11 de marzo de 2013

Cuarto rescate de Hugo Chávez

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La muerte es nuestra herencia. Lo único que nos hermana es la despedida. Al irnos dejamos cenizas y quizá algunas obras.

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Desde la eternidad no hay actos. La obra sobrevive por el consenso que suscita. Nuestra carne se extingue, el pensamiento sobrevive.

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En vano intentaron sofocar el ideario de la izquierda insurrecta del pasado siglo por vías de exterminio o claudicación. Hugo Rafael Chávez Frías lo resucita en la centuria que amanece; a él lo salva el pueblo de acechanzas cada vez más feroces.

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El primer rescate arranca el 4 de febrero de 1992. Un grupo de jóvenes oficiales indignados por la masacre del 27 de febrero de 1989 fracasa en una rebelión militar. El desconocido teniente coronel que la encabeza admite su responsabilidad y es sepultado en las fauces de una prisión militar, quizá por décadas. El pueblo lo visita en ininterrumpida peregrinación, rodea el cuartel San Carlos y convierte la derrota estratégica en aclamación política. Cuando el presidente Rafael Caldera traslada al incómodo recluso a Yare, el pueblo se indigna al punto de que se teme una nueva insurrección popular, y el padre Arturo Sosa media para conjurarla. Entiende Caldera que no conviene un preso con más respaldo popular que el Presidente, y a través del indulto Hugo Chávez Frías es rescatado por primera vez por su pueblo desarmado de la muerte de una prisión militar interminable.

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La derrota no tiene amigos. Sale a la calle un ex oficial sin carrera y sin medios, a quien un espionaje minucioso impide ni siquiera soñar en una rebelión. Apenas se le acercan los izquierdistas que antes que él han gustado el sabor de la cárcel y la inminencia de la muerte, el pueblo que lo convence de probar la vía electoral cuando la automatización del sufragio abre por primera vez la perspectiva de unos comicios veraces. Y una avalancha de votos rescata a Hugo Rafael de la muerte por olvido.

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El poder atrae oportunistas. A su alrededor pululan aquellos a quienes Manuel Vicente Romerogarcía llamó Nulidades Engreídas y Mediocridades Consagradas. Toda lealtad tarifada es sospechosa. Al joven Presidente lo asaltan hordas de figurones del populismo que se travisten de bolivarianos para entrar en la comparsa del privilegio, jaurías de oligarcas dispuestos a manejarlo. Cuando no los obedece, le asestan un golpe de Estado, lo secuestran, lo envían prisionero a la capilla ardiente de La Orchila. Una nueva marejada popular, esta vez unida con el ejército patriota, rescata a Hugo Rafael de su tercera muerte anunciada y lo devuelve a Miraflores.

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Solo ante la muerte comprendemos el valor del instante. Quince veces se juega el todo por el todo Hugo Rafael en la arena del consenso, catorce veces lo rescata el pueblo confiriéndole poderes para lo indispensable. Como si tuviera los segundos contados, en poco más de una década acomete tareas pendientes desde eternidades: rescate de los recursos naturales y de las industrias que los explotan, derrota del analfabetismo y de la exclusión educativa, extensión de servicios sociales a las grandes mayorías, drástica reducción de la pobreza, contundente disminución de la desigualdad, creación de medios de servicio público, alternativos y comunitarios, recuperación de industrias estratégicas, integración latinoamericana y caribeña, mediación a favor de la paz; orientación hacia el socialismo, creación de comunas y organizaciones sociales, rescate de la identidad, tradición y orgullo de los venezolanos, expulsión de la misión militar estadounidense, inconmovible unión de pueblo y ejército, constante consulta y aceptación de la voluntad popular; veto de leyes que privatizaban las aguas y secesionaban la Nación, derrota del ALCA, aurora del ALBA, rescate de la soberanía vulnerada por Cortes y Tribunales foráneos, instauración de una diplomacia multipolar. Parecería haber más tareas que instantes de vida: todas las asume hasta que una misteriosa enfermedad lo abate en la plenitud de su poder, sus facultades y sus esperanzas.

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Triunfó siempre Chávez donde lo acompañó su pueblo, venció siempre el pueblo incluso cuando llegaron a su límite las fuerzas de Chávez. Ante la pérdida, crecernos. Manteniendo y culminando su obra entre todos lo rescataremos también de esta muerte y lo restituiremos incólume al invulnerable palacio del alma.

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