La vida es tiempo
El “tiempo” es algo verdaderamente fascinante. Cuando vemos una mujer joven sabemos que carga en su vientre la potencialidad de germinar vida, en ella viven las células que al unirse a las del hombre producirán un hermoso estallido de energía fecundante y transformadora. Mágico momento en el cual la vida palpita en su matriz y poco a poco aquellas dos células primarias se multiplican en hermosos patrones circulares hasta que horas después se va formando el embrión. La vida ya presente se transforma en el “tiempo”. Se desarrolla como la espiral de la vía láctea; como la de los abanicos de las conchas; la hoja nueva del helecho que poco a poco desarticula la forma original curvada en sí misma; la espiral como laberinto, forma logarítmica, hiperbólica… Espiral como el ciclo del Sol que nace, muere en la noche y renace al despertar... ondulaciones e invaginaciones del “tiempo” que pasa. La espiral como modelo preciso de la vida que sucede y se transforma en el “tiempo”.
Luego, el milagro de la vida marca el “tiempo” a través de unas sensaciones dolorosas llamadas contracciones que avisan la llegada de un ser. Y el médico vaticina “ya es tiempo”. Un ser diminuto, que ya existía, se muestra en este lado del mundo. Arriba a un nuevo espacio en el “tiempo”. Luego la madre lo amamanta y llega el “tiempo” de ir a la escuela, de casarse, de tener hijos, de envejecer y de morir. Entonces los que lo conocían dicen… ya era hora: se acabó su “tiempo”.
Pero qué son todos estos cambios sino la transformación del mundo en el “tiempo”. Qué es el polvo del fallecido que fertiliza la tierra sino el ser transformándose en el “tiempo”. Qué es la semilla que cae sobre la tumba y se convierte en flor sino la vida en el “tiempo”: Antes semilla…ahora flor; antes semilla… ahora árbol, ahora madera, casa, fuego, vida… Qué es el “tiempo” sino la transformación de la vida. Como esclarece Dogen: “Todas las existencias suceden en el tiempo y el tiempo son todas las existencias”. ¡Quién eres tú sino el tiempo que sucede a través de ti? ¿Qué es el tiempo sino tú y yo, y todos?
No hay ayer: Ya partió, ya sucedió, ya se perdió. El mañana aún no ha llegado, no existe la posibilidad de vivir hoy el mañana. Lo único que tenemos es el fugaz “ahora” como una breve inspiración de todo lo que contiene el universo o como una espiración de toda la oscuridad que hay dentro de nosotros como una forma de liberarnos de todo lo que nos empobrece. Este “ahora” que al instante de vivirlo se convierte en el irremediable pasado es lo que tenemos. Vivir el “ahora” a plenitud a toda conciencia para que nuestra experiencia de vida se convierta en una continuidad plena que dé sentido a la existencia es vital. Morar sin juicios ni prejuicios, sin egoísmos, sin hacer daño para “ser” en cada momento, y no solo pulular en una existencia infecunda. Dar vida a los actos ordinarios y no vivir en el sopor de un existir caótico y sin rumbo. Vivir una vida asfixiante es terrible, como la que vive aquel que siempre desea lo otro, lo ajeno… porque no es capaz de valorar lo que la vida le ha puesto en su camino.
El “tiempo” que se acaba es una preocupación constante en el ser humano que no entiende que él es el mismo “tiempo”: “Tiempo” de lluvia, de sequía, de risas, de lágrimas… Él es todo en el tiempo, él y el tiempo son uno. No hay diferencia. Solo aquel que desea constantemente vivir una vida problemática pierde el momento: Aquel que viendo el mar desea la montaña; que amando su mujer desea jugar pelota; el que comiendo una buena fruta desea un pescado. Solo aquel incapaz de hacerse uno con el aquí y el ahora vivirá perdiendo su tiempo. Perdiendo la oportunidad de vivir despiertos, y a cambio, anhelará un tiempo ajeno, inexistente para él y así se perderá de la posibilidad de la integración que permite disfrutar las acciones conscientes del ser humano centrado.
¿Qué es para nosotros el tiempo? La estructura del sujeto, las formas puras de nuestra sensibilidad de las que habla Kant o el absoluto tiempo de Newton que no depende de nosotros y que solo es un receptáculo donde suceden los hechos.
Genji, una de las primeras novelistas y gran poeta japonesa, tenía la habilidad de penetrar el momento en su totalidad… Veamos estos simples pero prodigiosos versos de la escritora donde nos muestra el peligro de vivir sin sentido porque se corre el riesgo de encontrarnos, cualquier día, conque todo acabó:
Zayas, poeta “interiorista” de San Francisco de Macorís, canta a la desesperanza del que no sabe quién es ni a qué vino a este mundo y perdiendo su “tiempo” a cada paso pierde, también, la esperanza de un despertar, pero la muerte lo espera para revelarle el secreto.
Vivimos en la tierra expuestos a una gravedad media que nos permite que este flexible “tiempo” pase lento y con ello nuestra vida como si las leyes físicas se combinaran para darnos el “tiempo” necesario para lograr lo que vinimos a realizar. Quizás algún día todo se trastorne y la gravedad se haga ligera y el tiempo pase rápido, muy rápido y ya no tengamos el “tiempo” que hoy tenemos o que la gravedad sea tan fuerte que el “tiempo” pare y no tengamos tiempo. Será entonces un tiempo sin tiempo, la inmovilidad total, la inexistencia quizás…
El “Libro del esplendor” nos dice que cuando llegue el “tiempo” no habrá más cuestiones provenientes del mal: el bien tendrá una presencia constante. La Biblia nos reconforta con “cada cosa a su tiempo” de Eclesiastés: “Todo tiene su momento oportuno; hay un ‘tiempo’ para todo lo que se hace bajo el cielo”:
“Un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar; un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto; un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse; un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir; un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar; un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser; un tiempo para callar, y un tiempo para hablar; un tiempo para amar, y un tiempo para odiar; un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.
El tiempo es la preocupación eterna del ser humano que se obsesiona con el momento final y se pregunta: ¿Cuándo, cómo, dónde, por qué se acabará mi tiempo? ¡Acaso el tiempo es la eternidad de todo lo existente? Somos un punto de vida surgida de la nada del Absoluto. Somos energía del tiempo eterno de un universo en expansión. Y en ese tiempo de transformación somos la vida en plena evolución. Somos tiempo, tiempo, tiempo…
“Con la premura por abandonar este mundo de rocío
Podría desvanecerse el tiempo entre el principio y el fin.”
Observemos cómo el poeta Noé Zayas, que suele nadar en las profundidades del ser, trata en su obra “Navegar en lo seco” el “tiempo” que se acaba:
“La ingenuidad del hombre está en no despertar temprano,
En no hacer tumba de piedras donde enterrarse vivo,
En no haber inventado rostro para ocultar sus rostros.
¡Ah estamos indefensos! Desmemoriado el cuerpo se recrea en fuentes íntimas.
Corremos en el bosque siempre oscuro del río que bebemos.
Desde el día anterior la muerte nos espera.”
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