Orlando Gil
@orlandogildice
NO SERÍA SUFICIENTE.- Decía en la entrega de ayer que la situación interna del PRD no pasa de impasse, que no califica como crisis, a pesar de que esa es la percepción general. Ahora agrego que la crisis, en su justa acepción, se producirá cuando se supere el trance de Miguel Vargas e Hipólito Mejía. Cual que sea. Explico. El PRD de Vargas no ganaría unas elecciones, pero tampoco el PRD de Mejía, sin importar los porcentajes que se atribuyan uno y otro. Incluso, podría llevarse más lejos la osadía. La parte de Vargas sumada a la de Mejía no constituirían de por sí una opción triunfadora, hablando en términos absolutos. Sería un buen comienzo, y sobre todo, sería mejor que ahora. De manera que los perredeístas de todos los bandos deben dejar de soñar y afrontar la realidad. No pueden pasarse la vida como los lobos aullando a la luna llena para que les devuelva su sombra. Los cuentos no cuentan, y mucho menos si son de camino. Las características del sistema electoral dominicano obligan a algo más que la reconciliación de grupos...
LA HISTORIA HABLA.- ¿Acaso ganó José Francisco Peña Gómez en 1996, a pesar de haber tenido a todo el PRD detrás suyo? La victoria de Leonel Fernández fue innegable, pero cosa del destino, en tanto que Peña Gómez se quedó corto, le faltaron los puntos decisivos. Hipólito Mejía se acercó a la meta, pero no la alcanzó. Su mandato lo debió a la circunstancia, o a un Joaquín Balaguer que quiso ajustar cuentas con la historia. O morir en los brazos del consenso. Nadie llega al poder por su propia fuerza. Incluso, hay olvidos imperdonables. Fernández volvió a dirigir el gobierno en el 2004, pero no porque compró voluntades, como se le acusa, sino porque supo atraerse a los antiguos aliados de Peña Gómez y del PRD. No se recuerda si la afrenta fue del presidente de la República, Mejía, o de quien ocupaba la presidencia del partido, Hatuey Decamps, pero lo cierto fue que se rompieron las amarras de la poderosa coalición que con paciencia y generosidad forjó Peña Gómez, desde sus días de lucha contra Balaguer. Los partidos tienen fuerza para competir, pero para ganar necesitan el concurso de fuera...
AQUELLOS ERAN.- De tanto andar juntos, o peleándose entre sí, los perredeístas han perdido la noción de las cosas. Por ejemplo, no se dan cuenta de que se imponga la mayoría o la minoría, no podrán remontar lo suficiente para recuperar el espacio natural. Pues Miguel Vargas e Hipólito Mejía, para los fines del encargo. adolecen de las mismas faltas. Ninguno se destaca por organizador, aun cuando los dos son empresarios, pero tampoco por doctrinario. Y tampoco son de raza. Esto es, políticos de pies a cabeza y que dedican todo el tiempo a la actividad del partido y de su gente. Juan Bosch pudo fundar un nuevo partido, pero era organizador, doctrinario y no hacía otra cosa que no fuera política. Hasta cuando escribía era sobre temas políticos. Peña Gómez, por igual. Si pudo restablecer al PRD después de divisiones tan sentidas como las de Bosch y Majluta, la del PLD y el PRI de los inicios, fue porque era organizador, doctrinario y solo vivía para la política. Bosch y Peña nunca construyeron nada, ni compraron ni vendieron, y como sirvieron al altar, de ese mismo altar se sirvieron...
CAMBIO VERDADERO.- La política cuando es ciencia se desenvuelve de hipótesis en hipótesis. Supóngase, por ejemplo, que Vargas o Hipólito logren su cometido. ¿Estará el PRD en condiciones de echar la pelea y ganar las elecciones del 2016? De seguro que estará mejor que ahora, en que si no hay una verdadera división, cada cual asegura su trinchera. Pero los perredeístas nunca serán suficientes por sí mismos para superar a fuerzas tan bien establecidas como el PLD, sin importar el candidato. La distancia al día de hoy es mucha, más del dos por uno, aunque en campaña la diferencia se acortaría, sería menos, pues hay una dinámica intrínseca que afecta los factores. No obstante, ese PRD que no puede por sí solo ganar unas elecciones, y que pierde y pierde, deberá hacer cosas que nunca ha hecho para mejorar su situación frente a las masas, o a sectores cruciales.
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