7 de julio de 2023

La pequeña burguesía dominicana

 

La pequeña burguesía dominicana está alborotá, como Cachita la del cha cha cha

La pequeña burguesía dominicana está alborotá, como Cachita la del cha cha cha

§ 1.Los maestros en el estudio analítico del comportamiento histórico, económico, ideológico, psicológico y costumbrista son por orden de importancia y profundidad Juan Bosch y su Composición social dominicana (1960), La pequeña burguesía en la historia dominicana (1985) y Clases sociales en la República Dominicana (1982) y los antecedentes inmediatos de los cuales se nutrió fueron Cartas a Evelina, publicadas en el Listín Diario y luego en forma de libro en 1942, la tesis doctoral de 1915-16 de Américo Lugo y la carta que este le envió el 20 de enero de 1916 a Horacio Vásquez, Pedro Andrés Pérez Cabral en La comunidad mulata (1967) y por último, el libro Al cabo de los cien años, de Rafael Augusto Sánchez Ravelo, redactado en 1944, pero publicado muchos años más tarde, en 1976. Hay material de autores como Bonó, Hostos y otros del siglo XX que tocan extensa o parcamente el tema, pero sin formar obra. Me he aventurado a seguir el tema de estos titanes en Política y teoría del futuro Estado nacional dominicano (Santo Domingo: Editora Universitaria de la UASD, 2012) y en otros ensayos sueltos, pero nadie se pica de haber agotado el tema, porque en cada Gobierno, desde 1961, fecha del ajusticiamiento de Trujillo, surgen matices grandes y pequeños, esperpénticos, risibles, extravagantes que desafían la audacia de esta clase que lucha por no proletarizarse y por ascender a burguesía en la escala social. Los rasgos que estos autores observaron en la pequeña burguesía son, a grandes trazos, la doblez, la simulación, la toma de sus deseos por la realidad, el elogio sin motivo y el halago de mentira cuando su propósito velado es arrancarle dinero a su interlocutor o conseguir un cargo público o privado, casi siempre una botella que le permita llevar la buena vida de restaurante en restaurante. Al lado de esta clase parasitaria convive otra fracción de la pequeña burguesía que parece haber heredado los valores de los trinitarios y ha sido heroína en todas las luchas políticas por la democracia y en contra de las intervenciones extranjeras (intentos de anexión a Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España) con el ejemplo de las armas en las manos cuando la guerra contra Haití, la Anexión a España y las dos intervenciones estadounidenses en nuestro territorio. Esta fracción pequeñoburguesa posee unos valores patrios y una ética intransigente y no busca prebendas estatales, sino que se nutre del trabajo arduo en los campos o en los negocios o las profesiones liberales.

§ 2. La fracción pequeñoburguesa que trafica con los valores y posee los rasgos que Américo Lugo, Moscoso Puello, Bosch, Pérez Cabral y Sánchez Ravelo le endilgan, se metamorfoseó en los primeros años de lucha contra el Consejo de Estado y el Triunvirato y estuvo natagueando en los partidos de izquierda (sobre todo el 1J4 y el MPD), pero cuando ganó Bosch las elecciones de diciembre de 1962 una amplia capa de esa pequeña burguesía se sumó a las manifestaciones de reafirmación cristiana y al no ver porvenir en ese Gobierno se adscribió a la Unión Cívica Nacional y al resto de los minipartidos que se sumaron a la conspiración que dio al traste con el primer Gobierno libremente elegido en el país desde 1930. Caído el Gobierno de Bosch, la pequeña burguesía trepadora y logrera ascendió en los puestos públicos medianos y altos y formó una coraza antidemocrática gracias a la cual pudo gobernar el Triunvirato sin grandes sobresaltos hasta que el 24 de abril de 1965 cuando el sector liberal de esa pequeña burguesía produjo el golpe de Estado contra el Triunvirato y sorprendió a medio mundo, incluido el grupo de asesores militares de la embajada americana (MAAG), quienes reaccionaron rápida y desproporcionadamente asustados por el surgimiento de una segunda Cuba en América, producto de la paranoia que invadió a Washington cuando Fidel Castro declaró socialista a aquel país y ante el terror patológico y eufemístico excusaron su error político con la invasión militar del 28 de abril de 1965 donde intervinieron 42 mil soldados y un contingente de espías de todas las agencias de inteligencia de aquel país.

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§ 3. Ante el mancillamiento de la soberanía del país y el control militar del país que los invasores otorgaron a las fuerzas combinadas del CEFA de San Isidro y a las huestes del general Antonio Imbert Barrera, la pequeña burguesía realizó sus cálculos y masivamente se alineó con los vencedores y dejó en las 19 cuadras de Ciudad Nueva a los pequeños burgueses que enarbolaron la ideología de los trinitarios. Entonces la pequeña burguesía sin valores se alineó con la fracción oligárquica y burguesa que apoyó la intervención militar extranjera y colocó en los puestos claves del Gobierno de Reconstrucción Nacional a los representantes provinciales y capitaleños del frente oligárquico ya recompuesto en el período de transición del Consejo de Estado al Gobierno de Bosch. El peso de esa pequeña burguesía oportunista se concretizó en el apoyo a la represión a escala nacional contra todo el que manifestara simpatía por el Gobierno de Caamaño y la figura de Bosch y el ariete de esta lucha fue la bandera del anticomunismo. Y ocurrió lo mismo que sucedió en la primera intervención militar estadounidense de 1916-24: la connivencia de los miembros de la oligarquía y la pequeña burguesía sin ética con los invasores y el surgimiento de matrimonios entre soldados y oficiales invasores con las hijas de esa pequeña burguesía que vieron en esto la oportunidad de ascenso social vía el matrimonio, con ciudadanía americana incluida y una parentela mixta de traidores.

§ 4. La misma secuela de males que dejó la primera ocupación militar de 1916-24, la dejó con creces la segunda intervención. Las dos dictaduras comisarias cuya misión fue preparar las elecciones que legitimaron las dos intervenciones y sus leyes y acciones: los Gobiernos de Horacio Vásquez y Trujillo y los de García Godoy y Balaguer. Desde aquel remoto 1966, la pequeña burguesía sin ética ha vivido saltando de un Gobierno a otro como hicieron sus ancestros bolos y coludos y conservadores y liberales que según Bosch cambiaban de chaqueta de un día a otro sin que este cambio brusco ameritara una explicación política ni un acto de contrición o vergüenza. Al contrario, desde 1966, con Balaguer y luego con los tres Gobiernos del PRD y los 20 años de Gobierno del PLD, surgió una floración de minipartidos que vegetan, con éxito, como rémoras que saben aliarse al ganador, lo que ha producido una distorsión y una confusión que ha venido a agregar más inconciencia política e inconsciencia nacional a la que ya caracterizaba a la descrita por Américo Lugo en su carta a Horacio Vásquez en 1916, y que, al carecer de estos dos atributos, el pueblo dominicano no había sido capaz de crear un verdadero Estado nacional a semejanza de los existentes en los Estados Unidos y Europa. Y agrego que esta deficiencia es, hasta hoy, específica, en grado máximo o menor, de los países iberoamericanos.

§ 5. Semejante distorsión de la ética, los valores democráticos y la honestidad ha permitido después de la muerte de Trujillo la cultura de la permisividad y relatividad donde el respeto a la ley y a la honestidad ha sido sustituido por la impunidad ante todos los actos de corrupción que caracterizan a la actual sociedad dominicana, la cual ha erigido como valor supremo el enriquecimiento ilícito (narcotráfico, robo al erario, evasión fiscal, lavado de activos, bancas de loterías ilegales, irrespeto a la Ley del Tránsito, etc.) y la existencia de un Estado clientelista y patrimonialista donde cada cual impone la ley del más fuerte en su pequeño territorio o punto geográfico controlado. La cultura de la vagancia, obtención del dinero fácil, la sociedad del espectáculo y la exhibición de las riquezas adquiridas mediante la violencia y la criminalidad son actos cotidianos que los ciudadanos contemplan inermes y desprotegidos por parte de la autoridad que desea, desde el presidente de la República hasta los regidores, alcaldes y legisladores terminar en silencio y en paz sus cuatro años de Gobierno y de ser posible reelegirse sin mucho ruido como para no llamar la atención y concentrarse en llenar a los pobres de tarjetas que una vez gastada la provisión económica reproducen el círculo vicioso de la miseria y la vuelta al clientelismo del dame más y con la novedad que antes los pobres asistían voluntariamente a las manifestaciones convocadas por los Balaguer, Bosch y Peña Gómez, pero hoy han sido construidas unas redes de reclutamiento de clientes que asisten a los mítines por un plato de comida, una botella de ron y una botellita de agua. Y a esos reclutadores, los partidos les pagan muy bien si quieren que la prensa, que se ha convertido casi en su totalidad en difusora de noticias light, sucesos, muertes y tragedias, les reseñe el mitin y les saque fotos del evento. Pero esos mismos reclutadores les venden la misma clientela llevada en motoconchos, motores y autobuses a los partidos contrarios que les paguen sus servicios.

§ 6. Este es el estado de situación de nuestra democracia colimocha desde la instalación del Consejo de Estado hasta hoy. La ideología de esa pequeña burguesía a la que Bosch llamaba “potrero sin puertas” se ha instalado como reina de todos los rincones del país donde se mueva dinero fácil sin trabajar y donde el crimen y la violencia dictan las reglas en medio de una población aterrorizada, la cual pone los muertos hasta por el robo de un celular, disputa por un parqueo, roce de un vehículo a otro, una mala mirada que el delincuente ha interpretado como una ofensa, feminicidios, incestos, y un sistema de protección de crímenes y delitos que funcionan como los convictos de asesinatos de policías, fiscales, jueces y otros representantes de la autoridad cuyas organizaciones les envían a los Estados Unidos u otros países de débil institucionalidad para que se enfríen en lo que se olvida la fechoría y allá en el extranjero le montan un negocio inofensivo (generalmente un restaurante) donde el tipo pasa por un inocente ciudadano respetuoso de la ley y respetuoso de sus vecinos, pero capaz de tener en una caja fuerte suficientes dólares y hasta un pistolón capaz de despacharte al otro mundo ante el menor asomo de amenaza.

§ 7. El comportamiento de los políticos está muy arisco con tantos socios presos en Najayo y se anuncian más expedientes como el de los Tucano…La pequeña burguesía está más alborotá que Cachita la del chacha cha de Omara Portuondo. En la Academia de la Lengua votaron en las elección unilateral del 7 de junio pasado hasta los muertos, corrió dinero y hubo transfuguismo de una plancha a otra y los sin uso de sus facultades mentales votaron y los académicos que gozan de perfecta salud entregaron su voto a Bruno para que él lo firmase y le pusiese fecha el día de las elecciones; en Academia de la Historia sucedió lo nunca vista entre dos miembros que se dijeron hasta barriga verde y superaron el pugilato de descalificaciones de Hugo Tolentino-Franklin Franco; el Instituto Duartiano, bregando en contra de los haitianos cuando Duarte lo que dijo fue lo contrario, que debíamos negociar y mantener relaciones con Haití, porque aquí todos somos mayoritariamente mulatos y descendemos de esclavos africanos. En la ADP, en la UASD, donde quiera que haya una asociación, oenegé, etc., donde quiera que se mueva dinero, ahí surge la pequeña burguesía a competir con su propia plancha y a intentar ganar y, si no gana, como dice Sánchez Ravelo, el individualismo que la caracteriza la impele a destruir lo que no puede controlar. En los ministerios de Cultura y de Educación la pequeña burguesía intelectual o fabricante de libros de textos se están matando por conseguir contratos millonarios. Los intelectuales a secas están dados al pecado con el Gobierno, porque creen que los Gobiernos están para promover y proteger la cultura y darles empleos a los escritores y poetas. Y el punto de mate serán los comicios municipales, legislativos y presidenciales en febrero y junio de 2024 cuando se soltará el loco de la corrupción, los candidatos de los poderes fácticos y del narcotráfico y de todos los sectores autoritarios que propician la ilegalidad y la impunidad a través de unos diputados y senadores que al llegar a las cámaras se vuelven ciegos, sordos y mudos. ¿Y quién sin dinero bien o mal habido puede aguantar una campaña electoral que cuesta millones de pesos para un simple candidato a regidor, a alcalde o a legislador? Y de la presidencia ni se hable del peluquín, pues todo dinero mal habido y aportado encuentra la excusa de la ignorancia: «Usted sabe que en un tipo de campaña como es el de la Presidencia, uno encuentra tanta gente que se acerca a uno que no hay tiempo para depurar las contribuciones.» A través de interpósita persona se cuelan los candidatos del narcotráfico, el lavado de activos, los evasores de impuestos, los poderes fácticos y los dueños de bancas de apuestas ilegales.

Un amplio sector de la pequeña burguesía no le tiene lealtad a nada ni nadie, porque carece de conciencia política, de conciencia nacional y tampoco tiene principios éticos. Miles de matrimonios disfuncionales con hijos que sufren enfermedades mentales graves que les conducen a rebeldías crónicas o al suicidio. Causas de estos hogares disfunciones: matrimonios sin amor es igual a sexo sin amor y los resultados son infidelidades de uno y otro lado, conflictos de violencia familiar y peleas violentas que a veces terminan en feminicidios, problemas de ascenso social o económico y competencia entre parejas matrimoniales a cuál posea más bienes materiales y riquezas. Ante este quebradero de cabeza, la gente se pregunta a través de los medios y redes sociales, ¿Qué está pasando en este país que nadie respeta la ley y donde cada cual se construye la suya propia? Las cuatro patas de la mesa de la cultura light y su tope, el materialismo, tienen mucho que ver con este malestar cultural, social, económico y político.

16 de marzo de 2023

 https://actualidad.rt.com/actualidad/461051-putin-fiabilidad-activos-extranjero-ahora

29 de diciembre de 2022

Muere Pelé 'Rey' del fútbol mundial

 Muere Pelé, el niño prodigio brasileño que pasó de ser lustrabotas a 'Rey' del fútbol mundial

Nació en 1940 en el seno de una familia pobre. Ganó tres campeonatos mundiales con la selección de Brasil e hizo grande al club donde desarrolló casi toda su carrera, el Santos F.C.

Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé, murió hoy a los 82 años en el Hospital Israelita Albert Einstein. 

El pasado 21 de diciembre, los médicos informaron de "una progresión" de su cáncer de colon con disfunción renal y cardíaca.  El exjugador de fútbol y también exministro de Deportes de Brasil llevaba hospitalizado en el hospital Albert Einstein, en el sur de Sao Paulo desde el pasado 29 de noviembre para someterse a una reevaluación de la terapia de quimioterapia para el tumor de colon y s un tratamiento por una infección respiratoria.

El ídolo de 82 años llegó al centro de salud después de que presentara una hinchazón generalizada en todo el cuerpo. Además, el personal médico le detectó un edema generalizado e insuficiencia cardíaca descompensada.

El exastro futbolístico, tricampeón mundial con la selección brasileña, venía luchando por su salud desde que le detectaron un tumor en el colon durante unos exámenes de rutina, en 2021. 

La salud de Pelé se deterioró en los últimos días y el centro médico Albert Einstein informó el miércoles que el ídolo brasileño presentaba una "progresión de la enfermedad oncológica" y que requería "mayores cuidados relacionados con disfunciones renales y cardiacas". Así, la hija de Pelé, Kely Nascimento, informó en sus redes sociales que la familia suspendió la navidad en casa y que se quedarían en el hospital por recomendación médica. 

Una infancia sacrificada pero rodeada de fútbol

Pelé nació el 23 de octubre de 1940 en la localidad brasileña de Tres Corazones, en el estado de Minas Gerais, en el sureste de Brasil.

Hijo de João Ramos do Nascimento y María Celeste Arantes, tuvo una infancia de privaciones pero siempre ligada al fútbol. Su padre, apodado 'Dondinho', era delantero y llegó a vestir la camiseta del Atlético Mineiro, pero tuvo la mala fortuna de lesionarse la rodilla poco después de debutar. Como 'Dondinho' no jugaba, el club dejó de pagarle el sueldo, por lo que Pelé, apenas un niño que ya mostraba sus prodigiosas dotes con la pelota, sacrificó horas de sus habituales partidos de fútbol callejero para ayudar económicamente a su familia como lustrabotas. 

"Éramos pobres, pero siempre pudimos trabajar", recordaba la leyenda del fútbol en el documental que retrata su vida y que fue estrenado en 2021 por la plataforma Netflix. 

En 1956, con tan solo 15 años y motivado por su padre, Pelé se convirtió en jugador profesional del Santos FC de la ciudad homónima, ubicada a 80 kilómetros de Sao Paulo. En el 'Peixe' (Pez), denominado así por su proximidad con el mar, Pelé no solo desarrollaría casi toda su carrera, también transformaría al Santos en lo que hasta ahí nunca había podido ser: una institución popular y exitosa en términos deportivos. 

Una pequeña estrella mundial

Contaba el propio Pelé que en el año 1950 vio llorar a su padre frente a la radio. Contrariamente a lo que todo un pueblo esperaba, Brasil había sido derrotado en la final del Mundial que se disputó en el país. En un estadio Maracaná colmado, el anfitrión cayó 1 a 2 frente a Uruguay, en lo que se conoció como 'El Maracanazo'. Ante la desazón de 'Dondinho', su hijo, para consolarlo, le prometió que ganaría la copa del mundo para él. Tenía apenas 10 años.  

En 1958, Pelé celebraría con el Santos su primer campeonato Paulista, siendo el máximo anotador de la competencia con una marca descomunal: 58 goles en 38 partidos.

Ese mismo año, el astro fue convocado a la selección brasileña para el Mundial de Suecia, equipo al que la 'verdeamarelha' derrotaría en la final con una actuación superlativa, como en casi todo el torneo, de Pelé, quien marcaría dos goles para un 5 a 2 definitivo.

Era la primera vez que Pelé salía de su país. En poco menos de un mes, pasó de ser cuestionado por la prensa, que en la previa del mundial lo consideraba "demasiado joven", a ser recibido en su tierra como un monarca. Un rey negro y pobre que, siendo un adolescente, tenía a todo Brasil a sus pies.

Santos, de la nada a la gloria   

La figura de Pelé se había hecho mucho más grande que su propio equipo, pero pronto el Santos, de la mano del eterno '10', alcanzaría la gloria y la fama nacional e internacional. 

La escuadra aurinegra pasaría a dominar durante casi toda la década el fútbol local, alzándose con el Brasileirão, la máxima liga nacional, en 1961, 1962, 1963, 1964, 1965 y 1968, además de los torneos paulistas de 1958, 1960, 1961, 1962, 1964, 1965, 1967, 1968, 1969 y, ya en el decenio siguiente, en 1973.

Fuera de su tierra, el temible Santos de Pelé sumó a su palmarés las copas Libertadores de 1962 y 1963, y perdería la semifinal del 64 contra el Independiente de Avellaneda (Argentina), campeón ese año de la primera de las siete ediciones que ostenta hasta hoy el 'Rey de Copas'. Además, el 'Peixe' obtuvo las copas intercontinentales de 1962 y 1963, esta última con un polémico arbitraje que jugó en su favor.

El momento de popularidad mundial de Pelé y su Santos le abrieron al club las puertas no solo de toda América, sino también de Europa, donde los partidos ya eran televisados. El equipo participó de innumerables y frenéticas giras y enfrentó a rivales de primer nivel en la época, como el Real Madrid, el Inter Milán, el Sporting de Portugal o el Barcelona, entre otros. Fue en uno de esos periplos agotadores que, habiendo deslumbrado a toda Francia, la prensa bautizaría al ídolo brasileño como el 'Rey del fútbol'. 

Además de ser el mejor futbolista del planeta, Pelé se erigió también como una estrella del cine y los comerciales, al punto de llegar a convertirse en el primer futbolista millonario de la historia. Pero, pese a que hubo varios gigantes del viejo continente que intentaron ficharlo, Edson Arantes do Nascimento prefirió permanecer en el Santos.

En el libro 'Pelé: porque el fútbol importa', de Brian Winter, el propio hombre récord explicaría los motivos de su decisión: "Muchos de los mejores equipos de Europa, entre ellos el AC Milan y Real Madrid, me han hecho propuestas a lo largo de años, pero la prensa se volvía loca y nunca pensé jugar seriamente fuera de Brasil. Yo tenía mis razones. En pocas palabras, me encantaba el arroz con frijoles que hacía mi mamá, me sentía cómodo y feliz en mi país. Mi mamá y papá vivían a pocos metros de nuestra casa, la temperatura siempre era de 25 grados y la playa era estupenda".   

Chile 1962 e Inglaterra 1966: violencia en el campo

Los campeonatos mundiales de Chile 1962 e Inglaterra 1966 se caracterizaron por la violencia en el campo de juego y los arbitrajes permisivos, cuando no escandalosos. 

En Chile, el 'Rey' saldría gravemente lesionado en el segundo partido del certamen contra Checoslovaquia, rival al que Brasil vencería en la final por 3 a 1, aunque sin Pelé, que se perdería casi toda la competencia por culpa del juego brusco.

En el 66, el bicampeón llegaba como favorito, con Pelé y Garrincha como los mejores del mundo. Sin embargo, el '10' recibiría un sinfín de patadas en el primer y tercer encuentro ante Bulgaria (2 a 0) y Portugal (1 a 3), respectivamente. En el segundo, contra Hungría (1 a 3), el técnico Vicente Feola había decidido resguardar a su mejor carta de la violencia. La 'canarinha' quedaría eliminada en fase de grupos y los locales ganarían el torneo con el recordado e ilegítimo 'gol fantasma' frente a la Alemania Federal.

México 70, la consagración total

Con 29 años, decepcionado y triste por el manejo de las copas anteriores, Pelé estuvo al borde de no participar del mundial de México 1970. Pero seguía siendo el máximo exponente del fútbol global y la dictadura de Emílio Médici lo presionó para que jugara. 

Aquel Brasil fue considerado uno de los mejores de todos los tiempos, con figuras de la talla de Rivelino, Gerson, Tostao y Jairzinho acompañando al crack, ya maduro, experimentado e inteligente para el juego en equipo. 

Pelé fue nuevamente la figura de un seleccionado que ganó todos los partidos sin sobresaltos, incluida la final, en la que apabulló a Italia con un 4 a 1.

Pelé estaba en la cima, el año anterior había marcado su gol número 1.000 y no había quien le hiciera sombra. 

Una oferta que no pudo rechazar

En 1975, habiendo ganado todo con el Santos y su selección, Pelé acepta una jugosa oferta de 4,5 millones de dólares para jugar en el Cosmos de Nueva York, de la entonces ignota y poco competitiva liga estadounidense. Allí marcaría más de 60 goles y ganaría dos títulos de la Liga de Soccer Norteamericana (NASL, por sus siglas en inglés). Se retiraría del fútbol dos años más tarde, el 1 de octubre de 1977, en un partido amistoso que enfrentó al Cosmos con el Santos, y en el que 'O Rei' jugaría un tiempo para cada escuadra. 

Incluyendo partidos amistosos, el insaciable delantero dejó una marca de 1.284 goles en 1.351 encuentros disputados

Polémicas y vida privada

A lo largo de su exitosa carrera, Pelé nunca se identificó con ningún partido o sector político, pero sus logros deportivos y su imagen triunfadora y pujante fueron aprovechados por todos los gobiernos, incluso dictaduras. 

El hecho de que el astro tuviera una actitud siempre de puertas abiertas con todos los poderes le generó algunos problemas en la opinión pública. Su falta de postura política en tiempos de gobiernos militares, con los que se reunió varias veces, se leyó como un apoyo a un proceso sanguinario y antidemocrático que acabaría recién en 1985.

En cuanto a la vida amorosa del futbolista, tuvo esposas, novias y amantes ocasionales. Pelé ha reconocido en total ocho hijos, entre 'legítimos' y otros a los que tardó años en reconocer.  

Tuvo cuatro descendientes fruto de su primer matrimonio con Rosemeri Cholbi (1966-1978); dos con su segunda esposa, Assíria Lemos (1994-2008), y otras dos hijas extramatrimoniales. Una de ellas, la política Sandra Regina Machado, cuya madre era empleada doméstica del exfutbolista, fue reconocida por Pelé tras una extensa batalla judicial que duró casi tres décadas. Machado murió víctima del cáncer el 17 de octubre de 2006. 

Hoy, Brasil y el mundo del deporte lloran la muerte del astro del fútbol.

2 de julio de 2018

Bosch: La debilidad de la fuerza



las revoluciones las han perdido los más fuertes.
Una revolución tiene su origen en fenómenos peculiares de su medio social, económico y político, y tiene su fuerza en el corazón, en el cerebro de las gentes. Ninguno de esos dos factores de una revolución puede ser medido por computadores electrónicos. Tradicionalmente, las revoluciones las han perdido los más fuertes.

Las trece colonias americanas eran más débiles que Inglaterra, y le ganaron la revolución de Independencia; el Pueblo francés era más débil que la monarquía de Luis XVI y le ganó la revolución del siglo XVIII; Bolívar era más débil que Fernando VII, y le ganó la revolución de América del Sur; Madero era más débil que Porfirio Díaz y le ganó la revolución de 1910; Lenin era más débil que el Gobierno ruso, y le ganó la revolución de 1917. Todas las revoluciones triunfantes a lo largo de la historia, sin una sola excepción; han sido más débiles que los gobiernos combatidos por ellas. Una revolución, pues, no puede medirse en términos de poderío militar; hay que apreciarla con otros valores.

Para saber si una revolución es verdaderamente una revolución y no un mero desorden o una lucha de caudillos por el poder, hay que estudiar sus causas, la posición que han tomado en ella los diferentes sectores sociales, y determinar su tiempo histórico. Una revolución, pues, no puede medirse en términos de poderío militar; hay que apreciarla con otros valores.

Al entrar en su tercer mes, la Revolución Dominicana, que había estado durante dos meses circunscrita a la capital de la república, comenzó a extenderse por el interior del país. Esto era inevitable, dado que una revolución no es una simple operación militar que pueda ser contenida por fuerzas militares dentro de límites determinados. Era inevitable, pero es inexplicable que en Washington nadie se diera cuenta de ello. Al embotellar la revolución dentro de una parte de la ciudad de Santo Domingo, el Gobierno de los Estados Unidos hizo cálculos en términos de fuerza: los revolucionarios son tantos hombres con tales armas, y por tanto podemos dominarlos e inmovilizarlos con tantos hombres y tal equipo. Llegar a conclusiones en términos de fuerza es fácil, sobre todo hoy, y sobre todo en los Estados Unidos, donde una batería de computadores electrónicos da las respuestas adecuadas a problemas de esa índole en pocos minutos y tal vez en pocos segundos. Pero una revolución es un hecho histórico que no ofrece posibilidad de cálculos de esa naturaleza, porque escapa a las definiciones aritméticas. Una revolución tiene su origen en fenómenos peculiares de su medio social, económico y político, y tiene su fuerza en el corazón en el cerebro de las gentes. Ninguno de esos dos factores de una revolución puede ser medido por computadores electrónicos.


La de Santo Domingo fue —y es— una típica revolución democrática a la manera histórica de la América Latina y se originó en factores sociales, económicos y políticos que eran y son al mismo tiempo dominicanos y latinoamericanos. Para situarla en el contexto latinoamericano, su patrón más cercano en el tiempo es la revolución mexicana de 1910, aunque no debía ni debe esperarse que fuera exactamente igual a esa revolución de México. En términos históricos, nada es igual a nada. A pesar de que habían transcurrido cincuenta y cinco años desde que estalló la revolución mexicana hasta que comenzó la dominicana, y a pesar de que en ese largo tiempo —más de medio siglo— se han extendido por el mundo los estudios políticos, sociales, económicos e históricos, los Estados Unidos actuaron ante la Revolución Dominicana de 1965 en forma casi igual a como hicieron ante la revolución mexicana de 1910. En 1965 se ha aducido el peligro comunista como razón de la intervención militar en Santo Domingo; en 1910 no podía usarse ese pretexto para desembarcar tropas en Veracruz porque entonces no existía el peligro comunista. ¿Por qué la actuación ha sido tan parecida? Porque tradicionalmente el mundo oficial norteamericano se ha opuesto a las revoluciones democráticas en la América Latina.

Con la excepción de los años de Kennedy, la política exterior norteamericana en la América Latina ha sido la de entenderse con los grupos de poder y la de usar la fuerza para respaldar a esos grupos. Durante los años de Franklyn Delano Roosevelt se abandonó el uso de la intervención armada, pero no se abandonó el apoyo a los grupos dominantes, y todavía en el caso de la revolución cubana de 1933 se hicieron presentes los buques de guerra norteamericanos en aguas de Cuba como un recordatorio ominoso.

Fue John Fitzgerald Kennedy quien transformó los viejos conceptos y puso en práctica una nueva política, pero desaparecido él, volvió a imponerse el criterio de que el poder se ejerce sólo a través de la fuerza. Esta idea parece no ser correcta. La fuerza como expresión única de poder tiene sus límites: es un instrumento idóneo cuando se enfrenta a la fuerza, pero no lo es cuando se enfrenta a fenómenos que tienen su origen en las bases más profundas de las sociedades.

Stalin pudo haber tenido razón al decir, durante la última guerra mundial, que esa guerra sería ganada por el país que fabricara más motores; pues la lucha de 1939-1945 fue llevada a cabo entre poderes militares organizados, y el poder de cada uno de ellos se medía en términos de fuerza, de divisiones, de cañones, de bombas. Pero una revolución no es una guerra, y hasta se conocen revoluciones que se han hecho sin que haya mediado un disparo de fusil.

Tradicionalmente, las revoluciones las han perdido los más fuertes. Las trece colonias americanas eran más débiles que Inglaterra, y le ganaron la revolución de Independencia; el Pueblo francés era más débil que la monarquía de Luis XVI y le ganó la revolución del siglo XVIII; Bolívar era más débil que Fernando VII, y le ganó la revolución de América del Sur; Madero era más débil que Porfirio Díaz y le ganó la revolución de 1910; Lenin era más débil que el Gobierno ruso, y le ganó la revolución de 1917. Todas las revoluciones triunfantes a lo largo de la historia, sin una sola excepción; han sido más débiles que los gobiernos combatidos por ellas.

Una revolución, pues, no puede medirse en términos de poderío militar; hay que apreciarla con otros valores. Para saber si una revolución es verdaderamente una revolución y no un mero desorden o una lucha de caudillos por el poder, hay que estudiar sus causas, la posición que han tomado en ella los diferentes sectores sociales, y determinar su tiempo histórico. En Washington nadie estudió estos aspectos de la Revolución Dominicana. En Washington se recibieron noticias de que el sábado 24 de abril, a mediodía, había habido cierta inquietud en algunos cuarteles de Santo Domingo y en el Pueblo; un poco más tarde se supo que el jefe del ejército había sido hecho preso por sus subalternos, y en el acto se pensó en desembarcar fuerzas militares norteamericanas en el pequeño país antillano. Eso lo dijo el propio presidente Johnson al afirmar en una conferencia de prensa que “as a matter of fact, we landed our people in less than one hour from the time the decision was made. It was a decision we considered from Saturday until Wednesday evening”. (TheNew York Times, Friday, June 18, 1965. Pág. 14 L).

Desde el sábado, pues, el Gobierno de los Estados Unidos consideró necesario desembarcar tropas en Santo Domingo; y ese día el Gobierno de los Estados Unidos no sabía qué clase de revolución estaba desarrollándose o iba a desarrollarse en la República Dominicana. Es evidente que la actitud del Gobierno norteamericano era la de defender el statu-quo dominicano, sin tomar en cuenta la voluntad del Pueblo dominicano. La reacción en Washington fue, pues, la habitual; el grupo dominante en la República Dominicana estaba amenazado y había que defenderlo. Ese grupo dominante era sin duda pronorteamericano, pero también era antidominicano, y en grado sumo.

En 19 meses de gobierno, el régimen predilecto de Washington había desmantelado la economía dominicana, había establecido un sistema de corrupción no visto en el país desde el siglo pasado y además se burlaba todos los días de las esperanzas del Pueblo en una solución democrática.

Cuando los revolucionarios tomaron en la mañana del domingo día 25 de abril el Palacio Nacional, hallaron allí montones de carteles de propaganda para la campaña política de Donald Reid Cabral, que había resuelto continuar en el poder mediante elecciones amañadas.

La Revolución Dominicana de abril no fue un hecho improvisado. Era un acontecimiento histórico cuyos orígenes podían verse con claridad. En realidad, esa revolución estaba en marcha desde fines de 1959, y fue manifestándose gradualmente, primero con una organización clandestina de jóvenes de la clase media que fue descubierta a principios de 1960, después con la muerte de Trujillo en mayo de 1961, más tarde con las elecciones de diciembre de 1962 y por último con la huelga de mayo de 1964.

El golpe de Estado de septiembre de 1963 no podía detener esa revolución. Fue una ilusión de gente ignorante en achaques de sociología y de política pensar que al ser derrocado el Gobierno que yo presidí la revolución quedaba desvanecida. Fue una ilusión creer, como consideraron los que formulan en Washington la política dominicana, que una persona de buena sociedad y de los círculos comerciales era el hombre indicado para dominar la situación dominicana. Fueron precisamente el uso de la fuerza y la frivolidad del favorito de Washington —Donald Reid Cabral— los factores que aceleraron el estallido de la revolución de abril.

La Revolución Dominicana tenía causas no sólo profundas, sino además viejas. La falta de libertades de los días de Trujillo y el desprecio a las masas del Pueblo volvieron a gobernar el país a partir del golpe de Estado de 1963; el hambre general se agravó con la política económica sin sentido del equipo encabezado por Reid Cabral, y la corrupción trujillista resultó a la vez más extendida y más descarada que bajo la tiranía de Trujillo. Se pretendió volver al trujillismo sin Trujillo, un absurdo histórico que no podía subsistir.


La clase media y las grandes masas se aliaron en un mismo propósito; barrer ese pasado ignominioso que había renacido en el país y retornar a un estado de ley y de honestidad pública. Veamos ahora el punto que toca al tiempo histórico. Lo que le da carácter peculiar a la historia de Santo Domingo es lo que en otras ocasiones he llamado su “arritmia”. Los acontecimientos dominicanos suceden en un tiempo que no corresponde al tiempo histórico general de la América Latina. El momento histórico en que se hallaba la República Dominicana en abril de 1965 era el equivalente de 1910 en México, y es curioso que los Estados Unidos actuaran sobre Santo Domingo, en cierto sentido, como lo hicieron sobre México en 1910, aunque alegaran para ello que en Santo Domingo estaba en marcha una segunda Cuba. Pero en Santo Domingo no podía estar en marcha en abril de 1965 una segunda Cuba como no podía producirse en México de 1910. Lo que había estallado en la República Dominicana en abril de 1965 era —y es— una revolución democrática y nacionalista; y el 1965 era el momento histórico exacto para que los dominicanos iniciaran su revolución democrática y nacionalista.


En términos de 1965, una revolución democrática no debe ser, y no puede ser, una mera lucha por las libertades públicas. Eso equivaldría a combatir para conquistar solamente una democracia política, y ningún pueblo latinoamericano de hoy puede conformarse con una democracia que no ofrezca al mismo tiempo que libertades políticas, la igualdad social y la justicia económica.


Por otra parte, el nacionalismo es un sentimiento que se origina en la necesidad vehemente de hacer progresar en todos los órdenes el propio país, en la necesidad de afirmar la conciencia nacional en el campo económico, en el político y en el moral, y toda revolución verdadera, sobre todo si es democrática, tiene un alto contenido de nacionalismo. Para no equivocarse en el caso de la Revolución Dominicana de 1965 bastaba con situarla en su tiempo histórico. Eso hubiera servido también para evitar el costoso error político de considerar que era una revolución comunista o en peligro de derivar hacia el comunismo. El precio que pagarán los Estados Unidos por ese error será alto, y a mi juicio lo veremos en nuestro propio tiempo.


Un índice de la magnitud del error es el tamaño de la fuerza usada originalmente para embotellar la revolución. Los Estados Unidos, que en el mes de abril tenían en Viet Nam 23 mil hombres, desembarcaron en Santo Domingo 42 mil. Para los funcionarios de Washington, los sucesos de la República Dominicana eran de naturaleza tan peligrosa que se prepararon como si se tratara de llevar a cabo una guerra de la que dependía la vida misma de los Estados Unidos. Siempre recordaré como un síntoma de esa enorme equivocación un detalle de la densa propaganda hecha por el departamento de guerra psicológica, el del famoso submarino ruso capturado en el puerto de la vieja capital dominicana. Ese submarino desapareció misteriosamente tan pronto llegaron a Santo Domingo los primeros periodistas norteamericanos independientes, pero sigue navegando en las aguas del rumor interesado.


La fuerza de los Estados Unidos se usó en el caso de la Revolución Dominicana de una manera absolutamente desproporcionada. Un pueblo pequeño y pobre que estaba haciendo el esfuerzo más heroico de toda su vida para hallar su camino hacia la democracia fue ahogado por montañas de cañones, aviones, buques de guerra, y por una propaganda que presentó ante el mundo los hechos totalmente distorsionados.


. La revolución no fusiló una sola persona, no decapitó a nadie, no quemó una iglesia, no violó a una mujer; pero todo eso se dijo, y se dijo en escala mundial; la revolución no tuvo nada que ver ni con Cuba ni con Rusia ni con China, pero se dio la noticia de que 5 mil soldados de Fidel habían desembarcado en las costas dominicanas, se dio la noticia de que había sido capturado un submarino ruso y se publicaron “fotos” de granadas enviadas por Mao Tse-Tung. La reacción norteamericana ante la Revolución Dominicana fue excesiva, y para comprender la causa de ese exceso habría que hacer un análisis cuidadoso de los resultados que puedan dar la fe en la fuerza y el uso ilimitado de la fuerza en el campo político, y convendría hacer al mismo tiempo un estudio detallado del papel de la fuerza cuando se convierte en sustituto de la inteligencia.

En el caso de la Revolución Dominicana, el empleo de la fuerza por parte de los Estados Unidos comenzó a tener malos resultados inmediatamente, no sólo para el Pueblo dominicano sino también para el Pueblo norteamericano. Con el andar de los días, esos resultados serán peores para los Estados Unidos que para Santo Domingo. Pero mantengámonos ahora dentro del límite estrecho de los daños causados a Estados Unidos en Santo Domingo. Por de pronto, la Revolución Dominicana, que hubiera terminado en el propio mes de abril a no mediar la intervención de los Estados Unidos, quedó embotellada y empezó a generar fuerzas que no estaban en su naturaleza, entre ellas odio a los Estados Unidos. Ese odio no se extinguirá en mucho tiempo. El nacionalismo sano de la revolución irá convirtiéndose a medida que pasen los meses en un sentimiento antinorteamericano envenenado por la frustración a que fue sometida la revolución. Y es una tontería insigne considerar que el nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres puede ignorarse, desdeñarse o doblegarse. La más poderosa de las armas nucleares es débil al lado del nacionalismo de los pueblos pequeños y pobres. El nacionalismo es un sentimiento profundo, casi imposible de desarraigar del alma de las sociedades una vez que aparece en ellas, y ese sentimiento, según lo demuestra la historia, lleva a los hombres a desafiar todos los poderes de la tierra. Ahora bien, cuando el nacionalismo democrático es ahogado o estrangulado, pasa a ser un fermento, tal vez el más activo, para la propagación del comunismo.


Estoy convencido de que el uso de la fuerza de los Estados Unidos en la República Dominicana producirá más comunistas en Santo Domingo y en la América Latina que toda la propaganda rusa, china o cubana. La fuerza, en su caso, fue empleada para impedirles que alcanzaran su democracia. Para muchos norteamericanos esto no es y no será cierto, pero yo estoy exponiendo aquí lo que sienten y sentirán por largos años los dominicanos, no las intenciones norteamericanas. Debido a que la fuerza nunca es tan fuerte como creen quienes la usan, los Estados Unidos tuvieron que recurrir en Santo Domingo a un expediente que les permitiera usar la fuerza sin exponerse a las críticas del mundo; y eso explica la creación de la junta cívico-militar encabezada por Antonio Imbert. Esa junta, como es de conocimiento general, fue la obra del embajador John Bartlow Martin, es decir, de los Estados Unidos; y pocas veces en la historia reciente se ha cometido un error tan costoso para el prestigio de los Estados Unidos como el que se cometió al poner en manos del señor Imbert parte de las fuerzas armadas dominicanas y al proporcionarles como justificación para sus crímenes el argumento de estar combatiendo el comunismo en Santo Domingo.

Las matanzas de dominicanos y extranjeros —entre los últimos, un sacerdote cubano y uno canadiense— realizadas por las fuerzas de Imbert bajo el pretexto de que estaban aniquilando a los comunistas, quedarán para siempre en la historia dominicana cargadas en la cuenta general de los Estados Unidos y en la particular del señor Martin. Esas matanzas fueron hechas mientras estaban en Santo Domingo las fuerzas norteamericanas; y además el embajador Martin sabía quién era Imbert antes de invitarlo a encabezar la junta cívico-militar. La tiranía de Imbert fue establecida a ciencia y conciencia, y después de la tiranía de Trujillo no había excusa que pudiera justificar el establecimiento de la de Imbert.

La revolución no fusiló a nadie ni decapitó a nadie; pero las fuerzas de Imbert han fusilado y decapitado a centenares, y aunque a esos crímenes no se les ha dado la debida publicidad en los Estados Unidos, figuran en los expedientes de la Comisión de los Derechos Humanos de la OEA y de las Naciones Unidas, con todos sus horripilantes detalles de cráneos destrozados a culatazos, de manos amarradas a la espalda con alambres, de cadáveres sin cabezas flotando en las aguas de los ríos, de mujeres ametralladas en los “paredones”, de los dedos destruidos a martillazos para impedir la identificación de los muertos. La mayor parte de las víctimas fueron miembros del Partido Revolucionario Dominicano, un partido reconocidamente democrático, pues la función de la llamada democracia de Imbert es acabar con los demócratas en la República Dominicana. Parece un sangriento sarcasmo de la historia que los crímenes que se le achacaron a la revolución sin haberlos cometido, hayan sido cometidos por un falso gobierno creado por los Estados Unidos sin que eso conmueva a la opinión norteamericana.

La mancha de esos crímenes no caerá toda sobre Imbert, que al fin y al cabo es un ave de paso en la vida política dominicana; caerá también sobre los Estados Unidos y, por desgracia, sobre el concepto genérico de la democracia como sistema de gobierno. O yo no conozco a mi pueblo, o va a ser difícil que a la hora de determinar responsabilidades los dominicanos de hoy y de mañana sean indulgentes con los Estados Unidos y duros solamente con Imbert. En general, va a ser difícil salvar a los Estados Unidos de responsabilidad en todos los males futuros de Santo Domingo, aún de aquellos que se hubieran producido naturalmente si la revolución hubiera seguido su propio curso. El Pueblo dominicano no olvidará fácilmente que los Estados Unidos llevaron a Santo Domingo el batallón nicaragüense “Anastasio Somoza”, el émulo centroamericano de Trujillo; que llevaron a los soldados de Stroessner, los menos indicados para representar la democracia en un país donde acababan de morir miles de hombres y mujeres del Pueblo, peleando por establecer una democracia; que llevaron a los soldados de López Arellano, que es para los dominicanos una especie de Wessin y Wessin hondureño.

En todos los textos de historia dominicana del porvenir figurará en forma destacada el bombardeo a que fue sometida la ciudad de Santo Domingo durante 24 horas los días 15 y 16 de junio. Todos estos puntos a que me he referido a la ligera son consecuencias del uso de la fuerza como instrumento de poder en el tratamiento de los problemas políticos. Una apreciación inteligente de los sucesos de Santo Domingo hubiera evitado los males que ha producido y producirá el uso de la fuerza que se desplegó en el caso dominicano.

Para la sensibilidad de los pueblos de la América Latina, para su experiencia como víctimas tradicionales de gobiernos de fuerza, todo empleo excesivo e injusto de la fuerza provoca sentimientos de repulsión. Desde el punto de vista de los latinoamericanos, los Estados Unidos cometieron en Santo Domingo el peor error político de este siglo. El presidente Johnson dijo que los infantes de marina de su país habían ido a Santo Domingo a salvar vidas, pero lo que puede asegurar el que conozca la manera de sentir de los latinoamericanos es que esos infantes de marina destruyeron en todo el Continente la imagen democrática de los Estados Unidos. Es que parece estar en la propia naturaleza de la fuerza destruir en vez de crear, y cuando se usa en forma excesiva e inoportuna, la fuerza tiende a destruir a quien la usa.

Una revolución puede detenerse con la fuerza, pero sólo durante cierto tiempo. En muchos sentidos, las revoluciones son terremotos históricos incontrolables, sacudimientos profundos de las sociedades humanas que buscan su acomodo en la base de su existencia. Y la Revolución Dominicana de abril de 1965 fue —y es— una revolución auténtica. Por lo menos eso creen los que tienen razones para conocer la historia, las fallas, las angustias y las esperanzas dominicanas, es decir los dominicanos que las hemos estudiado y estamos vinculados al destino de aquel pueblo por razones tan justas y tan honorables como puede estar vinculado el mejor de los norteameicanos al destino de los Estados Unidos.

Puerto Rico. 29 de junio de 1965

El 30 de Junio se define como un proyecto democrático y progresista. Tiene por propósito preservar el legado teórico de Juan Bosch, expresado en sus obras de investigación política, sociológica, histórica y cultural como en su praxis política sustentada en los valores éticos, humanistas y patrióticos que por igual sustentaron Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón y todos aquellos dominicanos que amaron y aman esta patria quisqueyana.