1. Tras las elecciones municipales y autonómicas la correlación de fuerzas sólo ha cambiado algo en lo institucional. La debilidad de la población en nuestras sociedades sigue siendo extrema. El capitalismo monopólico global genera posibilidades de movilidad del capital y de utilización de un ejército de reserva mundial que no para de crecer. El poder social de negociación en la arena laboral se resiente drásticamente de ello, mientras que el poder del empresariado crece sin cesar.
La capacidad tránsfuga del capital, el casi omnímodo poder de sus brazos transnacionales y sus grandes centros de comando globales, dejan pocas posibilidades de transformación social desde la gestión y administración públicas a escala estatal y micro-estatal.
2. Por otra parte, y sin ser contradictorio con lo anterior, el capitalismo seguirá su marcha degenerativa, cerrando cada vez más la opción reformista o la posibilidad de reformarle desde dentro. Es decir, que será cada vez más difícil desarrollar políticas neokeynesianas. Una re-regulación capitalista a escala regional es cada vez más difícil. A escala estatal es prácticamente imposible.
Esto desacreditará las opciones de gobierno de las coaliciones de las antiguas y nuevas izquierdas integradas en el orden capitalista.
Las viejas izquierdas integradas, que terminaron por subordinar la lucha social a la vía electoral, han perdido presencia y peso en favor de formaciones que buscan salirse del eje izquierda-derecha.
Pero la trayectoria de estas últimas se prevé corta ante la falta de posibilidades del reformismo. Además hay que contar con el sistemático boicot del capital (que puede darse en forma de “huelga de capitales”, falta de inversión, cierre del crédito, presión sobre la deuda, recrudecimientos de la ofensiva mediática, etc.; por eso es tan importante lo que está en juego en Grecia ahora mismo). Dicho de otra manera, aunque hubiera un corto periodo de “éxitos socialdemócratas” contra las políticas de austeridad llevadas a cabo hasta ahora, en breve esas formaciones sociopolíticas no podrán aplicar políticas reformadoras de calado, y al no hacerlo perderán credibilidad y legitimidad. Máxime si tenemos en cuenta que deben contar para ello en la mayoría de los lugares con el apoyo de una de las vertientes del Bipartido que instauró el Capital como mecanismo de relevo electoral: el PSOE.
Con poca implantación social organizada de base, con nula implicación sindical y laboral en general, y con escasísima experiencia de combate de clase, tampoco parece muy fácil que estas “nuevas izquierdas” puedan contribuir al empoderamiento social de las grandes mayorías ante la combinación de la ofensiva del Capital y la profundización de la crisis del capitalismo.
3. No hay que decir que frente a este panorama el Sistema siempre tiene a mano el golpe de timón fascista o parafascista, preparado para atraer hacia sí el descontento, desorientación y desánimo generalizados de las poblaciones.
4. De ahí la necesidad imperiosa de construir estructuras flexibles de articulación popular que abarquen los ámbitos de lo político, lo laboral, lo social y, en general, de lo común. Es decir, construir en, y unir sujetos de, las esferas de la Explotación y la Desposesión.
El modelo tipo sería la organización-movimiento con una estrategia rupturista a medio plazo. Lo que quiere decir que ha de estar preparada para el enfrentamiento anticapitalista, al que en breve conducirán los juegos de suma cero de un Sistema en franca degeneración.
En este sentido, sí nos unimos a las palabras del editor y miembros del Consejo de Redacción de sinpermiso sobre el panorama postelectoral:
“La crisis del bipartidismo y del estado de las autonomías es irreversible sin una reforma constitucional profunda. Pero el PP y el PSOE no cuentan ya con una mayoría institucional capaz de llevarla a cabo de forma controlada. El ascenso de Podemos y el éxito de las candidaturas de unidad popular bloquean por el momento un posible acuerdo post-electoral del PP y el PSOE, que produciría una rápida erosión de legitimidad de este último, después de perder más de un tercio de su electorado desde 2007. Pero la capacidad de condicionar en un frente de izquierdas al PSOE, obligando a su dirección a un giro de su política económica y social, exige un equilibrio de fuerzas más favorable a la izquierda agrupada en la unidad popular. Ello implica una serie de alianzas de las izquierdas alternativas, federalistas y soberanistas, que aúnen en su programa la defensa de los derechos sociales con el derecho de autodeterminación, como base de un nuevo pacto territorial y constitucional. No existe en este momento la correlación de fuerzas necesaria para abrir procesos constituyentes: se trata de construirla en la movilización social y electoral, cuyo primer eslabón táctico es la derrota del PP en las elecciones generales de este año. Pero para la acumulación de fuerzas es necesario un horizonte estratégico de la izquierda, voluntad unitaria y un método de participación democrática que aliente y estructure la movilización popular.
[…] Una verdadera “crisis de régimen nunca tiene un desenlace rápido. Ni fácil. Ni cómodo. Suelen ser procesos históricos prolongados, difíciles y peligrosos y aun infernales, en los que proliferan –como advirtió sabiamente el manoseado Gramsci hace muchos años— “monstruos” políticos de todo tipo: ¡también entre las propias filas! ” (enhttp://www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/edit26.pdf ). [El subrayado es nuestro].
5. En definitiva, urge la creación de candidaturas de Unidad Popular como primer movimiento táctico de cara a la siguiente cita electoral, ante todo con las entidades políticas que ya nacen “abiertas” a la inclusión popular, y que se han ido conformando en torno a la dinámica electoral municipal y, en algunos casos, autonómica.
Pero no basta con ello. Urge además comenzar la construcción de una Fuerza Popular (integrada por muchas fuerzas populares) como movimiento estratégico que aspire a revertir la profunda correlación de fuerzas sociales (más allá del campo electoral) de cara a la soberanía popular.
Para ello es necesario también levantar organizaciones que contemplen esos objetivos en distintos territorios, ámbitos de acción y campos de lucha, para coaligarse entre sí. Organizaciones que alberguen además una marcada proyección internacionalista, es decir, con intención de coaligarse también más allá del Estado (en nuestro caso, imprescindiblemente a escala europea).
Andrés Piqueras y Marcos González Sedano. En construcción. Unidad Popular
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