La crisis
mundial y el ambiente en América Latina
a aguda
crisis que afecta a la Eurozona y a Estados Unidos no sólo reduce la atracción
de esos mercados de trabajo para los latinoamericanos, africanos y
mediorientales que allí emigraban ilegalmente sino que, también, al cerrarles
la posibilidad de trabajar les obliga a refluir a sus regiones de origen en
cantidades cada vez más masivas, unidos esta vez incluso con los más pobres de
los que hasta ahora era países ricos. En efecto, no sólo retornan de España los
latinoamericanos que allí buscaban trabajo, sino que este año han salido más
españoles que los extranjeros que fueron a la península.
De este
modo, la presión sobre los recursos locales –tierra y agua, sobre todo– y sobre
la desocupación regional, aumenta continuamente y los ingresos locales no disminuyen
sólo por el cese o la reducción de las remesas que antes recibían, sino también
porque sus parientes deben sostener, al menos parcialmente, a quienes hasta
entonces eran el sostén de ellos.
Para algunos
países exportadores de alimentos, como Brasil, Uruguay o Argentina, la sequía
en Estados Unidos y en Europa, resultante del cambio climático, puede ser
beneficiosa porque aumenta el precio de los granos y de los alimentos en
general, no sólo por una menor oferta sino también porque la crisis, al reducir
la producción industrial y los consumos, aleja a los especuladores del petróleo
y de los minerales, cuyos precios se estancan.
Pero el
aumento del precio de los alimentos –porque la demanda de éstos no es elástica
y todos tratan de seguir comiendo como comían, con crisis o sin ella–, reduce
los ingresos de los consumidores, sobre todo en países donde la gente por su
pobreza dedica más de dos tercios del ingreso familiar a la compra de alimentos
y al pago de servicios (transporte, agua, gas, electricidad).
La carestía
de los alimentos principales (trigo, maíz, leguminosas, carne) por otra parte
afecta mucho más directamente a los pobres que a los ricos (que tienen otro
tipo de consumos), o sea, golpea a la inmensa mayoría de la población que, con
los injustos y aberrantes sistemas impositivos de los países dependientes, es
la que paga más impuestos bajo la forma sobre todo de IVA y de otras tasas
indirectas.
Esta
reducción del consumo domiciliario y, por consiguiente del monto de los
impuestos que el Estado recauda, afecta las finanzas estatales. Porque, aunque
la soya bata récord y esté a 630 dólares la tonelada, quienes la exportan son
sólo unas pocas empresas que evaden impuestos mediante triangulaciones y
paraísos fiscales. Las ventajas de los altos precios del grano y del bajo
precio petrolero para la producción son por lo tanto para ellas, o sea para los
que son productores masivos, acopiadores y exportadores trasnacionales y no
para las arcas estatales.
Los países
centroamericanos viven, sobre todo, de la exportación de mano de obra
superexplotada que, como dijimos, ahora les rinde menos. Los países
exportadores de petróleo ven afectados sus ingresos por el estancamiento del
precio del combustible debido a la baja demanda industrial resultante de la
crisis. Los países importadores de alimentos y de petróleo, como la mayoría de
los africanos, Cuba o los del Caribe, están apretados crecientemente por el
aumento de su factura de importación alimentaria. Incluso los pocos países
dependientes que son grandes exportadores de alimentos tienen problemas porque
sus otras exportaciones caen y el aumento del precio del trigo o de la soya no
compensa esas dificultades en la balanza de pagos.
De ahí la
desesperación de todos los gobiernos –progresistas o no– por producir cada
vez más metales preciosos, atrayendo la inversión de las grandes mineras
canadienses o estadunidenses, que están en abierta competencia con la
agricultura y la ganadería de las zonas pobres, las cuales son mucho menos
lucrativas que la gran minería pero aseguran más empleo local y no afectan tan
drásticamente el ambiente como la extracción minera.
De ahí
también los conflictos sociales con los pobladores de esas zonas, que desean
conservar el uso del agua para la agricultura y para los pueblos así como los
bienes comunes (tierra, aire no contaminado, bosques, paisaje). Por eso
actualmente, desde Centroamérica hasta Chile y Argentina, a lo largo de las
zonas montañosas, las pobladas (luchas de toda una comunidad) y las
rebeliones campesinas e indígenas se enfrentan con la represión gubernamental
de gobiernos que tienen una concepción extractivista y desarrollista y un
decisionismo vertical y autoritario.
Se llegó al
extremo de que la presidenta de Argentina vetó una ley de protección de los
glaciares, fuente principal de agua para el país, para no afectar los intereses
de las transnacionales mineras y que algunos gobiernos de las provincias
andinas reprimen ferozmente protestas antimineras como la de Tinogasta o
Faimallá absolutamente legales y legítimas. El presidente peruano Ollanta
Humala fue elegido entre otras cosas gracias a sus declaraciones de que entre
la sed y el hambre de los peruanos y el oro optaría por su pueblo, pero ahora
reprime, con alto costo en heridos, muertos y presos en Cajamarca, una de las
zonas donde más apoyo obtuvo, para favorecer el proyecto minero Conga,
violentamente resistido por los pobladores y las autoridades locales. El mismo
Evo Morales no sólo enfrenta a los pobladores del Territorio Indígena Parque
Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), violando lo que establece la Constitución,
para construir por su territorio una carretera hacia Brasil sino que también
fomenta la minería, entrando en conflicto con los comuneros. El mercado
mundial, no el ambiente y el desarrollo humano, es la preocupación principal
incluso de gobiernos que dicen luchar contra ese mismo mercado y que se
declaran populares. Este giro económico a la derecha les debilita y prepara
otros giros políticos derechistas. Nuevamente están en peligro los avances
antes duramente conseguidos.
Guillermo Almeyra
TOMADO DE
JORNADA
Iván Callejas Dzul dijo:
ResponderEliminarEl problema es que la realización del proyecto del Estado burgués moderno contraviene otros modos de vida no occidentales en principio y efectivamente. Así, un Presidente de la República o un Primer Ministro, operadores las herramientas de Estado, no pueden más que hacer teatro.