la crisis entra en nueva fase con el contragolpe del nacionalismo
Nouriel Roubini,
Ojo y mucho cuidado con ese "nacionalismo" de nuevo cuño que de repente ha surgido en Europa principalmente. Recordemos, hay mucha similitud a lo ocurrido por allá en la década de los treinta cuando el capitalismo dio inicio a una de las crisis cíclicas mas devastadora como fue la del 1929 que trajo como consecuencia una desenfrenada actitud racista y antisemita que desemboco en el Nazismo y el Fascismo.
En el momento inmediatamente
posterior a la crisis financiera mundial de 2008, el éxito de las autoridades
en impedir que la “gran recesión” se convirtiera en la “gran depresión II”
mantuvo a raya las peticiones de proteccionismo y las medidas aislacionistas,
pero ahora ha llegado la reacción contra la mundialización y la mayor libertad
de circulación de bienes, servicios, capital, mano de obra y tecnologías que la
acompañó.
Ese nuevo nacionalismo adopta formas económicas diferentes: obstáculos al
comercio, protección de activos, reacción contra la inversión extranjera
directa, políticas que favorecen a los trabajadores y las empresas nacionales,
medidas antiinmigración, capitalismo de Estado y nacionalismo en materia de
recursos. En la esfera política, están subiendo los partidos populistas,
antimundialización, antiinmigración y, en algunos casos, claramente racistas y
antisemitas.
Esas fuerzas aborrecen la sopa de letras de instituciones de
la gobernación supranacional –la UE, las NN.UU., la OMC y el FMI, entre otras–
que requiere la mundialización. Incluso la red Internet, epitome de la
mundialización durante los dos últimos decenios, corre el riesgo de resultar
balcanizada a medida que países más autoritarios –incluidos China, Irán,
Turquía y Rusia– intentan limitar el acceso a los medios de comunicación social
y reprimen la expresión libre.
Las causas principales de esas tendencias están claras. Una recuperación
económica anémica ha brindado una oportunidad a los partidos populistas, que
promueven políticas proteccionistas, para achacar al libre comercio y a los trabajadores
extranjeros el prolongado malestar. Si a ello sumamos el aumento de la
desigualdad en materia de ingresos y riqueza en la mayoría de los países, no es
de extrañar que se haya generalizado la impresión de que se trata de una
economía en la que el ganador se lleva toda la banca, los beneficiados son sólo
las minorías privilegiadas y se distorsiona el sistema político. En la
actualidad, tanto las economías avanzadas (como los Estados Unidos, donde una
financiación ilimitada de las autoridades democráticamente elegidas por parte
de intereses empresariales financieramente poderosos es una simple corrupción
legalizada) como en los mercados en ascenso (donde los oligarcas dominan con
frecuencia la economía y el sistema político) parecen estar al servicio de
minorías.
En cambio, para las mayorías sólo ha habido un estancamiento prolongado, con
una reducción del empleo y unos salarios estancados. Donde la inseguridad
económica resultante para las clases trabajadoras y medias es más acuciante es
en Europa y en la zona del euro, en muchos de cuyos países los partidos
políticos –principalmente de derechas– superaron en votos a las fuerzas
centrales en las elecciones al Parlamento Europeo del pasado fin de semana.
Como en el decenio de 1930, cuando la “gran depresión” propició la aparición de
gobiernos autoritarios en Italia, Alemania y España, una tendencia similar
podría estar en marcha.
Si no se recupera pronto el aumento de los ingresos y de los puestos de
trabajo, los partidos populistas podrían acercarse más al poder en el nivel
nacional de Europa y los sentimientos anti-UE podrían paralizar la integración
económica y política europea. Peor aún: la zona del euro podría volver a estar
en riesgo; algunos países (el Reino Unido) podrían salir de la UE; otros (el
Reino Unido, España y Bélgica) podrían acabar desmembrándose.
Incluso en los EE.UU. se ve que la inseguridad económica de una gran clase
marginal blanca que se siente amenazada por la inmigración y el comercio
mundial está influyendo cada vez más en las facciones de extrema derecha y del
Tea Party dentro del Partido Republicano. Esos grupos se caracterizan por el
nativismo económico, las inclinaciones antiinmigración y proteccionistas, el
fanatismo religioso y el aislacionismo geopolítico.
Se ve una variante de esa dinámica en Rusia y en muchas partes de la Europa
oriental y del Asia occidental, donde la caída del Muro de Berlín no dio pasó a
la democracia, la liberalización económica y un rápido aumento de la
producción, sino que regímenes nacionalistas y autoritarios llevan en el poder
la mayor parte del último cuarto de siglo aplicando modelos de crecimiento
propios del capitalismo de Estado, que sólo garantizan unos resultados
económicos mediocres. En ese marco, no se puede separar la desestabilización de
Ucrania por parte del Presidente de Rusia, Vladimir Putin, de su sueño de
encabezar una “Unión Eurasiática”, intento mal disimulado de recrear la antigua
Unión Soviética.
También en Asia resurge el nacionalismo. Los nuevos dirigentes del Japón, China,
Corea del Sur y ahora de la India son nacionalistas políticos en regiones en
las que las disputas territoriales siguen siendo graves y se están enconando
agravios históricos muy antiguos. Dichos dirigentes –además de los de
Tailandia, Malasia e Indonesia, que avanzan en una dirección nacionalista
similar– deben abordar imperativos importantes en materia de reformas
estructurales para poder reavivar el crecimiento económico en disminución y, en
el caso de los mercados en ascenso, evitar la trampa de los ingresos medios. El
fracaso económico podría
Nouriel
Roubini: la crisis entra en nueva fase con el contragolpe del nacionalismo
Nouriel Roubini,
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