MANUEL SAENZ, LA COMPAÑERA DEL
LIBERTADOR
Esta gran mujer
latinoamericana nació en Quito, el 27 de diciembre de 1797, hija natural de
Simón Sáenz y María Joaquina de Aizpuru. Su padre, era rico y estaba casado con
otra mujer, su madre era de una familia acomodada aunque no de las altas
esferas.
Su infancia transcurrió en Quito, donde
rápidamente se hicieron sentir los ideales de los movimientos independentistas,
organizándose grupos revolucionarios. En tal sentido, Manuela y su madre se
identificaron con la gesta emancipadora; no así su padre quien permaneció fiel
a la Corona española, por lo que fue hecho preso al estallar dicho movimiento,
aunque posteriormente recuperó su libertad al ser sofocado en 1810.
Mientras todas
las jovencitas estaban siendo educadas para casarse, Manuela a los doce años de
edad se pliega a las fuerzas revolucionaras emancipadoras que iniciaron la
Revuelta en Quito, el 9 de agosto de 1809. Este proceso duró poco, no así las
ideas rebeldes de manuela que la acompañaron toda su vida.
Manuelita,
En 1814, a los 17
años fue internada en el convento de Santa Catalina para que fuera educada como
todas las señoritas en Quito. Allí aprendió
a leer, escribir y rezar. Según una leyenda que circuló por mucho tiempo,
siendo muy joven fue raptada del convento por un oficial de nombre Fausto
D'Elhuyar; lo cual no obstante ha sido desmentido por la historiografía.
Pero la
inquieta personalidad de la heroína no permitiría este reposo, y en poco tiempo
se enamoró de Fausto D’Elhuyary, con quien huye del convento. Este amor fue
bastante inestable y fueron bastante frugales ya que en 1818, ella contrajo
matrimonio con el médico inglés James Thorne, hombre que le doblaba la edad,
pero quien era muy adinerado. Él estaba realmente enamorado de la joven y le
perdonó sus infidelidades y sus andanzas políticas, trasladándose con
él a vivir a Lima (Perú) entre 1819 y 1820.
A pesar de ser éste un
país(Perú)
donde el
sentimiento independentista no se había manifestado, en poco tiempo el
prestigio de Simón
Bolívar y su
triunfo en la liberación de la Nueva Granada (1819) le gana entusiasmados
adeptos a su causa, entre ellos Manuela Sáenz, quien se convierte en miembro
activo de la conspiración contra el virrey del Perú, José de la Serna e
Hinojosa (1820); y que al declararse la independencia del Perú (1821) se
confiesa admiradora de José de San Martín. Los servicios de Manuela a la causa
de emancipación fueron reconocidos al otorgársele, en 1822, la condecoración
llamada "Caballeresa del Sol", consistente en una banda blanca y
encarnada con una pequeña borla de oro y una medalla cuya inscripción decía
"Al patriotismo de las más sensibles".
Luego de
separarse de su marido, en 1822 viaja a Quito acompañada de su padre para
visitar a su madre; conociendo en este lugar a Bolívar, cuando éste hizo su
entrada triunfal a dicha ciudad el 16 de junio de 1822. En Quito surge un
estrecho vínculo afectivo entre Bolívar y Manuela, derivado de sus conversaciones
y coincidencias acerca de la campaña libertadora.
Al año
siguiente, se traslada con Bolívar al Perú y se convierte en uno de sus
secretarios más allegados. En los años que siguieron, Manuela se cuenta dentro
del ejército que lucha por la libertad. En esta época escandalizaba a todos,
cuando utilizaba uniforme de soldado para ir a las campañas. Pasaba algunos
lapsos en la residencia LA Magdalena, hogar prohibido de la pareja, donde
guardaba que los papeles de su amado Simón estuvieran en orden.
Cuando el
libertador se encontraba al sur del Perú y en lo que hoy es Bolivia, el marido
de Manuela intentó un acercamiento con su mujer. Ella muy airada, le envió una
carta que todavía se conserva donde explica por qué la relación es imposible y
en la cual da fin a su matrimonio.
Ella
no sólo concibe idealmente la independencia latinoamericana, sino que toma
parte activa en la guerra: monta a caballo, maneja las armas, es capaz de
sofocar un motín en la plaza de Quito. En 1823 Bolívar parte al Perú donde se
le une semanas más tarde Manuelita, quien lo acompaña durante la campaña
libertadora de dicha nación, permaneciendo en su cuartel general algunas veces,
o en Lima y en Trujillo en otras ocasiones. De los momentos en que estuvieron
alejados, se han conservado algunas de las cartas de amor que el Libertador le
escribió expresándole cuanto la extrañaba, tal como la siguiente epístola del
20 de abril de 1825 en la que le dice: "Mi bella y buena Manuela: Cada
momento estoy pensando en ti y en el destino que te ha tocado. Yo veo que nada
en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y el honor. Lo veo
bien, y gimo de tan horrible situación por ti; porque te debes reconciliar con
quien no amabas; y yo porque debo separarme de quien idolatro¡¡¡ Sí, te
idolatro hoy más que nunca jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se
me ha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu
corazón divino, de ese corazón sin modelo".
Durante
los primeros meses de 1825, hasta abril, y luego cuando Bolívar regresa del
Alto Perú (Bolivia) a partir de febrero de 1826, reside con él en el palacio de
la Magdalena, cerca de Lima. Cuando Bolívar sale del Perú en septiembre de
1826, Manuela permanece en Lima, donde persiste en la defensa del ideario
bolivariano después de la reacción contra el Libertador en enero de 1827, por
lo que es apresada por los adversarios de Bolívar y enviada al destierro
(1827), dirigiéndose a Quito y luego a Bogotá, donde se establece en 1828. Al
enterarse Bolívar de la situación de Manuelita, la llama a su lado y viven en
la residencia que hoy es llamada Quinta de Bolívar. Para este tiempo se hacen
manifiestas las intrigas contra la autoridad de Bolívar, que llevan a Pedro
Carujo entre otros, el 25 de septiembre de 1828, a intentar asesinarlo,
conspiración fallida gracias a la rapidez con que Manuela hizo huir a Bolívar
por una ventana del Palacio de Gobierno; Manuelita
era no sólo muy activa y realmente creyente de la causa, sino también recelosa,
valiente, curiosa y mujer de armas tomar pudo salvarle la vida a su amante en
dos ocasiones durante el año de 1828, a raíz de lo cual se le conoce como
Libertadora del Libertador, calificativo que le dio el propio Bolívar.
En
1830, encontrándose en Guadas (Colombia) se entera de la muerte de Bolívar, por
lo que se traslada de inmediato a Bogotá donde manifiesta públicamente de
palabra y por la imprenta su adhesión a los ideales del Libertador. Perseguida
por el gobierno que sucedió en abril de 1831 al general Rafael Urdaneta en Bogotá, finalmente es expulsada por considerársele
conspiradora.
Encontrándose
en Kingston (Jamaica), donde pasa un año, escribe al general Juan José Flores,
entonces presidente del Ecuador, quien le envía un salvoconducto y así intenta
regresar a su país; pero en Guaranda (Ecuador) en octubre de 1835, es informada
que no puede entrar a Quito, pues sus credenciales no son válidas al perder
Flores el poder. Asimismo, sus bienes fueron confiscados en Colombia. Ante
estas circunstancias se instala en Paita, al norte del Perú, donde por
necesidad económica abre un comercio relacionado con la producción de tabacos.
En 1847 su marido es asesinado en Pativilca. Durante esta última etapa de su vida, fue visitada en
el puerto de Paita por personajes tales como Herman Melville (autor de Moby
Dick), Simón Rodríguez y Giuseppe Garibaldi (patriota italiano). En 1856, contrae
difteria, enfermedad que acaba con su vida; su cadáver fue incinerado a fin de
evitar contagio en la población, lo mismo que sus pertenencias, entre ellas
gran parte de la correspondencia de Bolívar para ella, que guardaba
celosamente. En agosto de 1988, fue localizado el lugar donde se encontraban
los restos de Manuela Sáenz en el cementerio de aquella población. La
identificación fue posible gracias a que se encontró la réplica de la cruz que
siempre portaba la cual la identificaba como la compañera del Libertador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario