expresión extrema de esta nociva y nada patriótica actitud fue la destrucción
del Consejo Estatal del Azúcar, el cual, en su punto máximo, tenía más de
40,000 obreros, más de 20,000 colonos y más de 100,000 empleos indirectos.
El nuevo
modelo se sustentaba en las exportaciones de servicios y en la ampliación del
consumo a través de un aumento creciente en el número de empleados públicos y un
incremento exponencial en los gastos corrientes. Este modelo burocrático y
politizado, que se aceleró exponencialmente en la década del noventa, se
caracterizó por concretarse en el manejo del presente (el inmediatismo) a
expensa de la construcción del futuro,
que es el elemento esencial en el progreso de una nación.
Con mi
renuncia al Partido Reformista y mi alianza con José Francisco fue,
precisamente, para crear un frente amplio que retornara al modelo económico
balanceado, pero revistiéndolo de una mayor equidad social. Los terribles
acontecimientos del 1994 eliminaron el último obstáculo a la entronización de
un modelo desbalanceado, altamente dependiente del exterior, orientado a crear
decenas de miles de empleos
gubernamentales para compensar los perdidos en la agropecuaria y la
industria, lo que condujo, inevitablemente, a la creación de un Estado
hiperburocrático caracterizado por una politización excesiva.
Una
nación anclada en el presente
El tiempo presente secuestró al pasado
y al futuro. Se adueñó de los espacios temporales y de los escenarios. El presente, como animal
insaciable, todo lo devoró. Este presente, al que nos referimos, corresponde al
espacio temporal que abarca las dos últimas décadas. Lapso en que tapiamos la
ventana que nos permitía vislumbrar los horizontes.
Nos dejamos seducir por la magia de lo
inmediato, del menor esfuerzo y engendramos este drama, este modo de vida
marcado por la incertidumbre, la falta de certeza, el dejar hacer, el delegar
responsabilidades, por el predominio de la improvisación y el facilismo. Todo
este cúmulo de grandes desaciertos generados en los distintos estamentos de la
sociedad ha desencadenado graves consecuencias, como el deterioro del espacio
de las nuevas generaciones, pues el mundo no termina con nosotros.
Esta es la realidad que se nos ha
impuesto: estamos anclado en un presente estático. El pensar y actuar se
refugia en una inmediatez bien consciente y muy bien inducida por los grupos de
mando. La creación permanente del futuro no es prioritaria, y sólo se menciona
de una manera retórica. Nos desenvolvemos en el espacio temporal que posee
menos firmeza: el presente. Obviamos el que vitaliza la visión y el proyecto, el futuro. No importa
las experiencias que aporta el pasado, de ahí tantos equívocos y errores. Esta
actitud, la de asumir como único espacio el presente, proviene de una
metamorfosis que, a toda costa, no se quiere recordar. Se entierra la dignidad de los actos del pasado, la forma de
vida del presente borra todo asomo de heroísmo.
Asistimos, aunque sea de espectador, a
la fiesta de un consumismo extremo muy
por encima de nuestra capacidad real de nación. La sobriedad y la mesura han
sido virtualmente obviadas, relegadas, como virtudes humanas.
Este afán de desconocer el futuro, de
anclarnos en el ahora, nos lleva a desconocer nuestra propia naturaleza,
nuestra propia identidad.
El hombre y la mujer tienen que
imprimirle permanente sentido de misión a la vida. ¿No es acaso, nos
preguntamos: que un proyecto que se afirma en la inercia, en el inmovilismo, en
el delegar en otros, una franca
expresión de irresponsabilidad ciudadana? Nacemos para algún fin, no somos, o
no debemos ser, un dígito más de la computadora universal, sino personas con
voluntad viva, con visión de vida y con un sentido de misión, de lo contrario
nuestra vida sería estéril.
El panorama al que hemos asistido se caracteriza
por la preeminencia de un individualismo extremo donde el yo reina campante por
encima de todas las cosas.
Veamos en líneas generales las
consecuencias de esta forma de ejercer el poder público y el privado tanto en
el ámbito económico-social como en el político-institucional.
Efecto en el ámbito económico-social
Procedamos, a grandes líneas, a presentar los resultados
reales de este proceso que se ha incubado durante casi dos décadas de
concentración casi total en el presente:
a.
Un aumento exponencial en el número de empleados públicos hasta llegar a
la increíble suma de 600,000 en una
nación de apenas 10 millones de habitantes.
b.
Un aumento en la deuda pública (externa, interna). De hecho, tan solo
del 2,000 a
un proyectado para el 2009, el endeudamiento externo y el interno dolarizado a
la tasa de cambio actual (sin considerar los certificados del Banco Central)
aumentó de 4,142 millones de dólares a cerca de 13,000 millones si contamos los
certificados del Banco Central como deuda, el aumento fue en el mismo lapso de
4,142 millones de dólares a 18,000 millones de dólares.
c.
Como consecuencia de estos dos incrementos, el excepcional crecimiento
de las recaudaciones en los últimos seis
años, lo que es un gran logro legítimo del actual gobierno, se están utilizando
preponderante en gastos corrientes, impidiendo el ahorro necesario que permitiera hacer las
grandes y necesarias inversiones públicas con el propósito de catapultar la producción con recursos
propios.
d.
Un descalabro eléctrico de tal magnitud que ocupamos el lugar 129 de 30
naciones medidas por el Foro Económico Internacional en la eficiencia del
manejo del sector eléctrico.
e.
Y una inversión per cápita en la educación, que constituye un
factor clave para la competitividad y la productividad, es apenas un 40% de lo
que invierten en este sector países similares al nuestro, etc.
Efectos
en el ámbito político-institucional
Haber asumido el
presente como único espacio de acción ha generado un cambio radical en nuestro
sistema político, que ha procedido, casi de manera inevitable a crea un sistema
electoral cuya única virtud consiste en proporcionar cada cuatro años una
distribución del poder de Estado y de los beneficios que este produce, lo que
conduce inevitablemente a la corrupción pública y privada.
Esto no solo está ocurriendo en nuestro país, sino en muchas
naciones del mundo, provocando una profunda devaluación en la percepción
ciudadana acerca del ejercicio de la política. Esta situación la describe de
una manera magistral Daniel Innerarity en su libro: el futuro y sus enemigos. Me permito apoderarme de un párrafo de
este extraordinario libro:
“El
mayor consenso que existe en torno a la política es que ya no es lo que era:
una actividad estimada, dotada de autoridad y prestigio, generadora de entusiasmo
colectivo, una delegación de confianza. De la exaltación de la política hemos
pasado a la desafección generalizada, cuando no a un profundo desprecio. Las
encuestas revelan un creciente desencanto que algunos interpretan-
equivocadamente, a mi juicio- como absoluto desinterés, pero que deberíamos
analizar con mayor sutileza. No estamos ante la muerte de la política sino en
medio de una transformación que nos obliga a concebirla y practicarla de otra
manera”.
Siete años definitorios de mi vida
En
los últimos siete años me he entregado, completamente, al estudio del
comportamiento de la sociedad dominicana contemporánea, teniendo siempre de
referente el comportamiento internacional ya que la economía dominicana depende
en un 80% de la economía internacional.
Tres feroces revoluciones socio-económicas
Es,
en cierto modo, mi reencuentro de forma definitiva con mi primaria vocación: la
investigación y una incesante actividad didáctica. Desde luego, existen hechos
muy concretos que de forma directa me impulsaron a la búsqueda de una
explicación razonable al momento histórico en que vivimos. ¿Cuáles fueron estos hechos?
Estos fueron los siguientes: A partir del 1985 empezaron ha operar
concomitantemente las dos revoluciones socio-económicas más feroces en la
historia de la humanidad: la de la tecnología y la de la globalización, regida por la Ley
de Moore, que duplica cada 18 meses la capacidad de computación de los
denominados “chips”, posibilitando un cambio tanto abrupto como disruptivo: el
internet, el cual se ha expandido de una manera explosiva tanto cualitativa
como cuantitativa.
La
de la globalización que se ha sustentado en dos aspectos fundamentales: a) la
eliminación de las tarifas que protegían la producción interna, y b) la
creación de un modelo revolucionario de la producción, el proceso de
“especialización vertical” donde lo que se producía antes en un solo país,
actualmente se produce concomitantemente en varios países. Estas dos
revoluciones aumentaron en tan solo 20 años el número de consumidores reales
(aquellos que consumen bienes durables- estufas, televisores, etc.) de 1,400
millones a 2,300 millones, proceso que antes llevaba más de un siglo. Además,
estas dos revoluciones adicionan anualmente no menos de 40 millones de
consumidores. Y tenemos que hacer hincapié que al mismo tiempo estas dos
revoluciones han causado enormes dislocaciones sociales en todos los países del
mundo.
A
partir del inicio de la década de los ochenta empezó a operar especialmente en
Estados Unidos, el criterio económico de que el mercado funcionaba mejor entre
menos regulaciones existieran; o sea, se creó un capitalismo fundamentalista
que dio paso a la tercera revolución financiera que llegó a su extremo del 1998
al 2007.
La
interacción de esas tres feroces revoluciones tiró por el suelo todas las
teorías y los paradigmas económicos y
todas las ideologías políticas prevalecientes. En diciembre del 2007, la
revolución financiera parió la crisis actual: la peor desde la depresión del
1929 al 1936. Afortunadamente, dentro de estas graves dificultades, las grandes
naciones han usado enormes estímulos fiscales y extraordinarias inyecciones
monetarias, que luego de esta gran recesión, permitieron que en este tercer
trimestre se empiece un proceso de recuperación moderado, aunque con nivel muy alto
de desempleo para el 2010: un promedio de 9.5% en Estados Unidos y casi 20% en
España que son nuestros dos socios comerciales fundamentales. Lo que indica que la mejoría económica de
nuestro país en el año 2010 será relativamente leve.
Me
ha tocado, pues, dedicarme a la investigación precisamente en el período más
complejo y explosivo de la historia económica del mundo. Esas investigaciones
han producido una serie de ensayos que se han publicados en el periódico
Hoy, algunos en Clave Digital y la Información de
Santiago, juntos con las obras “Anatomía de la República Dominicana
2008” y
“El abrupto deterioro de la economía internacional: un reto histórico para cada
dominicano”. Estos trabajos integran una reflexión sobre el presente dominicano
a la luz de los estremecedores acontecimientos internacionales y al ejercicio
inmediatista del poder, y lo único cierto y durable: la construcción permanente
del futuro.
Acciones previas para la construcción
del futuro
La
construcción permanentemente de un futuro repleto de progreso económico y
social demandará la ejecución de medidas
drásticas que deshagan los daños acumulados en las dos últimas décadas, al
haber estado gerenciada la nación de un manera inmediatista. ¿Y cuales serían
esas medidas? Procedamos a exponer algunas:
1.
Hacer un proceso de reingeniería mayor que transforme
dramáticamente el modelo hiperburocrático que ha impedido crear el ahorro
necesario para emprender con recursos propios las grandes inversiones productivas
que demanda nuestra nación.
2.
Privilegiar la inversión estatal que motorice la producción
nacional, con énfasis especial en la producción exportable.
3.
Priorizar la inversión en la educación a los niveles de los
países similares al nuestro.
4. Demoler todas las barreras que se han
erigido en las últimas décadas que han erosionado profundamente la
competitividad del sector productivo nuestro. Por ejemplo:
a) Hacer eficiente, tomando las medidas que fuesen
necesarias, la producción de energía eléctrica ya que actualmente un kilo watts
nos cuesta 25 centavos de dólar, mientras que en Centroamérica este cuesta 15
centavos de dólar.
b) El del manejo monopolístico de la carga.
c) De los productos en puertos.
d) El peso sobrevaluado, una tasa de interés real alto,
etc.
Todas estas medias, las cuales son posibles y necesarias,
van a demandar un cambio profundo de la forma de operar de nuestra clase
política.
La única salida de la Patria Amada : la construcción
permanente del futuro
Lo expresando hasta ahora, en esta memorable ocasión de mi
vida, tiene un propósito central: presentar ante ustedes lo que viene
gravitaron en mi conciencia desde hace años. Se trata del futuro de nuestro
pueblo.
La construcción permanente del futuro debe verse como la
nueva ideología de los hombres y las
mujeres que amen al país, especialmente de los jóvenes, aquellos que piensan,
sin demagogia, sin estridencias publicitarias, con honradez absoluta, que al
asumir esta actitud están conservando la vida propia y , más aún, la descendencia
misma.
Adoptar el futuro como ideología, si cabe la consideración
teórica, no supone relegar el presente, ni tampoco desentenderse del pasado.
No, si tal cosa aconteciera, estaríamos procediendo como los que han hecho del
presente su templo. Se trata de tomar el futuro como eje, y hacer de éste la
fuerza y el ámbito para el vivir. Desde luego, esta nueva construcción requiere
de las experiencias serenadas del pasado y de ejecutorias atinadas del presente. La trilogía que
conduce a un fin único es ésta: el futuro como fuente de experiencia y soporte y
lo bueno de la efervescencia gerencial del presente.
Nuestras fortalezas
Por las fortalezas que posee nuestro paìs, esta ideología,
el futuro, puede encontrar el espacio más fértil para enraizar y echar frutos
en tiempo razonable. Las fortalezas que nos proporcionan las fuerzas para
encausarnos por un camino de progreso colectivo verdadero, las podemos
sintetizar en las siguientes:
a.
El acceso, libre de impuestos -uno de tan solo seis naciones
en el mundo-, a los dos mercados más grandes del mundo: el de Los Estados
Unidos y el de la
Mancomunidad Europea. Estos mercados representan unos 500
millones de consumidores reales. En otras palabras, si fuéramos competitivos
podríamos producir 5 ó 6 veces lo que producimos actualmente y tendríamos un
mercado seguro y eliminaríamos, de una
manera quirúrgica, el grave problema de desempleo.
b. Una ubicación geográfica
excepcional, pues nos permite llegar a los mercados del mundo, sobre todo a los
del Estados Unidos, en muy poco tiempo. Este sólo hecho nos proporciona razones
para mantener un aparato productivo intenso y extenso. Y los beneficios se
derraman; producción, empleos, divisas.
c. Una clase empresarial urbana y rural con amplia
experiencia y con grandes flexibilidades, condiciones que le permite adaptarse
a los cambios, con rapidez y eficacia,
que se suceden en el mundo
interconectado como es éste, el que vivimos
d. Una mano de obra productiva.
e. Tierras abundantes y fértiles.
f. Un pueblo con sólida madurez social y una capacidad de
tolerancia excepcional; y que sabe asimilar las adversidades más allá de lo
esperable y resistir con un estoicismo asombroso los momentos de crisis social
y económica prevaleciente en el país.
g. Una juventud – centenares de miles que se preparan cada día
en los centros académico del país _ aquí, en este legendario recinto académico,
tenemos la viva prueba-.
h. Tres
sectores claves: el de zonas francas, el turístico, y una diáspora que crea
riqueza y la comporte con sus familiares, pues nunca se ha distanciado de su
tierra. La diáspora china y de la
India jugaron un rol protagónico en el explosivo crecimiento
de esos dos países a diferencia de esas dos grandes naciones, nuestro país no
ha involucrado en el proceso de desarrollo
a las decenas de miles de dominicanos que han creado en el exterior
negocios exitosos y que han obtenido grandes logros en el ejercicio
profesional.
Un país con un destino luminoso
En
conjunto, estas extraordinarias fortalezas
hacen del país un territorio enormemente fecundo para lograr esta
visión, que no es nueva, pues responde al anhelo de bienestar y progreso a que todos
aspiramos desde hace tiempo.
¿Qué
tenemos que hacer? comprender que no hay nada más incontenible, aún en los
momentos más difíciles de un país, que una nación movilizada, con un claro
objetivo y con un profundo sentido de misión. Entonces procedemos sin demora, a
crear una sociedad donde el inmovilismo, el facilismo y el ejercicio del poder
por el poder mismo sea reemplazado por una obsesión militante de estar
construyendo permanentemente el futuro.
No
debemos tener la menor duda de que si todos, desde el Presidente la República al más humilde
ciudadano, obramos de esa manera lograremos, en un tiempo no muy extendido, los
objetivos fundamentales que todo ciudadano debe buscar. ¿Y cuáles son esos
objetivos que debemos perseguir?:
1.
La creación de una nación que se caracterice por una
democracia participativa donde el ciudadano común sea el principal protagonista
de su propio destino.
2.
Una nación donde, el ejercicio público sea la actividad más
noble.
3.
Una nación donde la solidaridad subyugue el egoísmo.
4.
Una nación donde se privilegie la educación y la producción.
Esa nación que, inevitablemente lograremos, operará en un
incontenible estado de progreso económico que permitirá crear todos los puestos
de trabajos demandados por nuestros ciudadanos y parirá, inexorablemente, un país con sentido de equidad
social, con un acendrado patriotismo y un nivel profundo de espiritualidad.