Para los que estamos insertos desde hace un tiempo en el proceso de maduración política que vivencian algunos sectores del HipHop[H2] organizado en Chile, no es novedad la participación y la extensión que ha tenido en algunos sectores orgánicos y consientes de nuestro pueblo. Su presencia, en los más variados espacios, su difusión más allá de la frontera en que se circunscribe al H2, en tanto sus expresiones artísticas, como la afinidad culturalista en general, estos últimos años, es de relevante consideración. Medios de comunicación, organizaciones políticas, han tomado atención a este fenómeno imposible de impugnar. Ante esta situación, que dicho sea de paso, impactó a las propios hiphoperos, organizaciones, colectivos y talleres, implicó que estos mismos actores tengan que modificar sus estructuras, tensionando a sujetos y colectivos. Una de sus consecuencias más substanciales, es que un sector del H2 chileno comenzó a decantar un proceso de largo aliento, que se arrastra desde hace una década. Consistiendo en consolidar la construcción identitaria del H2 combativo. Desmarcarse de otras expresiones culturales H2, que presentan un discurso, una práctica y una moral que difieren de manera descomunal. ¿Cuáles son las críticas a estos sectores del H2? ¿Por qué son tan nocivos para los intereses de los explotados? En suma, es la hora de la definición.Para nadie es un misterio que el H2 es una de las múltiples expresiones humanas que interactúan, conviven y que presentan las mismas contradicciones que concurren en una sociedad de clases. Por otro lado, vicios y degradaciones de las relaciones también son identificables en su seno. La sociedad patriarcal, la hipermercantilización de la música, el misticismo milenarista tan difundido entre algunos sectores adulto jóvenes, en suma, la “ideología burguesa” y el “santificado mercado”, permean y penetran carcomiendo, en diferentes niveles, las conciencias de los mismos hiphoperos. ¿Por qué es necesario separar aguas y develarlos?
El H2 no posee cualidades per se, no presenta una inmanencia dada. Considerar aquello es petrificar las relaciones sociales. No visualizarlo en su contexto, no visibilizar los vínculos humanos que se desarrollan en la sociedad capitalista, es anquilosar, o peor aún, negar la lucha de clases. Es obnubilar la “realidad”, encubrir nuestra miserable circunstancia. Es hacer ojos ciegos y oídos sordos a la explotación. De ser la canción que retrata la miseria, es travestirse a ser la miseria de la música. Esto hace rato dejó de ser un juego de niños, es posicionamiento y combate.
Desde sus orígenes a fines de los 70’, el H2 se presentó como una alternativa recreativa y regenerativa, vital en un momento de descomposición ideologica y dispersion social. En un contexto general de reconversión del capitalismo a su faz neoliberal, emerge desde las catacumbas del sistema. Ante la ofensiva tecnocrática del capital y del nuevo Estado burgués servil a esta nueva variante de explotación y acumulación, desde los explotados generamos mecanismos de resistencia, de recomposición social y de esparcimiento ante tamaño impacto en las vidas cotidianas ya pauperizadas. Comenzándose a desatar y agudizar, paulatinamente, la contradicción fundamental en un nuevo contexto, con nuevos actores y con nuevas necesidades. Donde por lo demás la reordenación geopolítica mundial cambio sustancialmente.
La llegada del H2 a fines de los 80’ en la juventud chilena, se realizó en un contexto similar: marginación, pobreza y criminalización era la tónica de esos tiempos. Ser joven y pobre era indicio de ser peligroso. Y si ese joven tenía una posición política revolucionaria, era peor, era terrorista. Denominación que se prolongó en los gobiernos concertacionistas, así como las prácticas contrainsurgentes de terrorismo de Estado expresada en la Política de Pacificación y Aniquilamiento. El H2 como cultura comenzó a irradiarse de la mano de los medios de comunicación, films, y de jóvenes que volvían de exilios junto con sus padres y/o abuelos de pasado militante. La factibilidad de las comunicaciones, programas musicales foráneos, esa nueva apertura y la viscosidad de las fronteras, económicas sobre todo, permeadas por estas nuevas expresiones artísticas, arraigaron con fuerza en las periferias de las urbes del país.
El H2 como grito, como rabia e irá contenida, inorgánica, sin definición política, creció y como germen se expandió a gran velocidad. Desde los explotados, desde el pueblo pobre, se utilizó para rescatar la memoria histórica, recomponer social y culturalmente las poblaciones, concientizar a jóvenes y niños en un momento donde las organizaciones populares estaban en repliegue.
Tampoco, y por razones obvias, pudo abstraerse del mercado que succiona y coopta todo a su paso. Un sector del H2 comenzó a sostener y reproducir las condiciones de explotación, sirviéndose de las lógicas del mercado, constituyéndose en torno a él, favoreciendo la acumulación por parte de la industria discográfica y al modelo hegemónico burgués de dominación. Donde el machismo, la exclusión, la concentración de la riqueza, la competitividad y el individualismo se consolidan en beneficio de una minoría.
En dinamismo y constante transformación, de la misma manera en que se modifican e interactúan las relaciones sociales de las cuales somos parte, el H2 ineludiblemente debió y debe presentar un posicionamiento esclarecedor. No quiere decir que nos situemos como H2, ni como cultores de una de las 5 ramas, sino como pobres, como explotados, hijos de obreros, pobladores o estudiantes endeudados. Tampoco el H2 debe ser instrumentalizado por partidos seudorevolucionarios y filoobreristas, que se adjudican un vanguardismo ahistórico, dogmático y mecanicista, que desboca en secta. Es parte del pueblo y de sus experiencias de lucha y no de apropiaciones oportunistas que lo asocian como voz de un partido. Así, el H2 se desplegará como una de las herramientas, unas de las muchas existentes, que permita expresar nuestros intereses, necesidades, como las hambres de pan y de liberación, o el mundo y el hombre/mujer nuevo que aspiramos construir entre tod@s.
Por tanto, es eminentemente histórico. Está cruzado por las mismas contradicciones que tensionan una formación social concreta. Puede evidenciar solidaridad y respeto entre compañeros, como también puede motivar el consumismo y la fetichización de la mercancía. Valorar el rol de la mujer en la sociedad, reconociéndola como parte sustancial de cualquier proyecto de liberación de los excluidos o puede ser utilizado como mecanismo para perpetuar su subordinación.
El dogmatismo que tanto daño le causó a la Izquierda continúa penando al H2. Por ello, es una necesidad imperiosa declarar a los cuatro vientos nuestro anticapitalismo, encauzar nuestras propuestas, propiciar zonas de confluencia con otros sectores, profundizar su rol pedagógico en los talleres territoriales, insertarse en los procesos de lucha, convivir y solidarizar con trabajadores, marchar junto a organizaciones políticas y estudiantiles con perspectiva revolucionaria, estar junto a ellos en las tomas, marchas, paros y movilizaciones, tal como se viene realizando los 12 de octubre, los 8 de marzo, los 29 de marzo, los 1 de mayo, entre otros.
No sólo nos tomaremos los espacios territoriales donde proliferan los talleres y colectivos, sino disputaremos el poder al Estado junto con las demás organizaciones sociales, políticas y culturales de nuestra clase. Ser parte del movimiento popular, ser una gota de agua de la marea que golpea ola a ola las costas del neoliberalismo, irrumpiendo hacia el corazón de la expoliación, desarrollando y desanudando las fuerzas contenidas, contribuyendo al desarrollo de una conciencia de clase, generando pensamiento crítico y aportando con acciones concretas, ahí, donde todas las formas de lucha son validas para que los pobres del mundo destruyan sus cadenas. El H2 se edificará como una trinchera, con nuestras baterías y arsenales de rimas. Al ritmo del scracht, bombardeando las murallas, liberando nuestros cuerpos con el break dance y nuestras conciencias con el rap. De la regeneración de nuestra clase, a consolidarnos como H2 en combate.
*Texto original en El Surco, N° 38. Agosto, 2012. Pág. 3.
José Antonio Palma. Activista HipHop, LumpenCrew.
El H2 no posee cualidades per se, no presenta una inmanencia dada. Considerar aquello es petrificar las relaciones sociales. No visualizarlo en su contexto, no visibilizar los vínculos humanos que se desarrollan en la sociedad capitalista, es anquilosar, o peor aún, negar la lucha de clases. Es obnubilar la “realidad”, encubrir nuestra miserable circunstancia. Es hacer ojos ciegos y oídos sordos a la explotación. De ser la canción que retrata la miseria, es travestirse a ser la miseria de la música. Esto hace rato dejó de ser un juego de niños, es posicionamiento y combate.
Desde sus orígenes a fines de los 70’, el H2 se presentó como una alternativa recreativa y regenerativa, vital en un momento de descomposición ideologica y dispersion social. En un contexto general de reconversión del capitalismo a su faz neoliberal, emerge desde las catacumbas del sistema. Ante la ofensiva tecnocrática del capital y del nuevo Estado burgués servil a esta nueva variante de explotación y acumulación, desde los explotados generamos mecanismos de resistencia, de recomposición social y de esparcimiento ante tamaño impacto en las vidas cotidianas ya pauperizadas. Comenzándose a desatar y agudizar, paulatinamente, la contradicción fundamental en un nuevo contexto, con nuevos actores y con nuevas necesidades. Donde por lo demás la reordenación geopolítica mundial cambio sustancialmente.
La llegada del H2 a fines de los 80’ en la juventud chilena, se realizó en un contexto similar: marginación, pobreza y criminalización era la tónica de esos tiempos. Ser joven y pobre era indicio de ser peligroso. Y si ese joven tenía una posición política revolucionaria, era peor, era terrorista. Denominación que se prolongó en los gobiernos concertacionistas, así como las prácticas contrainsurgentes de terrorismo de Estado expresada en la Política de Pacificación y Aniquilamiento. El H2 como cultura comenzó a irradiarse de la mano de los medios de comunicación, films, y de jóvenes que volvían de exilios junto con sus padres y/o abuelos de pasado militante. La factibilidad de las comunicaciones, programas musicales foráneos, esa nueva apertura y la viscosidad de las fronteras, económicas sobre todo, permeadas por estas nuevas expresiones artísticas, arraigaron con fuerza en las periferias de las urbes del país.
El H2 como grito, como rabia e irá contenida, inorgánica, sin definición política, creció y como germen se expandió a gran velocidad. Desde los explotados, desde el pueblo pobre, se utilizó para rescatar la memoria histórica, recomponer social y culturalmente las poblaciones, concientizar a jóvenes y niños en un momento donde las organizaciones populares estaban en repliegue.
Tampoco, y por razones obvias, pudo abstraerse del mercado que succiona y coopta todo a su paso. Un sector del H2 comenzó a sostener y reproducir las condiciones de explotación, sirviéndose de las lógicas del mercado, constituyéndose en torno a él, favoreciendo la acumulación por parte de la industria discográfica y al modelo hegemónico burgués de dominación. Donde el machismo, la exclusión, la concentración de la riqueza, la competitividad y el individualismo se consolidan en beneficio de una minoría.
En dinamismo y constante transformación, de la misma manera en que se modifican e interactúan las relaciones sociales de las cuales somos parte, el H2 ineludiblemente debió y debe presentar un posicionamiento esclarecedor. No quiere decir que nos situemos como H2, ni como cultores de una de las 5 ramas, sino como pobres, como explotados, hijos de obreros, pobladores o estudiantes endeudados. Tampoco el H2 debe ser instrumentalizado por partidos seudorevolucionarios y filoobreristas, que se adjudican un vanguardismo ahistórico, dogmático y mecanicista, que desboca en secta. Es parte del pueblo y de sus experiencias de lucha y no de apropiaciones oportunistas que lo asocian como voz de un partido. Así, el H2 se desplegará como una de las herramientas, unas de las muchas existentes, que permita expresar nuestros intereses, necesidades, como las hambres de pan y de liberación, o el mundo y el hombre/mujer nuevo que aspiramos construir entre tod@s.
Por tanto, es eminentemente histórico. Está cruzado por las mismas contradicciones que tensionan una formación social concreta. Puede evidenciar solidaridad y respeto entre compañeros, como también puede motivar el consumismo y la fetichización de la mercancía. Valorar el rol de la mujer en la sociedad, reconociéndola como parte sustancial de cualquier proyecto de liberación de los excluidos o puede ser utilizado como mecanismo para perpetuar su subordinación.
El dogmatismo que tanto daño le causó a la Izquierda continúa penando al H2. Por ello, es una necesidad imperiosa declarar a los cuatro vientos nuestro anticapitalismo, encauzar nuestras propuestas, propiciar zonas de confluencia con otros sectores, profundizar su rol pedagógico en los talleres territoriales, insertarse en los procesos de lucha, convivir y solidarizar con trabajadores, marchar junto a organizaciones políticas y estudiantiles con perspectiva revolucionaria, estar junto a ellos en las tomas, marchas, paros y movilizaciones, tal como se viene realizando los 12 de octubre, los 8 de marzo, los 29 de marzo, los 1 de mayo, entre otros.
No sólo nos tomaremos los espacios territoriales donde proliferan los talleres y colectivos, sino disputaremos el poder al Estado junto con las demás organizaciones sociales, políticas y culturales de nuestra clase. Ser parte del movimiento popular, ser una gota de agua de la marea que golpea ola a ola las costas del neoliberalismo, irrumpiendo hacia el corazón de la expoliación, desarrollando y desanudando las fuerzas contenidas, contribuyendo al desarrollo de una conciencia de clase, generando pensamiento crítico y aportando con acciones concretas, ahí, donde todas las formas de lucha son validas para que los pobres del mundo destruyan sus cadenas. El H2 se edificará como una trinchera, con nuestras baterías y arsenales de rimas. Al ritmo del scracht, bombardeando las murallas, liberando nuestros cuerpos con el break dance y nuestras conciencias con el rap. De la regeneración de nuestra clase, a consolidarnos como H2 en combate.
*Texto original en El Surco, N° 38. Agosto, 2012. Pág. 3.
José Antonio Palma. Activista HipHop, LumpenCrew.
No hay comentarios:
Publicar un comentario